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Ulbricht fue condenado a dos cadenas perpetuas a pesar de no tener antecedentes penales.
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El juicio a Ulbricht estuvo plagado de irregularidades, las cuales constan en los registros.
Miami, Bitcoin 2021. Interminables filas de personas esperando acceso en las calles muestran cuánto esperaba la comunidad esta conferencia. Arena, sol y fiesta desbordan el timeline de cualquier bitcoiner en este momento.
El primer día está por cerrar. La senadora Cynthia Lummis, para muchos, promesa de regulaciones menos draconianas para la industria, recién baja del escenario. “Obviamente hay mucho más fraude en las monedas fíat regulares que lo que hay en criptomonedas”; “el trabajo del gobierno es defender tus derechos civiles”; “pienso que es crítico lo que están haciendo (los bitcoiners) por nuestro país, porque están protegiendo la libertad, están protegiendo la Declaración de Derechos, están protegiendo el valor”; “el futuro de Bitcoin en los Estados Unidos es extremadamente brillante, y no tienen que buscar otras jurisdicciones para su futuro. Su futuro está justo aquí”. Así se expresó la senadora.
Pero, hay alguien, un pionero de Bitcoin, alguien que buscó proteger la libertad, alguien que decidió escapar del fraude del fíat cuando pocos se atrevían, alguien a quien el gobierno viola sus derechos civiles cada día que pasa, alguien cuyo futuro está forzosamente anclado a los Estados Unidos, pero que parece todo menos brillante.
Su condena encarna la voluntad del Estado de acabar con Bitcoin
Las luces del escenario van atenuándose. El ícono de Bitcoin reposado sobre la arena en un atardecer carmesí en Palm Beach bruscamente se convierte en un fondo negro mediado por una línea azul que ondula al son de una femenina voz robótica. “Esta llamada es de –Ross – desde una Prisión Federal”.
Esta es la primera vez, tras los ocho años que lleva encarcelado, que Ross Ulbricht ofrece una entrevista (honor a Bitcoin Magazine por ello). En el 2011, apenas dos años después de que se minara el bloque génesis, Ross creó Silk Road, el primer mercado de bienes y servicios pagados con bitcoins de manera privada y resistente a la censura.
Silk Road fue el primer caso de uso de lo que hoy es una de las herramientas más útiles de defensa de la libertad individual contra los abusos de poder y de lo que promete ser una de las creaciones más valiosas de la civilización. Sí, en esta ágora digital, abierta y sin permisos, se comerciaban drogas, esas sustancias que la mano omnisciente y tutelar del Estado sustrae del mundo de lo admisible para relegarla al mundo criminal del narcotráfico. Este mercado, valiéndose de Internet y Bitcoin, eliminaba la potencialmente violenta exposición física del usuario al traficante, reduciendo el peligro.
Con sus aciertos y desaciertos, sin Silk Road, la historia de Bitcoin sería otra. En 2013, el portal web fue cerrado y, poco después, Ross sentenciado a dos cadenas perpetuas y cuarenta años en prisión, en medio de un juicio turbio y plagado de corrupción. Sin antecedentes penales y sin ningún cargo por crímenes violentos, el hecho de que Ross deba morir y renacer dos veces, y pasar cuarenta años más en prisión para poder cumplir su condena, es la muestra más clara del carácter ejemplarizante de su castigo. Ross es el primer símbolo de las ansias estatales por destruir Bitcoin y su promesa de libertad. Ross es el primer preso político de Bitcoin.
“Quiero que entiendan lo que significa perder tu libertad”
“Hola, este es Ross Ulbricht. Los llamo hoy desde prisión. De una penitenciaria federal de máxima seguridad. No tenemos mucho tiempo juntos hoy y no sé si tendré otra oportunidad de hablar con ustedes así. Diré cuánto pueda, pero, cuando sea tiempo de irme, tendré que colgar y volver a mi celda. He perdido mi libertad. De eso quiero hablarles hoy. Quiero que ustedes entiendan lo que significa perder tu libertad.”
Ross Ulbricht
Con estas palabras, repetidas como un doloroso leitmotiv, Ross comenzó su exposición. “Pero primero hablemos sobre Bitcoin. Estuve ahí durante los primeros días de Bitcoin. Entonces, Bitcoin me hizo sentir que todo era posible.” Ross cuenta que, cuando finalmente entendió la (para muchos elusiva) idea de Bitcoin, sintió que con esta herramienta podía hacer algo que realmente hiciera una diferencia en el mundo.
Originario de Austin, Texas, licenciado en física con maestría en ciencias de los materiales e ingeniería, tenía 26 años cuando creó Silk Road. Para entonces, la filosofía libertaria se había asentado en su mente, adherido al pensamiento de Ludwig von Mises y apoyando al varias veces candidato presidencial, Ron Paul. Silk Road fue su manera de «darle al mundo una experiencia de primera mano de cómo sería vivir en un mundo sin el uso sistemático de la fuerza».
“Vi lo que Bitcoin podía hacer para la libertad, para la igualdad», continúa en la llamada. “Tenía tantos grandes sueños para Bitcoin y, lo que es más hermoso, es que esos sueños se están haciendo realidad. Eso es gracias a ustedes. Ustedes están haciendo esos sueños una realidad. Ustedes están haciendo lo que yo no tuve paciencia para hacer. Van ya ocho años en prisión, y una y otra vez me sorprendo con lo lejos que hemos llegado. Pero en aquel entonces era impaciente. Me fui de cabeza con mi primera idea que fue Silk Road”.
Ross Ulbricht
Ross, que erróneamente pensaba que Bitcoin permitía pagos anónimos y privados, construyó Silk Road cansado de puras conversaciones sobre las posibilidades y falta de acción. “Eso es impulsivo”, reflexiona hoy.
“Y ahora estoy en prisión (…) nada cambia que pasaré las próximas décadas en esta caja y, en algún momento más adelante en este siglo, envejeceré y moriré. Finalmente dejaré la prisión, pero estaré en un ataúd”.
Ross Ulbricht
Ross duda que Bitcoin no estaría donde está si no fuera por Silk Road. Le preocupa que, al crear Silk Road, hizo las cosas más difíciles para la industria. Fue en buena medida gracias a Silk Road que Bitcoin ganó su reputación como moneda para usos criminales, prejuicio que aún se mantiene en el pensamiento colectivo actualmente.
“No hay manera de saber si las cosas hubieran sido distintas, pero quiero decir que, en la medida en que haya hecho las cosas más difíciles para nosotros, lo lamento (…) Estaba tratando de ayudarnos a avanzar hacia un mundo más libre y equitativo. Pero todos sabemos que el camino al infierno está pavimentado de buenas intenciones. Y ahora estoy aquí. Estoy en el infierno. Quiero que entiendan lo que significa perder tu libertad”.
Ross Ulbricht
El Hoyo
“Tiene muchos nombres. El zapato, segregación, la caja. Pero para mí, es el hoyo. El hoyo es la prisión en la prisión. Pasé cuatro meses seguidos en el hoyo. No es fácil para mi hablar al respecto. Pero lo haré. El hoyo puede hacerte o romperte, y hubo un tiempo en que me rompió. Empezó con mi mente saliéndose de control. Sentía como si las paredes se derrumbaban sobre mí, tenía que salir de esa celda. Duró días. Empecé a golpear las paredes y a patear la puerta de metal. Algo muy dentro de mi gritaba por libertad.”
Ross Ulbricht
Ross cuenta que, en ese aciago momento, cuando la más honda desesperanza se cultivaba en su interior, por irónico que parezca, lo que lo salvo fue la gratitud.
“¿Pero de qué podía estar agradecido en esa pequeña celda? Tenía que empezar por lo mínimo. Tenía aire. Tenía agua que no me enfermaba. La comida entraba por la puerta todos los días. Sabía que no estaba olvidado. Sabía que en algún momento todo esto se acabaría y mi familia seguiría ahí. Perdoné a todas las personas involucradas en meterme en prisión. Tenía que hacerlo. La rabia que sentía no les hacía daño a ellos, pero me hacía daño a mí. Así que, por el bien de mi cordura, tuve que soltarlo”.
Ross Ulbricht
Perdonar a quienes deliberadamente abusaron de su poder, disponiendo pruebas y voluntades solo para enviar un mensaje político, sin importarles robar tu libertad y tiempo de vida, debe ser una de las encrucijadas más difíciles a las que se puede enfrentar un ser humano. Con todo, el Dhammapada, escritura sagrada de la sabiduría budista, da la razón a Ross al instruir que “cuando todo deseo de herir cesa, entonces, y solo entonces, el dolor desaparece”.
“Quiero que entiendan lo que significa perder tu libertad”, insiste Ross, con una voz extenuada pero contundente, evidenciando la aguda, casi dolorosa necesidad que siente de que interioricemos sus palabras. La vívida sinceridad con la que retrata su experiencia es tan palpable que trasluce cuánto le urge que apreciemos el significado último de la libertad, y cuan afortunados somos por este preciado bien.
“Encerrar a alguien en una caja hasta que muera”
“Encerrar a alguien en una caja hasta que muera es algo tan horrible que hacerle a una persona. Tienes que estar convencido de que esa persona es mala. Que, de alguna manera es menos que humana”.
Ross Ulbricht
Es práctica común juzgar de manera despersonalizada a las personas que las noticias nos informan fueron condenadas por algún crimen. De repente, se olvida que hay carne y hueso detrás de ese nombre que aparece escrito en el periódico, que hay una familia, sentimientos, vivencias, traumas y alegrías acompañando al juzgado. Esa persona también lee el periódico. También accede a ese tono superficial y condenatorio que los medios aprovechan como anzuelo para ganar clics, para robar atención. Y esa persona también siente el peso de la sentencia en la opinión pública. “Pude sentir dolor químico en mi pecho”, cuenta Ross sobre el momento en que se vio publicado en prensa nacional.
“El retrato que crearon fue el de un violento narcotraficante. Ese no es quién soy. Eso es una mentira. Una mentira que fue cuidadosamente elaborada para justificar mantenerme en esta caja hasta que muera. Es una mentira diseñada para colocarte en mi contra. Ellos mintieron. Está en los registros. Hicieron trampa. Está en los registros. Robaron. Dos de ellos fueron a prisión. Escondieron evidencia. Esto está en los registros. Destruyeron evidencia. Está en los registros. Plantaron evidencia. Está en los registros. En algún punto, buscaron como darme la pena de muerte. Querían inyectar químicos en mis venas que detuvieran mi corazón.”
Ross Ulbricht
Sí, está en los registros. Sí, robaron y manipularon, incluso entre ellos mismos. El ex agente de la DEA Carl Force, declarado culpable y sentenciado a 20 años de prisión por los cargos de lavado de dinero, obstrucción de la justicia y extorsión, es prueba de ello. El ex-agente especial del Servicio Secreto, Shaun Bridges, sentenciado a casi seis años de prisión tras ser hallado culpable de haber robado aproximadamente 20.000 bitcoins durante la investigación de Silk Road, es prueba de ello. Pero ninguno está cerca de dos cadenas perpetuas.
“¿Están comenzando a entender qué significa perder la libertad?”, increpa Ross. “Significa vivir en miedo constante. ¿Por qué me ha tomado todos estos años hablar con ustedes? Porque tenía miedo. Incluso ahora fui fuertemente advertido de hablar con ustedes. Solo molestarás más a las autoridades, arruinarás la poca oportunidad que te resta en la corte. No es mi intención molestar a nadie. Pero otra vez tengo miedo. Miedo de retaliaciones. Miedo de que, por lo que les estoy diciendo ahora, seré echado en el hoyo o peor. Pero he aprendido que escuchar a tus miedos es tan peligroso como ignorarlos”.
Ross Ulbricht
A pesar de su agobiante situación, Ross evidencia un sorprendente optimismo por el futuro de la humanidad, sobre todo, gracias a Bitcoin. “Bitcoin ha estado transformando nuestro mundo desde el primer bloque en la blockchain. Y déjenme decirles algo, apenas estamos comenzando. En todos los sitios en que Bitcoin ha sido adoptado en el mundo, la libertad y la igualdad han aparecido. Bitcoin es la encarnación de la libertad”.
Quizás el momento más doloroso de su disertación fue la despedida. Con la voz entrecortada, sollozante, confiesa no querer irse, no querer volver a su celda, querer estar ahí, con todos los bitcoiners. “Hablar con ustedes hoy es la mayor libertad que he sentido en mucho tiempo. Gracias. Gracias por darme su atención. Nunca olvidaré este día”.
“Esta llamada es de una prisión federal”, interrumpe la nefasta grabación, recordándonos vigilados, escuchados, expuestos ante ese Leviatán caprichoso e injusto. Ross se despide, dejándonos en vilo, suspendidos en una cuerda floja entre la esperanza y el dolor, reflexionando sobre lo que significa perder la libertad.
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