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¿El gobierno de Milei implica el descubrimiento de que el Estado moderno es mortal?
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Milei asegura ser anarquista de corazón, pero minarquista en la práctica.
Ya estaban los emboscados con el insigne Odiseo en el ágora de los troyanos, ocultos dentro del caballo, pues los mismos troyanos lo habían arrastrado hasta la Acrópolis.
La Odisea; Homero
Milei se considera un anarcocapitalista. Desprecia el Estado y desprecia la violencia que ejerce, como expresó recientemente en su conversación con Lex Fridman. Un anarquista que llega a presidente debe encarnar una versión moderada de sí mismo, o con la absolución fulgurante y total del Estado destruiría su propio poder, adquirido legalmente por la vía democrática. Una destrucción tal del Estado incurriría en una contradicción de los principios con los fines, y en la imposibilidad de aplicar una agenda política “anarca” a escala nacional.
Por lo anterior es por lo que, en la práctica política, el anarquismo puede derivar en minarquismo, una filosofía política que sigue un principio similar a este, pero moderándolo y atomizándolo. Después de anarquista, Javier Milei es minarquista.
El minarquismo no busca abolir el Estado por completo, sino sus fragmentos. Es un ladrón de órganos: se propone no la destrucción, sino la disminución del Estado: acortar sus parcelas, derechos y funciones, para reducirlo a la quintaesencia más compatible con la libertad individual. Según Ludwig von Mises, nada existe más ridículo que los gobiernos que se encargan de «la preparación de chucrut, la fabricación de botones de pantalones o la publicación de periódicos». En este sentido, Milei ya ha implementado resoluciones que van en esta dirección de acortar el Estado: reducción de ministerios, despido de empleados públicos (cerca de 50.000 hasta el momento), eliminación de obras públicas y de las transferencias discrecionales entre provincias, entre otras.
Que un anarquista, incluso uno moderado en la práctica, llegara a la presidencia de un gobierno es un hecho digno de estudio. Considero que este evento simboliza cómo, mediante el método del sufragio democrático, los ciudadanos introdujeron un caballo de Troya en la política convencional (v. gr, la estatista) para atacarla desde dentro de sus propias murallas.
Durante su campaña política, Javier Milei dijo abiertamente, no una sino muchas veces: “considero al Estado como un enemigo”, como reportamos en CriptoNoticias. De una sentencia tan corta no se pueden desprender consecuencias prácticas más predecibles. Con Milei se descarta, pues, que hubiera engaño político. La cruzada política contra el Estado fue escogida por la gente.
Ya dijimos lo que simboliza Javier Milei presidente. Ahora digamos qué significa, su sentido: la gente está cansada de que el Estado sea una piedra más, la más grande de todas, sobre sus ya pesadas cargas existenciales. No contentos con las dificultades de existir, que son muchas, se percatan, para mayor de males, que los amenaza un Leviatán volador, circunvalando las fronteras de sus ciudades: el Estado. Ahora, puede que los que viven en el vientre del Leviatán se están empezando a permitir visionar más allá, a través de las branquias del animal.
No tengo ninguna opinión sobre Javier Milei persona y político. Pero si intuyo y me pregunto algo sobre Javier Milei símbolo de gobierno anarquista. ¿Con su llegada, no se palpa que el Estado, el más grande de los mitos modernos, puede morir, o al menos transformarse en otra cosa?
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