Hechos clave:
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Muchas carteras de criptomonedas son tan pequeƱas...
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ĀæQuĆ© pasarĆa si tu perro se la comiera?
Mario estaba orgulloso de ser un paranoico declarado. Si Ć©l hubiera leĆdo en algĆŗn foro oscuro de Internet con suficientes seguidores que el famoso sombrerito de papel aluminio servĆa en serio para protegerlo de lecturas telepĆ”ticas, lo hubiera usado sin dudar, incluso en el trabajo. Aunque la verdad Mario trabajaba como programador desde su casa, por lo que difĆcilmente llamarĆa la atenciĆ³n.
No obstante, habĆa que darle algo de crĆ©dito. Era mĆ”s paranoico en cuanto a tecnologĆa se referĆa que en cuanto a conspiraciones, las cuales solĆa creer a pies juntillas, pero no muchas llegaban a sus ojos u oĆdos. Estaba demasiado ocupado lidiando con sus paranoias tecnolĆ³gicas, debido a su profesiĆ³n.
Todos los equipos que poseĆa y que podĆan conectarse a Internet contaban con antivirus potentes, los Ćŗltimos sistemas operativos, los Ćŗltimos firmwares, las Ćŗltimas herramientas de seguridad. Su laptop principal, un diseƱo caro, venĆa con hardware para la identificaciĆ³n biomĆ©tricaā¦ al igual que la cerradura de su casa. Por si acaso.
Usaba Tor, VPNs y toda la parafernalia relacionada antes de atreverse a abrir Google. Y no es que Mario manejara datos demasiado delicados, precisamente: trabajaba para una empresa de videojuegos. Le gustaba mantenerse āprotegidoā, eso era todo; siempre decĆa.
A pesar de su excentricidad, Sandra, su novia de tres aƱos, aceptĆ³ mudarse con Ć©l. Su trĆo de amigos mĆ”s cercanos aĆŗn seguĆa mudo de asombro. QuerĆan a Mario, pero habĆan apostado que Sandra lo dejarĆa apenas se lo pidiera, harta deā¦ sus cosas. SĆ³lo habĆan salido de su asombro para preguntarle de quĆ© tamaƱo la tenĆa entonces, y Ć©l los mandĆ³ al diablo.
Ya llevaba dos meses felices en esa nueva casa con Sandra, su perro Marley y sus numerosos cachivaches. Hablemos primero sobre Marley, el mayor desencadenante de la tragedia.
Se llamaba igual que el perro de la pelĆcula de 2008 (Marley y yo) porque era muy semejante. Mario lo habĆa recogido de un refugio, asĆ que no tenĆa raza, pero Ć©l podĆa apostar que tenĆa algo de gran danĆ©s o galgo. Era blanco como la leche, con una pequeƱa mancha negra en el pecho y otra alrededor del ojo izquierdo. Alto, estilizado, de rostro risueƱo. Su tamaƱo asustaba, pero era una pĆ©rdida como perro guardiĆ”n: seguro se echarĆa ante el ladrĆ³n para que le rascara la panza. Era bueno que nunca lo hubiera acogido con ese propĆ³sito. Para eso estaba su confiable tecnologĆa.
Lo que sĆ sabĆa hacer Marley, y muy bien, era mordisquearlo todo. Tal vez no tanto como el perro de la pelĆcula, pero sĆ lo suficiente. A sĆ³lo seis meses de tenerlo, cuando ni siquiera habĆa crecido por completo, se hartĆ³ de reemplazar zapatos y le prohibiĆ³ la entrada a las habitaciones. Claro que uno no puede prohibirle a un perro hacer nada; con āprohibirā se referĆa mĆ”s bien a que hacĆa todo lo posible por no dejarlo pasar.
Ahora toca contar sobre los cachivaches, o mĆ”s bien, sobre el Ćŗnico que en verdad importa: la placa de acero inoxidable que Mario siempre llevaba colgada en el cuello. TenĆa grabado el sĆmbolo del Ying y el Yang y nada por detrĆ”s, o eso parecĆa. Si la apretabas, la placa superior se desprendĆa para revelar otra.
Esa placa inferior era lo mĆ”s interesante del colgante. TenĆa grabada una larga lĆnea de caracteres alfanumĆ©ricos en letra de molde; caracteres que Mario atesoraba casi tanto como su propio cuello. No porque fueran un recuerdo familiar o algo semejante. En realidad, tras ese simple grabado yacĆan los ahorros de toda su vida.
Pocas personas sabĆan ese secretillo, aunque todo el mundo sabĆa que a Mario le encantaban las criptomonedas. Usaba bitcoin, en especial, y no se cansaba de repetir que era mucho mejor un sistema descentralizado que los malditos gobiernos en junta de los bancos, los cuales no cesaban de espiarlos y controlarlos a todos.
Claro que, en realidad, Mario tambiĆ©n se dedicaba a criticar el sistema de Bitcoin y derivados en busca de debilidades, ya que podĆa. Y esa era precisamente la razĆ³n por la que habĆa escogido guardar una llave privada no como doce palabras, sino como un galimatĆas inentendible, y habĆa elegido una cartera de papel (metal) en lugar de una de esas bonitas carteras frĆas que parecĆan pendrives.
Empresas centralizadas producĆan esos aparatos. AdemĆ”s de esa, en su opiniĆ³n, falla terrible; las carteritas podĆan hackearse. No era tan difĆcil interceptarlas durante su camino de la fĆ”brica hacia el usuario final para dejarles alguna sorpresa, asĆ que preferĆa no arriesgar su dinero.
La cartera de metal era mĆ”s confiable, siempre que no la abriera, y confiaba en no hacerlo durante mucho tiempo. HabĆa mandado a grabar su llave privada con un herrero que nada sabĆa de criptomonedas. Como colofĆ³n, siempre llevaba el collar al cuello. TendrĆan que arrebatarlo de su cuerpo muerto y frĆo, Āæy por quĆ© lo harĆan? A los ladrones les atraĆa el oro y la plata, no el acero. Sus ahorros estaban bastante seguros: cuando querĆa aƱadir mĆ”s, sĆ³lo enviaba mĆ”s bitcoins a la direcciĆ³n pĆŗblica desde otra cartera en su PC, y ya estaba. No habĆa abierto esa cartera en aƱosā¦
SĆ³lo hubo un problema que no previĆ³: siempre se quitaba el colgante para dormir y lo dejaba en la mesa de noche. TemĆa ahogarse con Ć©l mientras dormĆa, e incluso si sus infalibles alarmas fallaban por alguna razĆ³n, nadie irĆa primero por esa placa sin importancia.
Dos mƔs dos es igual a cuatro. Supongo que ya lo tienes.
Mario siempre cerraba con pestillo, pero, a veces, a Sandra se le olvidaba. Ella consideraba que ese detalle carecĆa de importancia porque estaba en su casa y nadie mĆ”s, aparte de ellos, vivĆa allĆ. Nadie aparte de ellosā¦ y Marley.
Sandra, como todos los dĆas, saliĆ³ temprano hacia su trabajo en el hospital. Era enfermera. DejĆ³ durmiendo a Mario, que odiaba las maƱanas, y olvidĆ³ cerrar el pestillo.
Su novio abriĆ³ los ojos con pesadez un par de horas mĆ”s tarde, parpadeando con fastidio ante la luz del sol que se colaba por las cortinas de la ventana. La primera visiĆ³n que tuvo fue el hocico del gran perro olfateando en su mesa de noche y la siguiente fue su cola batiĆ©ndose con alegrĆa en el aire.
GruĆ±Ć³ y volviĆ³ a cerrar los ojos durante unos segundos definitivos, antes de abrirlos de nuevo con espanto y enderezarse de un bote vergonzoso sobre la cama. Casi en cĆ”mara lenta, volviĆ³ la vista hacia Marley hurgando en la mesa de noche y, aun sin saber lo que ocurrĆa, pero su instinto gritĆ”ndole que era algo terrible, exclamĆ³:
ā Ā”Marley, no!
Justo en ese momento, el perro terminaba de engullir una cadena muy familiar. Luego, se volteĆ³ hacia Ć©l y sacĆ³ la lengua, feliz de verlo. Ćl percibiĆ³ con mĆ”s claridad que nunca como su rostro se enfriaba de un instante a otro. Marley le lamiĆ³ la mejilla.
Le costĆ³ lo suyo levantarse y empezar a revolver todos los objetos en la mesa. Algunos perros comenzaron a ladrar afuera, pero Ć©l los ignorĆ³ por completo. Estaba en la primera fase: negaciĆ³n. Minutos despuĆ©s, cuando en definitiva no hallĆ³ la placa ahĆ, ni tirada en el suelo, ni en su propio cuello, ni debajo de la cama y tampoco en el armario, pasĆ³ rĆ”pidamente a la etapa de la ira y empezĆ³ a maldecir a una larga lista de divinidades de todas partes del globo y de la historia. Uno no sabe cuĆ”ntos dioses conoce hasta que empieza maldecirlos. ĀæQuiĆ©n dirĆa que hasta se iba a acordar de Kairos?
Marley jamĆ”s se habĆa tragado algo de metal. PreferĆa el plĆ”stico y la goma. ĀæQuĆ©, por todos los infiernos, le habĆa llamado la atenciĆ³n del colgante? Su olor no serĆaā¦ o quizĆ”s sĆ que habĆa sido eso, porque justo la noche anterior Ć©l habĆa dejado en esa mesa un bol de palomitas; el cual, por cierto, ya ni siquiera estaba allĆ, sino en el lavaplatos. Maldita sea.
De pronto, cayĆ³ en cuenta de que el siguiente paso lĆ³gico era correr con Marley hacia el veterinario. Y se dio cuenta tambiĆ©n de que ya no veĆa al perro por allĆ.
ā ĀæMarley?
Silencio. Una espina de terror apuntalĆ³ su pecho.
ā Ā”Marley! āllamĆ³, corriendo escaleras abajo.
Otra cosa en que Marley era bueno: en escapar de la casa. Una vez se habĆa perdido durante dos semanas. HabĆa regresado con un corte en la oreja y un insoportable olor a basura. Nunca logrĆ³ averiguar en dĆ³nde habĆa estado con exactitud.
Su terror se calmĆ³ cuando encontrĆ³ a Marley echado cĆ³modamente sobre el sofĆ” de la sala. SoltĆ³ un sonido exasperado y se apresurĆ³ a acercarse. Claro, desde que tenĆa el sistema de alarmas e identificaciĆ³n biomĆ©trica, su perro no habĆa podido volver a fugarse.
IntentĆ³ abrirle la boca, pero solo consiguiĆ³ unos cuantos lametazos y que acabara huyendo del sofĆ”. Se veĆa tan fresco como una uva, el desgraciado. Seguro que la placa ni siquiera estaba atorada en su esĆ³fago.
Rendido, se dirigiĆ³ escaleras arriba para prepararse para salir y se sintiĆ³ mĆ”s estĆŗpido que nunca. El respaldo de esa llave estaba enterrado bajo el enebro en casa de sus padres y se habĆan peleado el aƱo pasado. Ellos ni siquiera sabĆan que estaba allĆ. Tampoco la habĆa memorizado porque era muy enrevesada, no como las doce palabras usuales. Se prometiĆ³ que, si salĆa de esa, harĆa por lo menos tres respaldos mĆ”s, aunque tuviera que confiar en alguna odiosa compaƱĆa para guardĆ”rselos en una bĆ³veda.
EscribiĆ³ a su supervisor para avisarle que ese dĆa no iba a estar porque su perro se habĆa tragado un pendrive y debĆa llevarlo al veterinario. La respuesta fue āJaja, ese Marley es un loquilloā. Casi le dieron ganas de llorar.
Todo fue cuesta abajo a partir de allĆ.
*
La calle no tenĆa alarmas, pero sĆ mĆ”s perros: esos que habĆa escuchado desde la casa, a los que no habĆa prestado atenciĆ³n. A los que Marley latiĆ³ una y otra vez, eufĆ³ricamente, hasta que se soltĆ³ de su agarre y saliĆ³ corriendo avenida abajo, justo antes de que alcanzaran el auto.
Ćl se quedĆ³ pasmado allĆ, viĆ©ndolo desaparecer en la distancia. Demasiado rĆ”pido para Ć©l. No dio crĆ©dito a la pesadilla durante momentos cruciales. Cuando logrĆ³ reaccionar, subir al auto y acelerar, Dios sabrĆa por dĆ³nde se habĆa ido Marley.
*
ā DĆ©jame entender esto: tu perro se comiĆ³ tu cartera bitcoin. Luego de eso, se te escapĆ³ cuando salĆan de la casa, ahora no tienes idea de dĆ³nde estĆ” y necesitas de nuestra ayuda para encontrarlo.
āā¦ SĆ.
Ricardo, AndrĆ©s y VĆctor se miraron entre ellos justo antes de largarse en carcajadas.
ā Gracias amigos, que lealtad ābufĆ³, de brazos cruzados.
Cuando terminaron de reĆrse, AndrĆ©s fue el primero en hablar:
ā Tienes suerte de que sea sĆ”bado, idiota. ĀæQuĆ© hay de Sandra?
ā TenĆa turno. Yo planeaba trabajar tambiĆ©n, peroā¦ āse encogiĆ³ de hombros, desdichado.
VĆctor le pasĆ³ un brazo por los hombros.
ā Ya. No es la primera vez que cazamos a Marley. Lo encontraremos, esperaremos a que cague y recuperarĆ”s tu placa en un pis-pĆ”s. Aunque serĆ”s tĆŗ quien la limpie.
Lo mirĆ³ resabido.
ā JamĆ”s se habĆa tragado algo de metal. Tengo que llevarlo al veterinario cuanto antesā¦ y mejor para la placa si no pasa por todo su tracto digestivo ātorciĆ³ una mueca.
ā Bueno, no lo encontraremos aquĆ sentados āsentenciĆ³ Ricardo, poniĆ©ndose en pieā. Yo irĆ© al sur. Vic, tĆŗ ve al norte. AndrĆ©s, al oeste y tĆŗ vas al este. Alguno tendrĆ” que toparse con Marley.
*
Era sorprendente, pero habĆan pasado todo el dĆa buscando al perro en sus respectivos autos, cada uno en direcciĆ³n distinta. Ninguno habĆa encontrado el mĆ”s mĆnimo rastro de Ć©l. Era un escapista fabuloso.
A esas alturas, a Mario no sĆ³lo le preocupaba la placa. Era probable que sobreviviera y, de todos modos, tenĆa un respaldo. Marley era otra historia: lo tenĆa desde que era un cachorro y no habrĆa ningĆŗn reemplazo para Ć©l. JamĆ”s habĆa tragado metal. TenĆa que llevarlo al mĆ©dico.
Sus amigos prometieron intentarlo tambiĆ©n al dĆa siguiente y, en todo caso, empezar a preparar carteles. Esa noche tuvo que contarle lo sucedido a Sandra y aceptĆ³ su abrazo consolador, aun asĆ, sintiĆ©ndose miserable.
A las tres de la maƱana, mirando el techo con ojos como huevos fritos, se le ocurriĆ³ otra posibilidad inquietante. ĀæQuĆ© tal si la placa lograba sortear todo su camino dentro de las entraƱas de Marley y volvĆa a salir al exterior? ĀæQuĆ© tal si alguien que supiera lo que el galimatĆas grabado significaba se robaba los ahorros de toda su vida?
No durmiĆ³ mucho esa noche.
*
Al dĆa siguiente, durante un descanso en la bĆŗsqueda de Marley, decidiĆ³ tragarse su orgullo y llamar a sus padres, como le habĆa aconsejado Ricardo. HabĆan peleado porque no les agradaba Sandra, pero como su amigo le habĆa dicho, siempre podĆa mentirles. Necesitaba saber del respaldo bajo el enebro.
No que les fuera a decir quĆ© era exactamente, pero lo tranquilizarĆa saber que aĆŗn estaba allĆ.
ā ĀæEl enebro? Ā”QuĆ© va, lo talamos hace tres meses! Construimos ese galpĆ³n que tu padre querĆa. Ahora casi todo por aquĆ es puro cemento. Apenas si me dejĆ³ jardĆn en la parte delantera āse quejĆ³ su madre en su oĆdo, pese a todo, alegre de escucharlo.
A Ć©l casi se le resbalĆ³ el telĆ©fono de entre los dedos. Su respaldo estaba emparedado, si es que no se habĆan desecho ya de Ć©l. Marley se habĆa tragado el Plan A y luego se habĆa escapado. Dios, que jodido estaba.
*
El lunes, sus amigos, Sandra y Ć©l se reunieron muy temprano para pegar carteles con la foto de Marley por toda la ciudad, antes de marchar a sus respectivos trabajos. Ćl se tomĆ³ otro dĆa libre para ir a buscarlo, cruzando los dedos. Con todas sus precauciones, ni siquiera le enfurecĆa estar a punto de perder a su viejo amigo y sus ahorros. Le entristecĆa.
Mientras pasaba por un callejĆ³n en su auto, recordĆ³ que la Ćŗltima vez, aquellas dos semanas de desapariciĆ³n, Marley habĆa regresado por sĆ mismo, apestando a basura. Ćl siempre regresaba, pero esta vez quiĆ©n sabe si podrĆa. QuiĆ©n sabe si expulsarĆa la placa sin mĆ”s o se habrĆa quedado atorada en su sistema, haciĆ©ndole daƱo. No querĆa que muriera por ahĆ, lejos, solo. EstĆŗpido Marley.
Basura. Marley habĆa apestado a basura. Con una corazonada, se desviĆ³ hacia las afueras de la ciudad, donde se acumulaba un tiradero temporal de varios edificios. Los camiones nunca daban abasto allĆ.
EstacionĆ³ el coche cerca, respirĆ³ hondo y descendiĆ³, con direcciĆ³n a las colinas de porquerĆa. SĆ³lo esperaba no encontrarse con algĆŗn amigo de lo ajeno en los alrededores.
Vio varios perros en su podrida caminata hasta que, en uno de los rincones apestosos, atisbĆ³ una mancha blanca familiar sobre un montoncito de cartones. CorriĆ³ hacia allĆ”.
ā Ā”Marley! āse agachĆ³ a su lado y Ć©l lo reconociĆ³, moviendo la cola.
Sin embargo, se veĆa terrible. No se levantĆ³ y chillaba por lo bajo. Probablemente habĆa estado vomitando. La placa seguĆa allĆ dentro.
Era un perro pesado, pero lo levantĆ³ en brazos hasta el coche. CerrĆ³ la puerta, fue hasta el volante y acelerĆ³. TenĆa dos cosas importantes que salvar.
*
Estuvo intentando hacer un agujero con los pies en la sala de espera durante toda la cirugĆa. El doctor le habĆa dicho que mantuviera la calma, pues era casi seguro que Marley se salvarĆa. La placa, debido a la cadena en realidad, se habĆa atorado en la vĆ”lvula ileocecal del intestino; segĆŗn mostraba la radiografĆa.
No cuando saliĆ³ la enfermera o el doctor, sino cuando entrĆ³ a ver a Marley que, dormido, respiraba con pausa; fue que logrĆ³ respirar aliviado.
ā Creo que querĆa esto de vuelta āle informĆ³ el doctor, tendiĆ©ndole una bolsa transparente con algo familiar dentro.
La recibiĆ³, notando que la habĆan limpiado de todo mal rastro. La sacĆ³ y dudĆ³ unos momentos antes de apretar el mecanismo para quitar el Ying y Yang deformado. QuizĆ”s la lĆnea de caracteres no habĆa sobrevivido tampoco a los Ć”cidos.
Para su inmensa sorpresa, en realidad, allĆ estaban. Intactos aĆŗn. Se quedĆ³ viĆ©ndolos durante eternos instantes, esperando a Sandra para volver a casa.
Luego, se soltĆ³ en carcajadas incomprensibles. Su perro se habĆa comido su cartera. En definitiva, una bĆ³veda enclavada en montaƱas lejanas serĆa su siguiente alternativa. No pasarĆa por todo eso una segunda vez.
Descargo de responsabilidad:Ā Esta es una obra de ficciĆ³n. Los nombres, personajes, empresas, organizaciones, lugares, acontecimientos o hechos que aparecen en la misma son producto de la imaginaciĆ³n del autor o bien se usan en el marco de la ficciĆ³n. Cualquier parecido con personas (vivas o muertas) o hechos reales es pura coincidencia.
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Descargo de responsabilidad: Esta es una obra de ficciĆ³n. Los nombres, personajes, empresas, organizaciones, lugares, acontecimientos o hechos que aparecen en la misma son producto de la imaginaciĆ³n del autor o bien se usan en el marco de la ficciĆ³n. Cualquier parecido con personas (vivas o muertas) o hechos reales es pura coincidencia.
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