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Así como pasó con FTX, los ojos de varios reguladores se posarán sobre Milei y LIBRA.
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Son muchos los que ya sienten que lo que pasó con LIBRA justifica una regulación más estricta.
«Si no se implementan regulaciones adecuadas, Argentina se consolidará como un mercado de alto riesgo para inversiones cripto», señala un análisis publicado este 16 de febrero por el Comité Euroamericano de Derecho Digital (CEA), una organización dedicada a la investigación de las leyes que se aplican a las nuevas tecnologías.
Se trata de una conclusión que indica el posible camino regulatorio que puede seguir el escándalo que estalló este fin de semana con la promoción que hizo el presidente de Argentina, Javier Milei, a la criptomoneda LIBRA y el proyecto «Viva la Libertad», asociado a una presunta estafa.
El incidente ocurre es un contexto donde las criptomonedas se vienen consolidando por su alcance en la geopolítica, siendo Donald Trump en Estados Unidos, Nayib Bukele en El Salvador y Javier Milei en Argentina, un claro ejemplo de cómo los gobiernos pueden incorporarlas a su agenda. Conocidos también como la «trilogía naranja», sus planes son probables modelos que van a seguir la mayoría de los países.
Que esto sea para bien o para mal hasta ahora ha dependido, en gran parte, de lo que hagan los miembros del ecosistema. Acciones que cobran mayor importancia en el entorno regulatorio favorable que está surgiendo en todo el mundo. El cumplimiento de las normas y la aceptación de las leyes viene dando resultados positivos.
Es por ello que la vía para el desarrollo de una regulación favorable en todo el mundo lucía en pleno proceso de despeje, luego de años en los cuales eran numerosos los dedos que apuntaban contra el ecosistema.
La mayoría de los defensores de las criptomonedas solían ser señalados -casi de forma automática- como estafadores, vinculando a Bitcoin con negocios ilegales, lavado de dinero y el financiamiento del terrorismo.
El trabajo para quitar esa mancha del imaginario colectivo ha sido lento, y poco a poco la moneda digital se está ganando un lugar como parte importante del sector financiero global. Esto, al punto que la mayoría de los países, que antes sostenían férreas prohibiciones, vienen cambiando sus regulaciones para dar legalidad al sector. El caso de Bolivia, en América Latina, es uno de los más emblemáticos.
Los enfoques detrás de este escenario parecen distintos, aunque las motivaciones se asemejan: ya no es fácil ser inmune al hecho de que Bitcoin y el sector de las criptomonedas han ganado una adopción global inusitada.
La industria ha crecido a niveles gigantescos y en ella se mueven miles de millones de dólares. De ahí que se vea a bitcoin no solo como refugio de valor para millones de personas y empresas, sino como posible fuente de ingreso para los Estados. El movimiento mundial a favor de crear reservas estratégicas en criptomonedas lo demuestra. El futuro parece cada vez más brillante.
De ahí la importancia de que queden atrás actores negativos como lo fueron FTX y Terra, hasta ahora las principales banderas que suelen enarbolar los reguladores anti Bitcoin que aún persisten.
No obstante, no todo depende de la comunidad, pues hay que tomar en cuenta a los nuevos actores que entraron en escena: presidentes carismáticos con millones de seguidores que, de alguna u otra forma, se inclinan a favor de las criptomonedas.
Son mandatarios como Trump, Bukele y Milei, ahora transformados en influencers destacados de esta convulsionada era digital. Lo que ellos digan y hagan respecto al ecosistema es vital para la reputación y el futuro de la regulación de las criptomonedas. Y el caso del presidente de Argentina nos sirve de ejemplo, al mostrar que el respaldo de un gobernante a una criptomoneda en específico no puede interpretarse solo como «un acto inocente»; y dependiendo del valor real del proyecto que se impulse, las consecuencias puede ser nefastas.
La situación se agrava en los países latinoamericanos, que en su mayoría carecen de regulación para Bitcoin y donde miles de personas son víctimas de estafas por falta de educación financiera.
De esta forma, el escándalo creado por LIBRA y Milei no solo pone en riesgo el trabajo realizado para desligar a Bitcoin de los proyectos fraudulentos, sino que coloca al ecosistema nuevamente en la mira de aquellos que rechazan a las criptomonedas, sea por desconocimiento o por convicción.
Visto así, es muy probable que LIBRA sea la nueva bandera que ondeen los anti-Bitcoin, usando el también llamado «criptogate» de Argentina para pedir regulaciones más estrictas y poniendo más leña al fuego para que los reguladores y organismos internacionales redoblen sus esfuerzos para ejercer un mayor control. De hechos, muchos usuarios ya lo están pidiendo en las redes sociales.
El CEA también lo hace y cierra su publicación abogando por mecanismos legales que eviten el robo y la especulación. Prevé que, luego de lo que pasó con Milei, Argentina y otros países de la región se conviertan «en un imán para proyectos financieros de dudosa legitimidad».
Que las voces de protesta logren poner en marcha un nuevo cerco regulatorio mundial contra la creación de Satoshi Nakamoto es algo que está por verse. Hay pasto para que los detractores alimenten sus argumentos negativos por un buen tiempo. Pero, dada la magnitud de los cambios a favor logrados en los últimos años, también es un buen momento para hacer entender la diferencia que marca una criptomoneda como bitcoin.
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