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Con todas las criptomonedas el riesgo de contraparte es latente.
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Bitcoin, como el oro, no le pertenece a nadie.
Desde que Milei asumió la presidencia, y probablemente desde que empezó a hacer carrera política, muchas han sido las oportunidades en las que grandes y pequeños referentes de la industria de Bitcoin han querido acercarse a él para intentar explicarle por qué Bitcoin, y han sido desestimados, dando espacio a desconocidos. Hoy la ignorancia e indiferencia con la que reaccionó ante el fenómeno monetario más importante de los últimos siglos le está pasando factura. Una factura costosísima.
A estas alturas de la vida, año 2025, 16 años de Bitcoin, con la mayor potencia económica del mundo evaluando la inclusión de BTC en las Reservas Estratégicas del país, no deberías darte el lujo de no entender qué es Bitcoin, menos si eres un presidente. Tampoco puedes caer en el fatal error de confundir Bitcoin con el resto de las criptomonedas, incluso menos si eres el vocero global con mayor audiencia de la escuela de economía austríaca.
Qué es Libra, realmente no importa. Libra es aire. Libra es aceite de serpiente. Libra es de esas cosas que están de más. Es una idea millonaria que se le ocurrió a alguien en un asado, borracho con sus amigotes, para hacer guita. Una más entre el asquerosamente largo número de criptomonedas y tokens que esta avariciosa sociedad ha tenido a bien parir para convencer a otro ignorante de que es la solución revolucionaria a quién sabe qué problema de mentira. Incluso si no es una estafa, la existencia de Libra sobra.
Si aún después de la bilis diluida en palabras que regurgitamos en el párrafo anterior te mantienes con la curiosidad morbosa de indagar más sobre Libra, en CriptoNoticias escribimos este artículo para ti. Pero no pierdas tu tiempo si esperas conseguir tokenomics, algún detalle técnico o conceptos claros sobre el token y su utilidad.
Y es aquí donde llegamos al verdadero meollo del asunto: ¿por qué Bitcoin y no Libra? ¿Por qué Bitcoin y no todo lo demás?
Porque Bitcoin no le pertenece a nadie.
Porque Bitcoin no es controlable por nadie.
Porque Bitcoin solo se obedece a sí mismo.
Porque Bitcoin lo ha desafiado todo y ha triunfado.
Porque Bitcoin cambió el mundo utilizando el poder menos corruptible del mundo: las matemáticas.
¿Menos poético? Claro, aquí te va.
Bitcoin es una red de intercambio de valor persona a persona que opera sin intermediarios y sin dueños, de forma neutral y con el riesgo de contraparte reducido al mínimo posible. Es una red abierta en la que cualquiera puede participar sin pedir permiso a nadie, pero sin la posibilidad de hacer cambios arbitrarios.
No hay una empresa, no hay un CEO, no hay un presidente, no hay una fundación. Es mantenida por sus usuarios, gente que voluntariamente corre el software Bitcoin y se asegura de que las reglas se cumplan, gente que voluntariamente aporta poder de computo para asegurar la contabilidad; gente que voluntariamente escribe código para hacer más útil, segura y amigable la red; gente que voluntariamente utiliza el activo para preservar e intercambiar valor.
Por primera vez en la historia hay un sistema monetario realmente justo, porque está regulado por dentro, porque sus reglas se autoejecutan gracias a la criptografía y a una teoría de juegos que incentiva el comportamiento honesto y penaliza el deshonesto.
Aparte, el activo nativo de la red tiene unas cualidades dinerarias que lo convierten en una versión mejorada del oro, la mejor y más longeva forma de dinero que existió en el pasado. Mejor portabilidad, menores costos de almacenamiento, más rápido, programable, e incluso más escaso, gracias a su suministro inelástico de máximo 21 millones de unidades, prácticamente imposible de aumentar.
En pocas palabras, es un dinero en el que nadie puede robarte valor inflando arbitrariamente el suministro, que no depende de nadie para funcionar, y en el que puedes tener plena y transparente certeza de que sus reglas y funcionamiento no cambiarán caprichosamente cuando a alguien se le ocurra.
Todo lo demás es un pasivo de alguien. Una obligación de pago de alguien. Una forma de acción o título valor emitido sin pasar por los cánones regulados y que igual no genera dividendos ni hace reportes trimestrales a sus inversionistas. Muchas criptomonedas, memecoins, más humildes, ni siquiera tienen mayores pretensiones que presentarse ante el mundo como un chiste, sin mayor utilidad que enriquecer a quienes compran primero y empobrecer a quienes compran después.
Libra no se distingue de eso. Sus creadores dicen que la moneda busca recaudar fondos que luego serían repartidos en financiamiento para pequeñas empresas de Argentina. ¿Hace falta una criptomoneda nueva para eso? No, pero crearla enriquece potencialmente a sus creadores.
Así Libra haya sido concebida con buenas intenciones, la ejecución del plan fue pésima. He ahí el riesgo de contraparte. Que ciertos involucrados internos hayan tomado ganancias en el momento de mayor auge del precio a expensa de nuevos inversionistas en pleno lanzamiento, es una forma de defraudar que hubiera sido imposible con Bitcoin.
Pero Milei no hizo los deberes y ensució su reputación.
A pesar de estar rodeado de tantos brillantes y longevos bitcoiners de Argentina que han visto este tipo de historias repetirse una y otra vez, a pesar de tener acceso a Nayib Bukele, quien lleva años de adopción exitosa de Bitcoin en su tesorería estatal, decidió actuar y promover “sin estar interiorizado de los pormenores del proyecto”.
No hay que presumir malicia donde pudo haber ignorancia. Pero una ignorancia de este calibre en un presidente y economista austriaco será difícil que quede impune.
Ya no se puede ser ignorante ante Bitcoin.