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Políticos señalan a BTC en el lavado de dinero, cuando ellos usan paraísos fiscales.
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El sistema financiero tradicional es vulnerable al flujo ilegal de dinero.
Desde hace varios años que la comunidad bitcoiner es testigo de uno de los juicios más injustos —y me atrevería decir: vergonzosos— al que se le ha sometido a un sector tecnológico/comercial. ¿El acusado? Bitcoin. ¿El crimen? Supuestamente ser un puente para el lavado de dinero, el financiamiento terrorista y la evasión de impuestos. Así lo han dicho muchos políticos, e incluso organizaciones de seguridad y entidades reguladoras alrededor del mundo.
Sin embargo, me atrevo a decir que es vergonzoso, porque en gran medida estas acusaciones provienen del desconocimiento, el prejuicio e incluso la mala voluntad. Asimismo, me parece un continuado ataque injusto, puesto que bitcoin no es el único acusado, pero algunos lo hacen parecer como el gran culpable. Peor aún, posiblemente bitcoin es un «niño de pecho» en comparación con otros métodos de pago —legales y aprobados por el poder gubernamental— que son mucho más populares entre los delincuentes de este tipo.
A decir verdad, luego de todo lo que ha pasado con los Pandora Papers, creo que a Bitcoin simplemente lo han tomado como un chivo expiatorio. O se le ha servido de excusa a los políticos y la élite global para desviar la mirada de verdaderos métodos de lavado de dinero y evasión de impuestos. Y es que el dinero fíat, ese que el gobierno tanto que nos insiste que debemos usar porque es el único «válido», es el predilecto para realizar ilegalidades sin que la población siquiera se dé cuenta.
¿Por qué los Pandora Papers prueban la inocencia de bitcoin?
Si vives bajo una piedra y aún no te has enterado de que van los Pandora Papers, yo te voy a hacer un resumen muy sencillo. ¿Sabes de los paraísos fiscales? Esos Estados o zonas del mundo que poseen un régimen tributario especialmente favorable para la población (cofcof, los ricos, cofcof). Bueno, donde algunas de las personas más poderosas del mundo tenían unas cuantas empresas off-shore —que es el término que se utiliza para aquellas firmas que están registradas en países donde no realizan actividades comerciales—. Esto es legal, vale, no hay nada de raro en ello.
El problema radica en que políticos, funcionarios públicos, reyes, estrellas del pop, futbolistas e, incluso, uno que otro narco, utilizaban estas empresas para hacer negocios secretos, no declarar propiedades y posiblemente hasta para lavar dinero de operaciones turbias. Todo esto ocurría frente a nuestras narices, con más de 35 mandatarios de todo el mundo involucrados en este escándalo, más de 140 multimillonarios y un total de 330 funcionarios públicos.
Déjenme darles un dato más. Solo uno, de todos los involucrados en esta mega investigación, es reconocido por tener bitcoins. El resto parece estar bastante cómodo con las monedas fíat, si tomamos en cuenta que en la lista aparece el presidente del Banco Central de Brasil (Roberto Campos Neto), un empresario pro-Erdogan (sí, aquel que le declaró la guerra a BTC) e incluso el mismísimo Vladimir Putin.
Vale acotar que no todos los que poseen estas empresas off-shore estarían incurriendo en una ilegalidad, así como no todos los bitcoiners son fascistas, financiadores de terrorismo y peligrosos criminales cibernéticos —como algunas veces quieren hacer creer ciertos políticos. Pareciera que, en líneas generales, estas personas desean mantener sus finanzas en secreto y, alguno que otro, le sacará provecho para hacer una o dos operaciones que en su país le costarían la cárcel.
Es decir, en líneas generales, parecen querer reclamar su derecho a la privacidad financiera. Un principio que todo propietario de bitcoin puede entender muy bien. No obstante, a Bitcoin se le ha criminalizado en muchas ocasiones por el simple hecho de permitirle a sus usuarios un «seudo-anonimato» y la posibilidad de tener control total sobre sus transacciones. Todo con base en que estos elementos pueden ser usados para el mal pero, al mismo tiempo, una empresa de un todopoderoso que funcione en otro país —y que se beneficie incluso de no pagar impuestos— no es ni de lejos criminalizada en la misma medida.
Entonces, ¿bitcoin no gusta porque la privacidad y la descentralización pueden ser usadas para el mal? ¿O es que no gusta porque le da a la población común el mismo poder del que por mucho tiempo gozaron únicamente los poderosos? Siendo sincera, me decanto por la última.
Bitcoin está en el banquillo de los acusados, cuando el dinero fíat es el verdadero culpable
Este 2021 lo iniciamos con esta misma controversia, cuando más de 16 bancos alrededor del mundo estaban envueltos en un escándalo de lavado de dinero. Para ese entonces, Christine Lagarde y Janet Yellen —del Banco Central Europeo y la Secretaría del Tesoro de EE. UU, respectivamente— le ponían mala cara a bitcoin por, supuestamente, ser una herramienta que facilita operaciones ilegales.
A esta narrativa se le unió la DEA, quienes afirmaban que para este año había aumentado el uso de cajeros automáticos de bitcoin para el lavado de dinero. No paró allí, porque poco después, Australia afirmó que consideraría a bitcoin entre sus leyes anti-lavado de dinero y varios expertos afirmaron que El Salvador enfrentaría problemas en este sector si adoptaba a bitcoin como moneda de curso legal.
No vamos a hacernos los tontos. Indudablemente bitcoin es usado por criminales cibernéticos, lo hemos visto con el caso Silk Road y el repunte de ataques de ransomware. Dinero sucio rondando por sus redes existe, pero también hay en el sistema financiero tradicional y nadie se queja. Desde el 2015 se viene diciendo que el dinero en efectivo es el gran favorito de los criminales para cobrar sus servicios, también se usa para el financiamiento terrorista.
Trabajos acerca de este tema han arrojado que bitcoin solo representa el 2% del flujo de dinero ilegal en el mundo, mientras que el dólar se utiliza 800 veces más para comercios fuera de la ley. Estos datos demuestran que el problema es el dinero en general, siempre existirá alguien que esté dispuesto a utilizar cualquier tipo de método de pago para hacer sus fechorías. Entonces, ¿por qué ponerle la lupa a bitcoin y no reforzar la narrativa de que las monedas fíat también pueden ser corrompidas?
Investigaciones como los Pandora Papers nos recuerdan que siempre debemos cuestionarnos lo que los otros nos dicen que es real. No siempre las personas que se encargan de «velar por nuestros derechos» realmente lo hacen, a veces simplemente están viendo por los suyos.
En medio de ese panorama, se me hace cada vez más evidente que necesitamos sistemas financieros creados por nosotros y manejados por nosotros. En donde todos podamos verificar los hechos, auditar las transacciones y no tengamos que confiar en las palabras de un tercero. En pocas palabras, necesitamos a Bitcoin.
Descargo de responsabilidad: Los puntos de vista y opiniones expresadas en este artículo pertenecen a su autor y no necesariamente reflejan aquellas de CriptoNoticias. La opinión del autor es a título informativo y en ninguna circunstancia constituye una recomendación de inversión ni asesoría financiera.