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“Bitcoin” y “activos digitales” son indistinguibles en el diccionario del gobierno de EE.UU.
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La postura indiferente contra bitcoin, ¿obedece a ignorancia o estrategia?
Una lectura entre líneas de los discursos de la camarilla presidencial y de los altos ejecutivos de gobierno ofrece una estampa clara de lo que está siendo el devenir de los criptoactivos en los Estados Unidos: criptomonedas sí, bitcoin no.
No es que los directivos estén diferenciando taxativamente entre bitcoin y las criptomonedas, no con esas palabras. Diferenciar así es un hábito quisquilloso de los que demarcamos las fronteras entre dos cosas con afincada sintaxis (como si con ello nuestra explicación tuviese más peso), dando a entender que bitcoin es una tecnología monetaria tan distinta que justifica que se la eleve por encima, o se le nombre aparte del conjunto lógico al que pertenece.
Funcionalmente, bitcoin actúa como una criptomoneda (en la medida en que emplea criptografía y es dinero), pero no como una cualquiera. De hecho, bitcoin fue el caso concreto, el ejemplo práctico cuyo concepto dio nacimiento a toda una categoría nueva del habla por el método de la inducción. Por eso decimos “bitcoin y las criptomonedas”, para no llamar al padre con el nombre de sus hijos, algo que solo puede hacerse a modo de chiste.
Los directivos no están diferenciando, pues, entre bitcoin y las altcoins. De hecho, es todo lo contrario: ensombrecen las diferencias esenciales entre los atributos de una y las otras, encasillando ambos tipos de tecnologías dinerarias bajo un mismo rótulo: el de “activos digitales”.
Envolviendo el discurso de Trump y el gobierno en un solo pensamiento, bitcoin no es más que una criptomoneda, entre otras, y ambas son solo activos digitales.
A tono con ello, los discursos públicos parecen encargar a la legión entera de activos digitales con la responsabilidad de llevar a Estados Unidos a una nueva era innovación tecnológica, evitándole quedarse atrás contra China.
Es difícil saber si en el caos babélico de conceptos que inutiliza las diferencias entre bitcoin, criptomonedas y activos digitales hay ignorancia o estrategia. Si la mescolanza conceptual se debe a que los comités de análisis e investigación de criptoactivos del gobierno estadounidense no se ponen todavía manos a la obra, y el caos en el discurso es un reflejo del desorden en el entendimiento sobre la industria; o si obedece a que incentivar al sector privado, en el caso de Donald Trump, significa firmar una “amnistía tecnológica” para todos, lo que por casualidad es bueno para los bolsillos, llamando a las cosas con el mismo nombre para no ofender y producir una tregua entre aspirantes al trono.
En cualquier caso, sin importar que obedezca a una u otra razón, más de un empresario estará satisfecho de que la narrativa globalista y “politeísta” de los “activos digitales” continúe siendo el centro de atención. Por ignorancia o fanservice, este camino tomado por el gobierno tenderá a desregular la industria de criptoactivos, lo que vendrá muy bien a los negocios, empresas, sus actividades lucrativas y por qué no, a los mercados.
Este camino no le vendrá mal a bitcoin en ningún caso, sea el único activo escogido para una reserva estratégica o apenas uno más, entre otros. Todos, bitcoiners y altcoiners, obtendrán su beneficio, que no será pequeño.
Pero que no se diga que el gobierno, siguiendo este camino, está genuinamente interesado en los valores de descentralización y libertad financiera, valores que sobre todo, y mejor que nadie, promueve Bitcoin y su tecnología.
Trump no parece tener especial interés en esos valores, porque si bien bitcoin promueve el lucro moderado y la creación lenta, pero factible de riquezas, su propósito más elevado es otro, uno que contradice la existencia misma del Estado. En este contexto, es entendible que Trump y su gobierno prioricen el afán desmesurado de lucro, y lo mejor: empleando medios que pueden controlar a su antojo.
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