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Bitcoin recibió fuertes críticas en el pasado por su consumo eléctrico y potencial impacto ambiental
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El consenso científico cambió y Bitcoin se considera una tecnología necesaria para la transición
Desde los comienzos de Bitcoin existió una preocupación por la cantidad de energía que consumía o que iba a consumir si empezaba a crecer mucho. Ya en 2012 el whitepaper de Peercoin proponía el consenso de prueba de participación como alternativa a la prueba de trabajo para atenuar el impacto ambiental de las criptomonedas. En 2014 tenemos Greencoin, también con el objetivo explícito de ser más ecológica que Bitcoin; y en 2017 Faircoin, con su consenso de prueba de cooperación como alternativa a la prueba de trabajo.
También en 2017 (año en el que el precio y la minería de Bitcoin crecieron dramáticamente) empiezan a aparecer artículos en revistas, alarmando sobre el peligroso consumo energético de Bitcoin y comparándolo con el de pequeños países, algo que luego se volverá típico de esos argumentos.
En 2018 aparece quizás la primera publicación científica sobre el impacto ambiental de la minería, en un artículo de la revista Nature titulado “La alarmante huella de carbono de Bitcoin”, del investigador británico Spyros Foteinis. Este artículo fue citado y reproducido por otros investigadores y por medios de noticias para cuestionar a la minería de Bitcoin. El principal problema con este artículo es que realizó un simple cálculo de energía consumida y asumió cuánto carbono se emitía produciéndola, sin investigar si la minería de Bitcoin efectivamente provenía de combustibles fósiles.
Uno de los primeros bitcoiners en responder fue Christopher Bendiksen de CoinShares, que comenzó a publicar informes sobre la industria de la minería de Bitcoin para abrir un debate honesto y basado en datos fehacientes. Entre otras cosas, resaltaron cuánta de la energía usada en la minería de Bitcoin provenía de combustibles fósiles y cuánta de renovables. En ese momento, gran parte de la minería estaba concentrada en zonas de China y dependía de represas hidroeléctricas, lo cual fue una fuerte objeción a la huella de carbono estimada por artículos como el de Foteinis.
En 2021 varias empresas formaron el Consejo de Minería de Bitcoin para nuclearse y defender a su industria, principalmente en Estados Unidos. Publicaron varios informes entre 2021 y 2023, haciendo hincapié en el porcentaje de energía renovable usada en la minería de Bitcoin, el cual resultó ser más alto que en todas las demás ramas de la industria. Luego de 2023, el Concejo pareció haber dejado de estar activo, pero la minería de Bitcoin en EE. UU. se ha convertido en una industria pujante.
También en 2021 se grabó el capítulo 203 del podcast The Bitcoin Standard, del autor Saifedean Ammous, con el influencer y psicólogo Jordan Peterson. En un momento de la entrevista tocan el tema de la energía y Ammous explica cómo la minería de Bitcoin en realidad ayuda al desarrollo de la energía renovable:
Peterson: – ¿Por qué alguien no iría directamente a comprar bitcoin? Parece ser mucho más simple que minar. (…) ¿Por qué molestarse en minar?
Ammous: – La respuesta corta es que si tienes una forma de obtener energía a menos de cinco centavos por kilovatio/hora, entonces deberías entrar al negocio de la minería de bitcoin. (…) Así que si tienes una fuente de energía que está aislada de la red, o si tienes una forma barata de obtener energía, entonces minar bitcoin te conviene.
Peterson: – ¿Eso significa que Bitcoin es una muy buena manera de mover recursos desde lugares que pueden producir energía barata a otros donde es más cara? (…) Hace a la energía barata mucho más valiosa.
(…)
Ammous: – Es algo muy extraño, creo que tendrá un impacto muy profundo en el mercado global de energía porque, por primera vez en la historia, tenemos una forma de vender energía independientemente de su ubicación. Muchos lugares en el mundo tienen mucha energía, pero es muy caro llevarla a los centros de población. (…)
Peterson: – No necesitas cables.
(…)
Ammous: – Exactamente (…) con Bitcoin solamente llevas a los mineros a donde está esa energía y puedes monetizar esa energía convirtiéndola en bitcoins. (…) [Bitcoin] proporciona un subsidio a cualquiera que pueda producir energía de forma barata (…)
Peterson: – Y no es solo un subsidio (…) al ser una inversión que aumenta su valor a lo largo del tiempo (…) elimina la incertidumbre de invertir en proyectos de generación de energía barata que están aislados geográficamente. No puedo creer que sea cierto.
El clip se viralizó independientemente del resto de la charla y proporcionó un argumento fuerte, no ya defensivo como los anteriores, sino que mostraba a Bitcoin como una tecnología con un impacto positivo en la transición energética.
Hasta el momento, los argumentos bitcoiners respecto a este tema no eran verdaderamente sólidos. Se argumentaba que gran aporte de la energía usada por la minería era de fuentes renovables, o que otras tecnologías cotidianas, como las consolas de videojuegos, también consumen la misma energía que un pequeño país si se las considera en conjunto. Pero primariamente los argumentos giraban en torno a si la minería de Bitcoin realmente valía la pena, si toda esa energía se gastaba en algo bueno o no.
Este tipo de argumentos, como el discutido por Peterson y Ammous, ponía a Bitcoin en otro nivel, ya que no solo se trata de una tecnología que gasta mucha energía “por una buena causa”, sino que tiene un rol activo en mejorar la forma en la que producimos la energía.
En 2022, la ONG Greenpeace USA, junto a otras ONG ambientales, se sumó a las críticas a Bitcoin con una curiosa campaña titulada “Cambiar el código: No el clima”. La particularidad de la campaña es que está centrada en Estados Unidos y que pretende modificar el código fuente de Bitcoin para cambiar el algoritmo de consenso. La forma de conseguirlo, según estas ONGs, es:
…presionar a los mayores inversores e influencers de Bitcoin -muchos de los cuales han anunciado compromisos climáticos- para que ejerzan su liderazgo y pidan un cambio de código. También explorará los esfuerzos legales y regulatorios.
Es decir, fue una campaña pensada desde la noción de centralización: asumieron que el gobierno estadounidense y algunas figuras prominentes del ecosistema de Bitcoin tienen poder para modificar las reglas fundamentales del protocolo, como si se tratase de una compañía, el blanco más común de sus campañas.
Por supuesto esta campaña no tuvo éxito en sus objetivos expresos y Bitcoin no modificó su algoritmo de consenso. Las malas lenguas dicen que detrás de la campaña está en realidad un lobby shitcoiner primereado por XRP.
Sea como fuere, la campaña de Greenpeace USA pareció ser otro punto de inflexión que movilizó a la comunidad bitcoiner a tomar cartas en el asunto. Igual que ocurre con otras cosas como su valor, al cuestionar algunos aspectos de Bitcoin nos encontramos con un espejo en el que terminamos haciéndonos esos mismos cuestionamientos respecto a algo que ya teníamos asumido. De este mismo modo, decía, personas como el artista Benjamin Von Wong, quien hizo una escultura para denunciar a Bitcoin (a pedido de Greenpeace como parte de su campaña), se introdujo en el debate sobre la minería de Bitcoin y terminó poniéndose a favor de esta.
Bitcoin como una ESG
El consenso científico acerca del impacto ambiental de Bitcoin pasó de ser negativo a positivo entre 2021 y 2024. Un actor clave en ese cambio fue Daniel Batten, un inversor y ecologista que estuvo convenciendo a diferentes investigadores e inversores de que Bitcoin es en realidad una tecnología verde. Según uno de sus últimos artículos, titulado “Por qué Bitcoin es una acción climática de primer orden”:
(14 de los últimos 16 artículos sobre Bitcoin y la energía sugieren impactos ambientales positivos de la minería de Bitcoin), una conclusión compartida por el 90% de las revistas de sostenibilidad que cubren la minería Bitcoin e incluso la mayoría (85,7%) de la cobertura de noticias desde 2023.
Ahora bien, el artículo de Batten no solamente se queda en estos resultados, sino que también explica en detalle cuáles son los beneficios ambientales de la minería de Bitcoin de acuerdo a todas estas investigaciones. Proporcionaré un resumen para concluir este artículo.
La minería de Bitcoin ha demostrado ser crucial para superar cuatro barreras sistémicas en el progreso climático. Primero, aborda los cuellos de botella de la energía renovable, monetizando la energía desperdiciada y reduciendo los tiempos de recuperación de inversiones en solar y eólica (similar a lo que dicen Ammous y Peterson, previamente citados). Segundo, reemplaza el calor generado por combustibles fósiles (este medio ha publicado varias notas de proyectos de este estilo. Por ejemplo, aquí y aquí). Tercero, acelera la investigación y desarrollo de tecnologías climáticas desatendidas, como las microredes en Kenia. Cuarto, reduce las emisiones de metano, mitigando 3.2 millones de toneladas de CO2 anualmente y evitando la construcción de nuevas plantas intensivas en combustibles fósiles (tal como hace, por ejemplo, YPF en Argentina).
Críticos que acusan estos esfuerzos de «lavado verde» ignoran datos que muestran que el 61.5% de la minería de Bitcoin usa más del 98% de energía sostenible y que ya hay empresas compensando un 7% de las emisiones de la red.
Todas estas razones hacen que Bitcoin no solamente no sea una tecnología nociva para el ambiente como se pensaba en un primer momento, sino que es una tecnología crucial para lograr un mundo más amigable con el medioambiente.
Descargo de responsabilidad: Los puntos de vista y opiniones expresadas en este artículo pertenecen a su autor y no necesariamente reflejan aquellas de CriptoNoticias. La opinión del autor es a título informativo y en ninguna circunstancia constituye una recomendación de inversión ni asesoría financiera.