Hechos clave:
-
La carrera está lejos de terminar y Hughes no habĂa tenido mucho cuidado.
-
SĂłlo habĂa que recordar la criptografĂa disponible en la Ă©poca de la apariciĂłn de Bitcoin.
No podĂa dejar de reĂrse mientras iban en la nave hacia JĂşpiter, pensando en la ira hirviente en la cara de ese estĂşpido cazador, mientras se largaba dejándolo varado en la casa de Marte.
— No me reirĂa tanto, Ritchie. Esta es apenas la segunda palabra. La carrera está lejos de terminar y Hughes se asegurĂł de que nos persiguieran.
— ¡Vamos, Har! Disfruta de las victorias. SĂłlo mira su cara —pulsĂł su brazalete para proyectar la fotografĂa que habĂa tomado con la cámara de sus lentes de contacto.
Al segundo siguiente, la cara furiosa y paralizada del lĂder de los cazadores de la Tierra cubriĂł una de las paredes laterales y Ă©l volviĂł a soltar una carcajada. Hargan, sobre uno de los asientos, suspirĂł resignado, pero acabĂł enarbolando una suave sonrisa.
— Sus naves deben estar pisándonos los talones.
— SĂ, con dos horas de retraso —Ritchie, con una gran sonrisa, se limpiĂł una pequeña lágrima—. Idiotas. Incluso aunque encontraron la casa no pudieron abrir el cuadro.
— No era precisamente obvio…
— ¿Un hash en SHA-256 basado en “Mi mansión en Marte”? —se encogió de hombros— Hughes ni siquiera se molestó en hacerlo con un algoritmo más avanzado. SHA-256 fue roto hace siglos, ¿no? Me sorprendió que lo utilizara.
— Ya te comentĂ© que quizás tiene un significado simbĂłlico. Tal vez el SHA-256 fue parte de la tecnologĂa fundacional del bitcoin.
— ¿Esa basura?
— No fue una basura en su época, Ritchie —Hargan sonrió entretenido—. Era irrompible antes de la computación cuántica.
— Dime que esa moneda sobrevivió mucho más…
— SĂ, pasa la fecha del desarrollo cuántico. Debieron adaptarla.
Ellos recorrieron la mansiĂłn de acero y oro el primer dĂa en Marte, pero no tardaron en descubrir que no habĂa ningĂşn cuadro en lo absoluto a la vista de una “dama aterradora”. Dado que a su Âżbenefactor? le encantaba jugar y los cazadores harĂan el trabajo pesado de encontrar habitaciones secretas en la mansiĂłn, optaron por asumir que quizás esa era la propiedad equivocada, asĂ que se volcaron hacia las bibliotecas para averiguar más sobre aquel sujeto y su vida en ese planeta. Hughes era marciano de nacimiento.
Ninguna de las otras propiedades encajaba con la descripciĂłn del mensaje en el disco, pero algunos hablaban de que era posible que Hughes tuviese otras propiedades o las hubiera donado en algĂşn punto. Los registros estaban cortados debido a la gran quema de la Guerra Roja.
Lo que sĂ pudieron averiguar fue el antiguo vecindario de su infancia, el cual, curiosamente, habĂa sido abandonado mucho tiempo atrás debido a una fuga de diĂłxido de carbono y ahora era ocupado en su totalidad (sin que las autoridades lo supieran) por el Red Silk Road. Encontrar una casa en esa zona con las caracterĂsticas descritas por Hughes fue pan comido.
Entrar durante las noches tambiĂ©n: todos los idiotas que cuidaban la casa estaban asustados por la risa del cuadro. Hughes habĂa escondido el mecanismo en la caja fuerte de atrás, la cual, a su vez, habĂa construido con material no detectable.
La contraseña fue algo más difĂcil. No tardaron mucho en hallar el mensaje en la puerta, pero tampoco en descubrir que esa no era la contraseña. Sin embargo, estaba allĂ por una razĂłn, y dudaban que sĂłlo fuera para establecer el punto de la “mansiĂłn en Marte”.  HabĂa un millĂłn de formas de cifrarlo para conseguir un cĂłdigo y varias de ellas eran funciones cuánticas irrompibles, por lo que averiguarlo a partir de sĂłlo las palabras, en sentido inverso, serĂa imposible.
Pese a ello, habĂan probado suerte. Hargan era experto en tecnologĂas, asĂ que sĂłlo tuvo que recordar la criptografĂa disponible en la Ă©poca de la apariciĂłn de Bitcoin. HabĂan probado con varios algoritmos “vintages” hasta que SHA-256 saliĂł a colaciĂłn. El cĂłdigo resultante de pasar “Mi mansiĂłn en Marte” por ese algoritmo fue el que logrĂł abrir el cuadro, recitándoselo en voz alta.
La caja no tenĂa gran cosa adentro. SĂłlo una nota, la moneda que cabĂa en la palma de su mano y tenĂa un viejo puerto USB, y un botĂłn rojo, el cual, no tardĂł en descubrir, apagaba la risa burlona que parecĂa emanar de la mujer en el Ăłleo.
“¡Felicidades! La segunda palabra es Bicicleta. Sólo en caso de que no sepas qué hacer, conecta la moneda. Es una cartera de nodo completo. Pero sólo después de conseguir las doce palabras, los fondos estarán disponibles”, leyó en aquel momento en la nota, y la guardó en su bolsillo.
TomĂł la moneda y, justo en ese momento, los cazadores que llegaron cayeron redondos en su trampa de rayo inmovilizador. Jamás podrĂa olvidar sus caras. HabĂan estado vigilando la casa desde hacĂa un par de dĂas, incluso de noche, y aun asĂ Ă©l se habĂa colado por el jardĂn. NoqueĂł o paralizĂł a los inĂştiles en su camino, agradeciendo pese a todo que el temible lĂder no estuviese en ese momento.
Claro que cuando él ya estaba marchándose acabó apareciendo… y congelándose. Ja.
El holograma posterior no le sorprendiĂł mucho. Clásico de Hughes… seguro les tenĂa preparadas más trampas. HabĂa mencionado que la primera parada era la parte más fácil, asĂ que era mejor prepararse para lo peor.
Tras conectar la moneda a sus sistemas, sĂłlo descubrieron instrucciones sobre cĂłmo poner las doce palabras una vez que las tuvieran a mano. Y una promesa de darles “clases” sobre la tecnologĂa tras liberar los fondos. Hargan casi se habĂa entusiasmado más sobre eso que sobre el dinero… aunque, claro, necesitaban la tecnologĂa para hacer funcionar ese dinero en particular.
Sobre su siguiente destino, todo parecĂa apuntar a una sola propiedad. Hughes habĂa tenido gusto por construir mansiones raras, y esta no era la excepciĂłn. Sus bases eran de acero y hormigĂłn, pero todo lo demás estaba forrado de la llamada “gelatina jurenis”, un material viscoso y verde que se extraĂa de Juren, una de las provincias de JĂşpiter. Usualmente tenĂa usos industriales, entre los cuales no se contaba construir casas.
Por eso esta Ăşltima mansiĂłn parecĂa un inmenso cubito de gelatina verde con compartimentos y ventanas. A los niños les encantaba visitarla para saltar sobre los muebles… y no habĂa un solo cuadro que entorpeciera las trĂ©mulas paredes. Tampoco, segĂşn los registros oficiales, tenĂa sĂłtano alguno.
Hargan y Ă©l se refugiaron en una posada de bajo perfil en los barrios más cercanos a la llamada “MansiĂłn de Gelatina”, obviando quedarse en los alrededores del Orange Silk Road, el mercado clandestino del planeta. Era seguro que los cazadores llegarĂan a capitalizar esa zona, como habĂan hecho en Marte, aunque quedaba bastante lejos esta vez de su objetivo.
Los siguientes dĂas fueron de pura investigaciĂłn. Eso habĂa probado servirles en Marte, asĂ que dejaron a los cazadores rondar dentro de la casa gelatinosa solos. De todas formas, ellos la analizaron apenas pisar el planeta y no habĂan encontrado nada Ăştil. NingĂşn sĂłtano, cuadro ni cĂłdigo secreto. Además, esta vez Hughes se contradecĂa: al principio, en el mensaje del disco, habĂa puesto que las palabras estarĂan “siempre detrás del cuadro de una dama aterradora”. Ahora, sin más, mencionaba el cuadro de “un bosque inquietante”. Seguro eso implicaba algo importante, pero debĂan descubrir quĂ©.
Ritchie optĂł por ir a vigilar las actividades de los cazadores durante el dĂa, en traje de camuflaje, pero ellos tampoco parecĂan estar haciendo muchos avances.
Más tarde, a los cuatro dĂas, se atreviĂł a regresar a la casa durante la noche con algunas herramientas para revelar tinta oculta y similares, pero no obtuvo buenos resultados. Por desgracia, tampoco habĂan tenido suerte con las otras propiedades de Hughes en el planeta. Ninguna coincidĂa con la descripciĂłn, esta vez ni se guardaban cuadros. De hecho, eran de propiedad privada y pertenecĂan sobre todo a su red corporativa. Acceder a ellas no era imposible, pero sĂ muy difĂcil, y no habĂa garantĂa de que encontrasen algo.
El truco del SHA-256 no les habĂa funcionado una segunda vez. Ni ese ni cualquier otro algoritmo de cifrado con lo que tenĂan, de momento. DebĂan encontrar algo más…
— Parece que se te perdió algo, pelirrojo.
Antes de que pudiera voltearse de su bĂşsqueda con infrarrojos en una esquina, sintiĂł la fuerza de dios sabrĂa cuántos voltios golpeándole hasta el Ăşltimo poro de la piel. Tras el grito correspondiente, cayĂł sin fuerza sobre el suelo firme (lo Ăşnico firme de esa casa, de hecho), y al segundo siguiente tenĂa un ojo de luz naranja analizándolo junto a un burlĂłn ojo amarillo, a juego con una sonrisilla.
— Te tengo. ¿Sabes que este ojo puede atravesar tela de camuflaje? Malas noticias para ti.
SĂłlo en ese penoso momento, mientras Soras Rosu lo arrastraba como un saco de patatas pasillo abajo, Ritchie pensĂł que Hargan habĂa tenido razĂłn sobre lo de reĂrse demasiado pronto.
Más tarde, desarmado y atado a una silla en una habitaciĂłn, no tuvo más remedio que escupir todo lo que sabĂa al lĂder de los cazadores. Y no precisamente porque estuviera dispuesto a decĂrselo o hubieran amenazado con torturarlo, sino porque le habĂa obligado a beber Vino Veritas, una especie de “suero de la verdad” clandestino bastante potente.
Ahora los cazadores tambiĂ©n sabĂan la segunda palabra, que ellos tenĂan la cartera donde estaban los fondos, la posada donde se estaban quedando y hasta sus contactos en los distintos planetas. Excelente trabajo, Richard, pensĂł con frustraciĂłn. Se habĂa confiado demasiado al merodear por la casa.
Estuvo cautivo los dos dĂas siguientes y habĂa intentado escapar en 48 ocasiones, sin Ă©xito. Soras le habĂa dado a beber más “vino” para volver a asegurarse de su avance en JĂşpiter antes de que lo capturaran, pero la verdad es que no habĂan tenido mucho. Por lo visto, los cazadores tampoco. Si podĂa apostar, dirĂa que Hargan se les habĂa escapado con la moneda, pues no habĂan mencionado una sola cosa sobre Ă©l.
Mañana serĂa el Ăşltimo dĂa del plazo de una semana y el dinero comenzarĂa a quemarse. Hughes habĂa tenido mucha razĂłn al advertirles que la primera parada era la fácil… sĂłlo le quedaba la esperanza de que su amigo lo lograra a tiempo. Para escapar Ă©l ya se las arreglarĂa.
— Fue una mala idea, pelirrojo.
Se limitó a lanzarle una mirada fulminante a Soras desde el otro lado de la celda de láser, a lo que él respondió con una sonrisilla mientras masticaba chicle, sentado frente a un escritorio en el que apoyaba las estiradas y cruzadas.
— Te topaste con esto por casualidad. Debiste quedarte fuera.
— Perdóname, mamá.
— Un recolector de 25 años. Aún eres un niño.
— Me parece recordar que sólo eres diez años mayor.
— Asà que también traficas información.
— De la mejor calidad.
— Esos humos altos fueron los que te metieron en este problema en primer lugar. DeberĂas considerarlo.
— ¿Disculpa? ¿Ahora eres Pepe Grillo? —resopló— Como creo que es obvio, ya te dije todo lo que sé. ¿Qué haces aqu� ¿Esperando cómodamente a que mi dinero se evapore?
Soras lo mirĂł penetrante, reflexivo.
— Creo que no nos has dicho todo.
RodĂł los ojos, harto.
— AĂşn no hay antĂdoto o vacuna para el Vino Veritas, genio. De haberlo, los hubiera mandado al infierno hacĂa rato.
— Por supuesto, has respondido a las preguntas que te hemos hecho… pero no a las que no hicimos, ¿verdad? —entornó los ojos— Me gustan los interrogatorios a la vieja usanza. Cuando los prisioneros no saben lo que me están diciendo.
No pudo evitar tragar duro, pero no apartĂł la mirada.
— ¿Qué se te ocurre? Abre la celda si eres tan valiente.
Soras volviĂł a sonreĂr.
— No soy tan estúpido como tú, pelirrojo. Hablemos ahora de una situación hipotética.
EnarcĂł ambas cejas ante el repentino cambio de tema.
— Digamos que tienes un inmenso tesoro entre manos. ÂżDĂłnde lo esconderĂas?
SonriĂł burlĂłn.
— ÂżPor quĂ© crees que te lo dirĂa?
— Porque si no lo haces, te traeré un poco de vino. No tendrás siquiera la opción de mentir.
Frunció el ceño.
— ÂżPor quĂ© me darĂas esa opciĂłn?
Soras se encogiĂł de hombros.
— Responde.
— En definitiva, lejos de ustedes.
— Un lugar más especĂfico, pero abstracto. Por ejemplo, debajo del ocĂ©ano o en una casa abandonada. Lo primero que se te venga a la cabeza.
— Yo que sĂ©, Âżdebajo de mi casa en la colina? ÂżQuieres una direcciĂłn? Obviamente ya no lo pondrĂa ahĂ.
Pese a sus palabras, Soras sonriĂł de nuevo y asintiĂł.
— Obviamente.
Él tuvo entonces la inquietante sensaciĂłn de que en verdad estaba siendo interrogado y no sabĂa lo que estaba diciĂ©ndole. Por fortuna, uno de los guardias irrumpiĂł en la sala, agitado.
— ¡Jefe!
Tanto Ă©l como Soras se enderezaron en sus sitios, alertas. ÂżHabrĂan encontrado la palabra?
— ¿Qué pasa?
— Será mejor que venga a ver —por un segundo, el guardia miró hacia él con intención.
Los dos cazadores abandonaron el lugar al trote y lo dejaron solo. Fue una mala decisiĂłn… bueno, una mala decisiĂłn para ellos, porque para Ă©l era una decisiĂłn excelente. No lo habĂan dejado solo durante toda su estancia allĂ y no planeaba desaprovechar la oportunidad. BuscĂł entre su pelo lo que parecĂa ser una horquilla, pero que en realidad era una llave criptográfica de material indetectable que le habĂa costado un ojo de la cara en Home Silk Road hacĂa unos meses.
Con eso abriĂł la celda y saliĂł como si tal. DecidiĂł evitar a los guardias que estarĂan por el pasillo, asĂ que optĂł por deslizarse entre el tragaluz que daba al techo. SĂłlo tuvo que montar la silla encima del escritorio para alcanzarlo y voilá. ParecĂa un poco estrecho, pero Ă©l era delgado, asĂ que sĂłlo tuvo que balancearse un poco.
Se sacudió la gabardina ya sobre el techo y alzó la mirada. En la distancia, un mensaje holográfico en azul iluminaba el cielo oscuro junto a las numerosas lunas.
“¡Tercera palabra recuperada! ¡Quedan nueve! El temporizador se reinicia. Siguiente parada: mi mansión helada de Neptuno. ¡Me encanta la Reina de las Nieves y su lobo!”
Alguien habĂa encontrado la palabra y, como resultaba evidente, no habĂan sido los cazadores. Esperaba que fuera Hargan, pero primero tenĂa que encontrarlo.
CapĂtulo anterior – Parte II
Descargo de responsabilidad:Â Esta es una obra de ficciĂłn. Los nombres, personajes, empresas, organizaciones, lugares, acontecimientos o hechos que aparecen en la misma son producto de la imaginaciĂłn del autor o bien se usan en el marco de la ficciĂłn. Cualquier parecido con personas (vivas o muertas) o hechos reales es pura coincidencia.
Imagen destacada por flflflflfl / Pixabay
Descargo de responsabilidad: Esta es una obra de ficciĂłn. Los nombres, personajes, empresas, organizaciones, lugares, acontecimientos o hechos que aparecen en la misma son producto de la imaginaciĂłn del autor o bien se usan en el marco de la ficciĂłn. Cualquier parecido con personas (vivas o muertas) o hechos reales es pura coincidencia.
5