-
El control que puede ejercer Facebook es lo opuesto a lo que necesita un metaverso próspero.
-
Se está creando un nuevo mundo sobre blockchains y es hora de decidir cómo lo queremos.
El metaverso es la nueva palabra de moda o la más reciente frontera descubierta por el mundo. Desde que Mark Zuckerberg habló del término, parece que el planeta entero está obsesionado por saber más sobre el espacio virtual que está en proceso de creación. Todo un cosmos se ha estado construyendo desde hace varios años, aunque ahora es cuando la humanidad ha comenzado a notarlo.
«¿Y qué es el metaverso?», se preguntan todos. El problema es que hay muchas definiciones que han surgido a medida que crece el ruido relacionado con el término. Aunque, por ahora, la mayoría recurre al escritor Neal Stephenson quien usó la palabra por primera vez en su novela «Snow Crash» publicada en 1992.
El concepto como tal ya existía desde antes de que Stephenson usara la palabra metaverso. No obstante, desde que él lo introdujo, el término comenzó a usarse en referencia al mundo digital en el que conviven los humanos, más allá del plano físico.
Películas como Tron (1982), Johnny Mnemonic (1995) y Matrix (1999), muestran sus propias versiones del mundo virtual. Así que, combinando todos estos conceptos, podemos decir que el metaverso se refiere a una variedad de experiencias virtuales, un marco para una vida extremadamente conectada, entendida hoy como la evolución del Internet.
Se trata de la Web 3.0 que otorga a la humanidad una experiencia inmersiva en plataformas que combinan los gráficos interactivos 3D, la simulación, la realidad virtual, los tokens no fungibles (NFT) y redes blockchains. Y basado en estas tecnologías, crea entornos en línea que simulan aulas, laboratorios, salas de conciertos o lugares de trabajo, entre otros.
Quizás, lo primero que hay que entender del metaverso es que se trata de un universo que crece en paralelo al mundo físico. Es como el espacio sideral que no le pertenece a alguna persona o empresa, y es tan descentralizado como Bitcoin. Es decir, que no existe una autoridad o ente de control que sea responsable de su existencia, emisión o registro de sus movimientos. Al menos así debería ser en un futuro ideal.
En todo caso, hay que tener en cuenta que, si el metaverso es un nuevo universo, también es cierto que este contiene millones de galaxias. Quiere decir que en el caso del mundo virtual que se construye, existirán miles de proyectos, cada uno con características distintas.
Blockchain: el ADN del metaverso o la clave para el futuro
Como ya lo mencioné líneas atrás, el metaverso nació como una idea en la cabeza de alguien, se trasladó al cine y comenzó a dar sus primeros pasos con plataformas como Second Life o Habbo Hotel. Son comunidades virtuales donde es posible realizar una amplia gama de actividades, como bailar en clubes nocturnos, comprar ropa digital en la tienda Armani y hasta tener sexo virtual.
Desde entonces, el mundo de los videojuegos ha venido creando metaversos que han conquistado a millones de gamers con experiencias como SpellForce y World of Warcraft. Este último, un verdadero monstruo que, a 17 años de su lanzamiento, todavía conserva unos 5 millones de suscriptores. Más tarde llegaron Roblox y Fortnite con sus propios metaversos que han conquistado a millones de fans.
Sin embargo, el metaverso cobró una nueva forma cuando la realidad virtual se unió con la red de Ethereum y los NFT para que emergiera Decentraland, el mundo virtual en el que ya viven 60 millones de usuarios. Una tierra en la que es posible realizar múltiples actividades, como asistir a un casino, disfrutar conciertos, comprar ropa y accesorios virtuales o adquirir coleccionables digitales. Pero, sobre todo, un mundo que es propiedad de sus usuarios.
Decentraland lanzó su plataforma de gobernanza en septiembre del año pasado, como lo informó CriptoNoticias en ese momento. Desde entonces, los propietarios de tierras, votan y formulan nuevos planteamientos para establecer las reglas de convivencia de su sociedad virtual y decidir sobre el futuro del proyecto.
Bajo ese mismo concepto existen otras iniciativas como Axie Infinity, cuyos fundadores también prometen crear su plataforma de gobernanza para que el juego play to earn pertenezca a los usuarios y el proyecto pueda avanzar según sus designios. Es parte de los fundamentos de bitcoin: la descentralización y distribución de la riqueza.
Hay otros metaversos basados en blockchain como Somnium Space, The Sandbox y Upland, que están acaparando la atención de los inversionistas y las empresas, las cuales están invirtiendo en sus parcelas de tierra. Sobre ellas construirán sus propios proyectos para que sus comunidades interactúen.
Incluso, Barbados, una isla localizada al este del Caribe, en Centroamérica, establecerá la primera embajada de un país en el metaverso de Decentraland. Y al hacerlo, se transformará en el primer Estado del mundo en reconocer la soberanía de tierras digitales.
Muchos creen que las tierras virtuales de estas plataformas son el abono que necesitan para crecer en el futuro. Son los bienes raíces del universo paralelo que crece a un ritmo acelerado. Al comprar una o varias de estas parcelas que no son más que NFT, también adquieren el derecho de monetizar todo lo que ocurra sobre sus terrenos. Es un universo híbrido, donde lo fungible y lo no fungible se cruzan en múltiples puntos.
Entonces, es claro que las blockchains son el ADN de este metaverso que está emergiendo en la actualidad. Con bitcoin o ethers (ETH) se puede comprar un token no fungible que represente el Machu Picchu de los Andes del Perú y cobrar una entrada a todo avatar que la visite, por ejemplo.
Cada metaverso podría tener sus propias versiones de lugares que ya existen en el mundo físico o mejorarlas. Un ejemplo de ello, es el club de playa exclusivo Fantasy Marina que existe en el universo virtual The Sandbox.
Un usuario o una empresa también podrá hacer, de su Machu Picchu virtual, un punto comercial en el que se ofrezcan artesanías de Perú en NFT, que luego se podrán cambiar por sus propias versiones en el mundo físico. La verdad es que el metaverso es un mundo de oportunidades infinitas, tan infinitas como la posibilidad de crear nuevos mundos virtuales.
Claro que también es de tener en cuenta que un metaverso construido sobre una blockchain no es garantía de que se trata de un proyecto descentralizado. Si es centralizado o no, estará determinado por su sistema de gobernanza.
Diseñemos el metaverso que queremos
Hay quienes creen que la profecía de Matrix se cumplirá y en el futuro cercano el metaverso será nuestro verdadero mundo real, aunque todavía falta mucho para que eso ocurra. Para alcanzarlo, tendremos que hacer una transferencia total de identidad, riqueza, posesiones e interacciones del ámbito físico al ámbito digital.
Igualmente, debemos mantenernos vigilantes de que la pérdida de nuestras libertades no vaya incluida, como sucede en la famosa saga de las hermanas Wachowski.
Sin embargo, por lo que está sucediendo actualmente, es posible que la transición total de un mundo físico a lo digital ya esté en marcha. Y por eso, este parece ser el momento oportuno para asegurarnos de que vamos en la dirección correcta, desde el punto de vista colectivo.
¿Queremos crear en el metaverso una versión completa del mundo físico que tenemos? ¿Nos llevaremos el sistema financiero centralizado que tanto dolor le ha causado a la humanidad?
¿Viviremos en un metaverso deflacionario o saltaremos de mundo a mundo virtual con sus propios tokens de emisión infinita? ¿Nos quedamos en metaversos con degradación monetaria donde se destruya nuestro poder adquisitivo? ¿Cómo aprovechamos las propiedades positivas de bitcoin y al mismo tiempo promovemos el intercambio de bitcoins entre nosotros?
La cantidad de preguntas planteadas nos muestra que tenemos una larga tarea para que el metaverso sea un mundo mejor al mundo físico que tenemos en la actualidad. Si el universo virtual se construye solo teniendo en cuenta los intereses de unos pocos, esto solo consolidará aún más la riqueza y el poder que tienen unos cuantos y podría terminar con la visión utópica descentralizada del metaverso.
¿Se imaginan un metaverso centrado en la estructura actual que tienen las grandes corporaciones tecnológicas como Facebook, cuyo concepto se basa en capitalizar los datos de los usuarios, monetizando cada uno de sus movimientos?
Facebook ya tiene el poder de manipular a su gran volumen de usuarios a quienes también bombardea con algoritmos. Seguramente su dominio se triplicará si en su metaverso podrá sacar provecho de los movimientos corporales de la gente o de leer las expresiones de sus rostros e incluso de sus pupilas.
Es posible que para acceder a todo el metaverso de Facebook los usuarios requieran el visor de realidad virtual Oculus, lanzado por la empresa. A través de ellos estará al tanto de lo que discutimos en el trabajo, de nuestras preferencias y gustos de todo tipo, todo servido en bandeja de plata.
Tengamos en cuenta que la empresa siempre priorizará un entorno estrictamente controlado sobre un metaverso descentralizado o multiplataforma con mundos virtuales interconectados.
Entonces, hoy debemos estar preocupados y conscientes que tenemos la tarea de evitar de que el diseño del metaverso pueda afectar nuestras relaciones sociales y tenga implicaciones psicológicas en gran parte de la humanidad.
La verdad es que me niego a vivir en un metaverso así. Prefiero un universo virtual descentralizado donde se les permita a todos monetizar su propia identidad digital y se transfiera el poder y la generación de ingresos a las manos de los usuarios.
Lo siento, pero Bitcoin ya me mostró que es mejor un mundo descentralizado de código abierto donde presionamos por la igualdad de oportunidades y donde la tecnología se comparte libremente. Partiendo de ello, lo que quiero es un metaverso en el que se impulse a todos a abrirle las puertas a la prosperidad, innovación y el crecimiento.
Descargo de responsabilidad: Los puntos de vista y opiniones expresadas en este artículo pertenecen a su autor y no necesariamente reflejan aquellas de CriptoNoticias. La opinión del autor es a título informativo y en ninguna circunstancia constituye una recomendación de inversión ni asesoría financiera.