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Las Reservas de EE. UU. nunca han incluido títulos valor.
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Las propiedades de Bitcoin lo hacen un commodity digital.
Que Bitcoin sea admitido como una activo de reserva es una idea que, si bien aún no está generalizada en el mundo, gana cada vez más tracción, especialmente en Estados Unidos. Pero que Trump afirme que incluirá altcoins dentro de su propuesta de Reserva Estratégica supone un error de novato con graves implicaciones. ¿Por qué?
De acuerdo con el Manual de Balanza de Pagos y Posición de Inversión Internacional (BPM6), documento del Fondo Monetario Internacional (FMI) que establece las normas y metodologías para la compilación de datos relacionados con las transacciones económicas de un país con el resto del mundo, se define a un activo de reserva de la siguiente manera:
“Activos externos que están disponibles de inmediato y bajo el control de las autoridades monetarias para satisfacer necesidades de financiamiento de la balanza de pagos, para intervenir en los mercados cambiarios a fin de influir sobre el tipo de cambio y para otros fines conexos (como el mantenimiento de la confianza en la moneda y la economía y servir como base para el endeudamiento externo).”
Fondo Monetario Internacional
Abstrayendo los elementos esenciales de un activo de reserva en dicha definición, tenemos:
- Activo externo
- Disponibilidad inmediata, es decir, líquido
- Bajo control de autoridades monetarias
- Para satisfacer necesidades de financiamiento de la balanza de pagos
- Para intervenir en mercados cambiarios
- Para influir en el tipo de cambio
- Para mantener la confianza en la moneda y la economía
- Para respaldar el endeudamiento externo
Así la palabra del FMI no sea sacrosanta ni vinculante, estos ocho ítems dan una perspectiva del consenso global existente sobre lo que es un activo de reserva.
En la actualidad, las Reservas de Activos Tradicionales de Estados Unidos están compuestas por
- Petróleo: ~ USD 32-36 mil millones.
- Oro: ~ USD 523 mil millones.
- Divisas (dólares estadounidenses; euros; y yenes japoneses, mayoritariamente; aunque también poseen otras monedas y derechos especiales de giro del FMI): ~ USD 238 mil millones.
- Materiales Críticos (metales como titanio, cromo, cobalto, tungsteno, neodimio y disprosio; así como aluminio, berilio, yodo y níquel): ~ USD 1-2 mil millones.
Puede notarse que, a excepción de las divisas, todos los activos que conforman las reservas estadounidenses son Materias Prima o Commodities. No hay ningún título valor ni de deuda emitido por ninguna empresa. Y aunque pudiéramos debatir sobre el hecho de que las divisas son una obligación de pago del banco central de cada país, lo que acarrea riesgo de contraparte, lo cierto es que la mayoría de las reservas de divisas se encuentran en notas del tesoro y otros instrumentos financieros denominados en USD.
Sobre este último punto ya se abre cierta brecha respecto al primer elemento de la definición de activo de reserva del FMI. Teniendo que ser un activo externo, lo cierto es que Estados Unidos se respalda en parte con el propio dinero que ellos emiten. Pero ignoremos esta contradicción para fines de este artículo. De resto, a excepción de los materiales críticos -que no tienen un objetivo financiero y, por tanto, no son tan líquidos-, todos los demás activos cumplen con los criterios.
En el caso de Bitcoin, siendo una materia prima digital, cumpliría perfectamente con la definición y es acorde con el tipo de activo que históricamente ha formado parte de las reservas internacionales. Por si no hemos sido explícitos, la característica que más distingue a Bitcoin del resto de las criptomonedas es que no le pertenece a nadie.
Es un activo completamente neutro y descentralizado, sin jefes, presidentes ni CEO, abierto a todo el mundo, sin intermediarios, sin posibilidad de que una entidad cualquiera pueda censurar las transacciones que se hacen en la red, y con el más alto grado de predictibilidad de la historia, sin cambio bruscos en su código. Aparte de un sistema financiero en sí mismo, Bitcoin es oro digital, e incluso superior al oro, pues todo su suministro y circulante es transparente y auditable por cualquiera en tiempo real, a diferencia de lo que está pasando en Fort Knox.
El resto de las criptomonedas, aunque la nueva administración de la Comisión de Bolsa y Valores (SEC) de Estados Unidos haya convenientemente cambiado de parecer, se parecen más a la acción de una empresa que a una materia prima.
El mayor problema con esto es el riesgo de contraparte que implica. A diferencia de Bitcoin, todas estas criptomonedas tienen una empresa o fundación detrás que se encarga de su desarrollo y promoción. XRP tiene a Ripple Labs; SOL tiene a la Fundación Solana; ADA tiene a Input Output Hong Kong (IOHK); incluso ETH, la más descentralizada del grupo, tiene a la Fundación Ethereum.
En el escenario de que estas entidades dejaran de impulsar a sus redes, probablemente las criptomonedas morirían, como han muerto tantas criptomonedas en la historia. Solana casi muere cuando cayó FTX, su principal inversor, y ahora sobrevive de chistes de Internet. XRP casi muere con la demanda de la SEC, y si Gary Gensler siguiera dirigiendo la Comisión, probablemente seguiría ese camino. ADA vive de las promesas de su dueño Charles Hoskinson, porque poco uso y actividad real tiene. Y Ethereum –que poco a poco cae en la irrelevancia, excepto cuando se trata de hackeos millonarios– cambia impredeciblemente según la voluntad de su creador, reescribiendo su contabilidad, modificando su validación de transacciones o alterando su política monetaria.
Por si no es evidente el problema que supone esta influencia central en el destino de estas criptomonedas, veamos cómo va en contra de la misma definición del FMI.
Si un activo de reserva “debe estar bajo el control de las autoridades monetarias”, con estas criptomonedas el control es compartido. Se corre el riesgo de que, tal como ha pasado anteriormente, estos líderes o fundaciones influencien a su comunidad, para modificar el suministro, lo que podría diluir el valor de las reservas. Ya no sería el Banco Central el único que podría “intervenir en el mercado cambiario” o “influir en el tipo de cambio”.
Con Bitcoin esto es imposible por ser acéfalo; coordinar a todos los usuarios para cambiar el límite de 21 millones de monedas es prácticamente imposible.
Respecto al punto sobre la “disponibilidad inmediata”, redes como Solana han sufrido varios apagones en los que la red ha quedado sin procesar transacciones hasta por 20 horas. La red Bitcoin lleva 16 años de funcionamiento ininterrumpido.
Así ninguna de estas redes vuelva a sufrir un apagón, si EE. UU. necesitara intervenir en el mercado de divisas, vender estas criptomonedas no sería tan líquido como vender dólares, euros o bitcoin.
Y aunque pueda parecer un caso remoto, en estas redes más centralizadas es posible la coordinación para cocinar los libros de contabilidad o reescribir la historia contable. Póngase el caso en que alguno de estos líderes se enemiste con el gobierno de Estados Unidos, como sucedió con Edward Snowden y decida influir en su comunidad para borrar del registro las transacciones de Estados Unidos. Esto, nuevamente, es imposible con Bitcoin. ¿Vale la pena el riesgo?
Además, comprar y mantener grandes cantidades de estas criptomonedas implicaría que el Tesoro se convierta en accionista significativo, lo que podría interpretarse como una nacionalización parcial o interferencia en el mercado libre. Poseer acciones de empresas o criptomonedas específicas crearía conflictos éticos y políticos. ¿Por qué favorecer a Apple sobre Tesla o a Cardano sobre Chainlink? Esto podría generar acusaciones de favoritismo o manipulación del mercado.
Hay quienes afirman que la manipulación de mercado ya está presente en el anuncio. Samson Mow, por ejemplo, destaca las pocas probabilidades que tienen estas criptomonedas de llegar a una propuesta con criterio fundado para la Reserva, añadiendo que, por ahora, se trata simplemente de las palabras de un político, expresadas convenientemente en un momento de caída de precios.
Y aún si no quisiéramos atribuir malicia donde puede haber ignorancia, al promover estas criptomonedas, Trump estaría cayendo en el típico error de novato de confundir Bitcoin con todo lo demás, solo que con el agregado de arrastrar a todo un país en la novatada, con las consecuentes pérdidas que todos sufren al querer jugar al casino.
Poseer acciones de empresas de criptomonedas serviría más como una inversión especulativa que resultará “desconfianza ante la moneda economía estadounidense”. ¿Cómo tendrían confianza en el USD si tiene reservas que pueden ser manipuladas por terceros?
De esta manera, vemos que solo hay espacio para un activo digital dentro de las Reservas Estratégicas. El oro respalda la confianza en el dólar históricamente; el petróleo asegura energía en crisis; las divisas estabilizan el tipo de cambio. Y Bitcoin está ahí para sentar las bases del sistema financiero del futuro, basado en la transparencia, predictibilidad, inmutabilidad, neutralidad y apertura.