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Pagado en satoshis, su gasto era consciente y solo en lo necesario, sin prestar atención al precio.
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De vuelta en el mundo fíat, la mentalidad consumista regresa y gastar los ahorros en bitcoin "duele"
Ernesto Quezada, conocido por su seudónimo Acreonte, sobrevivió a una guerra civil, programó sitios web para gigantes en Londres y descubrió su vocación bitcoiner mientras conducía un Uber por las calles de San Salvador, la capital del país que se convirtió en pionero al adoptar Bitcoin (BTC) como moneda de curso legal.
Este resumen de su vida podría parecer el clímax de una película de superación personal, pero para Quezada, fue solo el comienzo de su batalla más íntima. Hoy, con un salario pagado en dólares, libra una lucha silenciosa contra los principios de libertad y descentralización que aprendió de la moneda creada por Satoshi Nakamoto.
«Mi mentalidad se estaba convirtiendo en fíat otra vez», confiesa con honestidad el salvadoreño de casi 50 años. «Y tuve esta pelea interna que no sucedió cuando comencé a vivir con bitcoin«.
Hoy, Acreonte trabaja para el Ministerio de Educación de El Salvador, un puesto que dice haber aceptado por contribuir al futuro de su país. Sin embargo, este ingreso al mundo gubernamental lo ha sumergido en una cultura que creía haber dejado atrás.
«Ahora, trabajando allí y viendo las camionetas de los directores, pienso que necesito cambiar mi auto», admite. «Cuando vivía de bitcoin, amaba mi Kia de 2014. Me llevaba a donde necesitaba, ¿verdad? No necesitaba nada elegante».
Y esa discrepancia es el núcleo de su lucha. Porque, tras ser remunerado y vivir exclusivamente en satoshis (la denominación más pequeña de bitcoin), donde cada gasto era una decisión consciente y valorada, ahora recibe un salario en dólares. «Los dólares son como, sí, lo que sea, ya vendrán más. Y los gasto en cosas que realmente no necesito», explica. «Gastar mis sats ahora me duele. Se sienten preciosos. Es una mentalidad fíat al 100%».
La paradoja de Acreonte es, en muchos sentidos, un espejo de la propia contradicción que vive El Salvador, el primer país del mundo en adoptar bitcoin como moneda de curso legal. La promesa inicial, articulada por el gobierno de Nayib Bukele, era la libertad de elección. Se pensó que cualquier ciudadano podría decidir si quería recibir su salario o pagos en BTC o en dólares a través de la Chivo Wallet, el monedero digital desarrollado por orden presidencial.
Sin embargo, el sueño de una adopción masiva y una economía bimonetaria fluida se estrelló con la realidad. En los últimos años, con el objetivo de resguardar un crucial acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), el gobierno modificó la Ley Bitcoin salvadoreña, eliminando la obligatoriedad de aceptación de BTC para los comercios.
También se ordenó el desmantelamiento progresivo de la Chivo Wallet. Y, en este escenario de repliegue estratégico, la lucha de un individuo como Acreonte, en realidad es el testimonio de una promesa que, para muchos, se ha desvanecido.
De la guerra civil al salto con bitcoin
La historia de Acreonte es un reflejo de la propia transformación de El Salvador. Creció en San Salvador durante la guerra civil de los años 80, una época de bombas, toques de queda y soldados en las calles. «Recuerdo que tenía unos 14 años durante la ofensiva de 1989. Todos estábamos asustados, escondiéndonos», relata.
La paz en los 90 trajo una nueva era, y con ella, su primer contacto con la tecnología. «Estaba en la universidad, aprendiendo lenguajes de programación, y pensé: Dios mío, amo esto. Quiero hacer esto por el resto de mi vida». Y convirtiendo en realidad su sueño, se convirtió en uno de los pocos desarrolladores web del país, lo que le permitió una independencia económica temprana.
Su sed de conocimiento lo llevó a Londres a principios de los 2000, inicialmente para aprender inglés. Y allí decidió quedarse por una década. Entonces fue en la capital de Inglaterra donde obtuvo una maestría en medios digitales. Y también allí trabajó para grandes agencias de publicidad y, crucialmente, para una empresa de videojuegos de casino, como lo relató en un podcast.
«Desarrollaba juegos desde cero. Aprendí cómo funcionan, cómo la computadora ya ha elegido por ti, sin importar tu día de suerte o si vistes de rosa», comenta. «Asocio mucho esto con las shitcoins (criptomonedas alternativas)».
Tras regresar a El Salvador, sintiéndose un poco perdido, comenzó a conducir para Uber. Fue en ese coche donde el destino tejió su futuro.
«Vi a Jack Mallers en la conferencia de Bitcoin en Miami, con una camiseta de El Salvador, y luego mostró el video del presidente Bukele anunciando que Bitcoin sería moneda de curso legal», recuerda con la voz entrecortada. «Empecé a llorar. Pensé: ‘Ese es mi presidente. ¡Están mencionando mi país por algo bueno!’. Fue increíble».
Esa emoción lo impulsó a explorar el ecosistema. Pasó por un frustrante intento de comprar bitcoin en un cajero en El Zonte y un costoso desvío por el mundo de las shitcoins. «Perdí unos cientos de dólares con Terra/Luna«, dijo antes de mencionar que la suerte volvió a llamar a su puerta, literalmente.
Durante varios viajes de Uber, trasladó a figuras clave del ecosistema Bitcoin en El Salvador. Primero, una «maxi» que le advirtió sobre las shitcoins. Luego, a Noe, de la billetera Blink. Y finalmente, a Mario, un colaborador de la organización educativa Cubo+, quien lo vio y le dijo: «¿Sabes de tecnología? Por favor, aplica a este programa».
De conducir un Uber a programar con CUBO+
Acreonte fue seleccionado entre más de 1.500 aspirantes para la primera generación de Cubo+, un intensivo campo de entrenamiento de Bitcoin. Dejó de pensar en mudarse a Texas o regresar a Londres. «Me quedo en El Salvador. Esto parece muy, muy interesante», decidió, al igual que varios jóvenes de diversas partes del mundo.
El programa fue una inmersión total. Aprendió de gigantes del sector como Giacomo Zucco y Jimmy Song. Viajó a Italia y Suiza. Fue una transformación que lo consolidó como un bitcoiner convencido y técnicamente sólido.
Tras graduarse, consiguió trabajo en Plan B Network, donde su salario era 100% en bitcoin.
«Ni siquiera me di cuenta del cambio. Ganaba en bitcoin, así que vivía de bitcoin. Compraba todo lo que necesitaba en bitcoin. Era natural. Se sentía tan bien ir a un lugar, escanear y listo. Sin preocuparse por el cambio».
Acreonte, bitcoiner de El Salvador.
La paradoja bitcoiner en El Salvador
No obstante, todo cambió para Acreonte con su actual cargo en el Ministerio de Educación, una posición que percibe como una paradoja. Aceptó el puesto con la meta de impactar positivamente a 1,2 millones de estudiantes. Sin embargo, este rol lo enfrenta diariamente a una mentalidad burocrática que choca con la libertad y la mentalidad disruptiva que el mundo de bitcoin le ayudó a forjar.
«Cuando ganas en bitcoin, no prestas atención al precio. Simplemente gastas tus sats en lo que realmente necesitas. La lucha es real. Para mantener la mentalidad, la solución es clara. Si no puedes ganar en bitcoin, convierte tu fiat a BTC en la primera oportunidad. Es la única forma de proteger tu mente del sistema».
Acreonte, bitcoiner de El Salvador.
El dilema de Acreonte, en esencia, se reduce a su salario. Mientras El Salvador proyecta al mundo una imagen de vanguardia tecnológica con su tesoro nacional en bitcoin —cuyas compras han generado controversia—, los engranajes internos del país —su burocracia, su administración, los pagos a sus funcionarios— siguen anclados en la lógica del sistema financiero tradicional.
Todo esto deja la duda de ¿cómo puede prosperar una economía circular basada en bitcoin si la institución más grande del país, el gobierno, no la adopta plenamente en su base operativa? Por ahora, la respuesta yace en la lucha silenciosa de personas como Acreonte, pioneros en una tierra prometida que, irónicamente, aún les paga con la moneda del pasado.