Hechos clave:
-
Bitcoin es una herramienta que conversa directamente con las ideas libertarias.
-
La criptomoneda permite que ciudadanos de regímenes restrictivos puedan evadir dichas restricciones.
En el año 1999, Milton Friedman, Premio Nobel de Economía (1976), estadístico, economista e intelectual declaraba en una entrevista: «la única cosa que falta, pero que pronto será desarrollada, es una forma de efectivo electrónico (e-cash), un método a través del cual, en el internet, puedas transferir fondos de A hasta B sin que A conozca a B o que B conozca a A».
Manifestaba por otra parte, su adhesión a la idea de que internet jugaría un rol principal a la hora de «reducir el rol del gobierno». Sin obviar la idea de que un dinero de esta naturaleza serviría a la vez como herramienta para mercados ilegales, se enfoca Friedman en los beneficios de «dificultar el recaudo de impuestos».
El video que registra estas declaraciones fue parte del material de apoyo del venezolano Daniel Díaz, quien fue invitado por el Centro de Estudios Libertarios, CEL Chile, a dar una charla sobre Bitcoin en el marco del «Primer Simposio Libertario de Tecnología».
Esta exposición articuló una interesante confluencia de factores culturales, filosóficos y tecnológicos, que consolidaron, desde mi perspectiva, un vínculo natural entre la red BTC y las ideas que subyacen a su creación y definiciones. Precisemos a continuación, los factores que estarían contribuyendo en esta afluencia de planteamientos.
Un venezolano en Chile
La charla dada por Díaz, versó de manera didáctica y desde la perspectiva usuaria, sobre qué es Bitcoin, las características que lo convierten en una forma de dinero con plena validez, y sobre blockchain, una de las tecnologías que hace posible el funcionamiento de la red.
En un sencillo ejercicio pedagógico mostró un libro contable en versión papel, para seguidamente vincularlo a un cable, con el fin de explicar que se trata de un conjunto de datos sobre transacciones que se comparten y se verifican en línea. Un esfuerzo bien recibido por una mayoría de asistentes que había oído hablar de la criptomoneda desde el discurso habitual que abordan los medios tradicionales: la moneda «hackeable» o herramienta del lavado de dinero.
Pero quizás uno de los aspectos más interesantes, fue el testimonio personal entregado por Díaz. Como muchos de sus compatriotas venezolanos, ha podido comprobar a la fecha y de manera cotidiana, los beneficios de contar con una moneda digital descentralizada, en particular en el contexto de una economía estatista, con altos índices de inflación y permanentes devaluaciones de su moneda.
Díaz, diseñador gráfico de profesión, conoció bitcoin en 2016, luego que dos periodistas estadounidenses, interesados en recorrer Caracas con el fin de realizar un reportaje, le ofrecieron a cambio de guía por la ciudad, un pago en bitcoin.
Por ese tiempo, el concepto de criptomoneda era desconocido por Daniel, sin embargo, aceptó la propuesta. Cuenta que el precio de BTC en dólares, en ese momento era de USD 411. El salario de Venezuela era de 10 dólares aproximadamente y la inflación estaba en 260%. «En ese tiempo el gobierno intentaba mantenerse subiendo el sueldo constantemente al ritmo en que subía el dólar».
En noviembre del mismo año, tomó la decisión de abandonar su país, así como las carreras de ingeniería aeronáutica y de relaciones internacionales que se encontraba cursando. En vista de que se rumoreaba que las autoridades realizaban una exhaustiva revisión en las fronteras y que se quedaban con parte de los dólares con que los ciudadanos salían del país, Díaz convirtió prácticamente todo su dinero a bitcoin.
Mientras relataba el episodio, Daniel mostró a los asistentes un gran fajo de bolívares, refiriéndose al hecho de que, durante el año de su partida, tenían un valor de casi 30 dólares y a la fecha de la charla -enero de 2020- apenas valían una fracción de dólar.
Ante esta depreciación constante del bolívar y su valor, a estas alturas, prácticamente simbólico, Díaz apunta a los gobiernos, al tiempo que ve a bitcoin como una estrategia de autoprotección del ciudadano común:
Las crisis económicas de los países, la mayor parte del tiempo, son ocasionadas por sus gobiernos. Los ciudadanos quedan vulnerables ante el despojo que los políticos generan con su irresponsabilidad, causando pérdidas de ahorros y de poder adquisitivo a los individuos. Bitcoin viene a saltarse toda esta serie de controles y manipulaciones, manteniendo alejado de las manos de los políticos, los recursos y valores que tanto le cuesta a la gente conseguir. Con bitcoin, las personas podrán comenzar a tener ahorros reales, intercambios limpios y transparentes, una administración eficiente y todo libre de cualquier manipulación estatal.
Los orígenes de Bitcoin y las doctrinas libertarias
No resulta una mera casualidad que Díaz se encuentre actualmente vinculado a grupos activistas -primero en Venezuela y actualmente en Chile- que fundan sus acciones en el llamado «libertarismo». Ni que su charla haya sido acogida en el Centro de Estudios Libertarios, que se define a sí mismo como adherente a la creencia de «la libertad individual como un valor superior».
Pero, ¿qué son las doctrinas libertarias? A grandes rasgos, están referidas a un conjunto de ideas que abogan por una economía de mercado no intervenida por el Estado, por la defensa de la propiedad privada y por el respeto irrestricto del principio de no agresión. Dicho principio sostiene que todo acto humano, realizado por cualquier individuo, debe ser legal, siempre que no implique ejercer violencia contra otro individuo o su propiedad.
En cuanto al rol general del Estado, las ideas libertarias tienen planteamientos disímiles, los que dan origen a diferentes corrientes, entre las que encontramos el minarquismo, quienes creen que la influencia del Estado debe ser mínima y reducida solo al ejército, la policía y los tribunales; por otro lado, los anarcocapitalistas, que postulan la completa desaparición del Estado como ente organizador.
Parte de ellos comparte además la idea del laissez faire u organización económica espontánea de la sociedad. Considera al Estado el mayor y peor explotador de todos los tiempos, por tanto, su eliminación, conduciría eventualmente a un modelo basado en la propiedad obtenida a través del trabajo, el intercambio voluntario y la donación. Adicionalmente, existe también la variación del paleolibertarismo, que combina valores culturales conservadores (conducta moral tradicional), pero abiertamente opuestos a la intervención del Estado.
Por su parte, el citado Milton Friedman, sin ser un libertario propiamente (se autodenominaba «liberal clásico») comparte la idea de un Estado cuya preocupación debe ser la de garantizar un contexto financiero estable, pero que debe abstenerse de intervenir mediante políticas económicas, incluso en épocas de crisis.
Fue por tanto un activo opositor del keynesianismo, teoría económica propuesta por John Maynard Keynes, cuyo fin era proporcionar a los gobiernos instrumentos para luchar contra la crisis a través del decreto de medidas fiscales, tales como disminuir o aumentar las tasas de intereses de crédito o depósitos, la fijación del salario mínimo, la emisión de dinero, la devaluación de la moneda, la fijación de precios, entre otros.
No obstante, las indesmentibles diferencias, variantes y matices, se trata de doctrinas que parecen confluir en la idea de que el mercado debe ser libre sin intervención alguna del Estado, o bien, que su rol solo debe ser el de procurar un marco, para que esa libertad se pueda ejercer. Y un mercado libre, requiere de una moneda libre. Algo que solo llegó a cristalizarse luego de nacida la cultura digital.
Doctrinas libertarias y cypherpunks
Si bien en el ecosistema Bitcoin se hacen alusiones a la idea de recuperar la propiedad del dinero y, en consecuencia, separar el dinero del Estado, pocas veces se hace mención expresa de que la noción de dinero digital y descentralizado nació precisamente de un foro cypherpunk, grupo autodefinido como «un montón de libertarios», quienes se declaran escépticos de que los sistemas centralizados de poder sean capaces de “coordinar las necesidades y deseos de las personas”.
Los cypherpunk fueron los primeros en atender los riesgos que la cultura digital naciente traería al resguardo de la privacidad, convirtiéndonos a todos en sujetos de vigilancia gubernamental o bien en posibles presas en el mercado de los datos. En este contexto, se abocaron a la tarea de escribir código, con el fin de desarrollar herramientas de ocultamiento de información, mediante criptografía. Y parte de este interés, se enfocaba también en la creación de un dinero digital que hiciera posible transacciones anónimas.
El dinero digital anónimo fue, por esos años, efectivamente desarrollado por el informático y criptógrafo David Chaum, también miembro del grupo cypherpunk, dinero al que llamó e-cash (efectivo electrónico). Sin embargo, su alianza con los bancos -que contradijo en parte la idea de una moneda autónoma y descentralizada- y la poca aceptación que la herramienta tuvo por parte de los usuarios, hizo fracasar la iniciativa. En 1999 Chaum abandonó el proyecto.
Tuvieron que pasar nueve años y una de las crisis económicas más relevantes de la historia -la crisis subprime- para que, un hasta hoy desconocido Satoshi Nakamoto, publicara su libro blanco (whitepaper): «A Peer-to-Peer Electronic Cash System». Allí integra tecnologías previamente desarrolladas por otros cypherpunk -Adam Back, Wei Dai, Hal Finney- Nakamoto logró consolidar la idea de dinero digital en una moneda y red de pago, cuyo funcionamiento ininterrumpido acaba de cumplir 11 años.
Hoy, bitcoin es una herramienta que conversa directamente con las ideas libertarias o bien de libre mercado, en cuanto se trata de un tipo de dinero de naturaleza digital que funciona de manera independiente de las regulaciones del Estado y que permite un mercado que se desprende de la necesidad de monedas fiduciarias, dependientes de las leyes de cada país.
Bitcoin permite al día de hoy, que ciudadanos que habitan regímenes restrictivos de sus libertades personales -tales como la tenencia y administración del propio dinero- puedan eventualmente evadir dichas restricciones, evitando el despojo abusivo vía impuestos o apropiación ilegítima del patrimonio. Permite un mercado internacional en cuanto sistema de pago sin fronteras, conectando iniciativas entre diferentes puntos del mundo.
Pese a la natural aparición de intermediarios, ofreciendo custodia entre la moneda digital y su usuario final, se trata de un dinero que funciona sin problemas, eliminando dichos intermediarios, ofreciendo el mismo -e incluso un más alto- estándar de seguridad y confiabilidad. Porque la definición original de bitcoin conversa con transacciones punto a punto o de persona a persona.
Cabe agregar que no es casualidad que, en Latinoamérica, dos de los países con los más bajos índices de libertad económica, Venezuela y Argentina, se hayan interesado naturalmente por bitcoin. Venezuela ostenta importantes cifras de transacciones en bitcoin; y Argentina, por su parte, un importante movimiento cultural en cuanto a la difusión de la criptomoneda.
Dice Andreas Antonopoulos -unos de los principales educadores del ecosistema cripto- que la mejor manera de valorar la importancia de Bitcoin son las economías en crisis, los Estados ineficientes y las dudosas operaciones de sus «carteles bancarios».
Visto el panorama actual Latinoamericano, y aunque el propio Antonopoulos afirma que Bitcoin «no es una solución inmediata a los problemas que aquejan hoy en día a muchos ciudadanos de América del Sur», todo parece indicar que la red descentralizada podrá ser una de las futuras opciones para librarnos del yugo corrupto e insaciable de nuestros no tan insignes administradores.
Por último, la charla de Díaz no es más que una pequeña muestra de la presencia de venezolanos en Chile -y en el mundo- que, si bien nos trae el relato siempre complejo y doloroso de la migración obligada, nos comparte también una voz experimentada, en cuanto a las consecuencias de los Estados abusivos y de la privación de libertades esenciales que lleva aparejado.
Si a ello sumamos que la cultura Bitcoin ha sido de particular relevancia para Venezuela -incluso el propio Maduro intentó una envilecida versión de «criptomoneda»– sería interesante observar cómo esta diáspora podría constituir una suerte de evangelización cultural del dinero descentralizado, y de sus implicancias para las amenazas de concentración del poder, siempre a la vuelta de la esquina, en la cultura latinoamericana.