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La entrada de Bitcoin en el mundo de la política no tiene vuelta atrás.
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Bitcoin se acomoda al pensamiento político que se prefiera, si se respeta la libertad económica.
«Ser anti criptomonedas es simplemente mala política», dijo hace pocos días Brian Armstrong, líder del exchange Coinbase. Esto tras conocer los resultados de las elecciones en Estados Unidos. Unos comicios donde no solo triunfó Donald Trump, un presidente que prometió apoyar al sector, sino donde una gran mayoría de los representantes elegidos para el Congreso son pro-bitcoin.
Viendo estos resultados, una cosa que queda muy clara: Bitcoin se metió definitivamente en la política cumpliendo un rol importante que podemos considerar decisivo.
Se trata de una entrada al escenario que luce definitiva. No hay mutis para este nuevo personaje político, considerando el inusual volumen de recursos económicos provenientes del sector que entraron en la campaña electoral y que involucra a figuras y empresas importantes. Con tanto dinero de por medio es más que obvia su influencia en la política de Estados Unidos.
Nos encontramos ante una situación no vista en las anteriores elecciones y para la cual el ecosistema se ha estado preparando. «La industria está mejor organizada que en las elecciones presidenciales de 2020», comentó David Primo, profesor de ciencias políticas en la Universidad de Rochester.
De ahí que -conociendo la influencia de Estados Unidos a nivel global- lo más probable es que seamos testigos de cómo esta dinámica se repite en los entornos electorales de otros países, en un futuro no muy lejano.
La avalancha de políticos que desde hace tiempo vienen citando a las criptomonedas y haciendo promesas dirigidas a esta comunidad ya indica hacia dónde apunta la brújula. Los cambios son notorios, pues apenas unos 5 años atrás la balanza se inclinaba hacia una mayoría de políticos rechazando a las criptomonedas y criticando a Bitcoin en varias partes del mundo, viéndola como un proyecto marginal.
Esta nueva ola de candidatos, legisladores y funcionarios electos reconoce que la pionera de las criptomonedas tiene el potencial de influir en el sistema financiero. Y ante las crecientes e imparables cifras de adopción saben que ya no es posible dejarla a un lado.
Los políticos que quieran captar la atención y conseguir votos necesariamente tendrán que hablar de Bitcoin; mientras los gobiernos se verán forzados a establecer lineamientos favorables. La experiencia negativa del gobierno de Joe Biden, con su postura anti-criptomonedas, servirá de ejemplo para la posteridad. Un claro contraste con la popularidad de Nayib Bukele y la estrategia bitcoiner de El Salvador.
Todo esto irá llevando a que la moneda sea cada vez más usada como herramienta, llevando a los políticos a moldear sus discursos en función del interés de sus seguidores por las criptomonedas. La creación de Satoshi Nakamoto se encuentra entonces ante un nuevo vínculo. Una nueva identidad, una que no merma el carácter apolítico de la red. Entendida como un código, una operación matemática que no tiene ideología, valores, o voluntad, más allá de obedecer a su funcionamiento interno.
Es común toparse con debates respecto a la naturaleza ideológica de Bitcoin. Hay quienes dicen que, por sus vínculos con la comunidad cypherpunk es una tecnología criptoanarquista. Otros, por su cercanía a los postulados de la escuela austriaca de economía, la asocian con el libertarismo. La realidad es que Bitcoin puede acomodarse al pensamiento político de que se prefiera -y seguirá funcionando independientemente de la política-, siempre y cuando se respete la misión que le dio vida: dar autoridad individual a las personas para que manejen su actividad económica.
Descargo de responsabilidad: Los puntos de vista y opiniones expresadas en este artículo pertenecen a su autor y no necesariamente reflejan aquellas de CriptoNoticias. La opinión del autor es a título informativo y en ninguna circunstancia constituye una recomendación de inversión ni asesoría financiera.