La idea de que el criptomercado continuaría ascendiendo sin detenerse hasta alcanzar nuevas alturas semana tras semana cautivó a numerosas personas durante los últimos meses del 2017. Pero casi nunca exigimos pruebas al progreso. De modo que imaginamos que nuestro viaje proseguiría hacia alturas, aparentemente sin fin, a través de la convicción de que Bitcoin y el mercado de criptomonedas solo podían apreciarse.
Cuando se viaja en un avión a gran altura es fácil confundir nubes con cordilleras. Sin embargo, el desarrollo de las criptomonedas y de la tecnología de contabilidad distribuida aún está en ciernes, por lo que quizá debamos aceptar que aún estamos por despegar. La cuestión importante es saber qué fue lo que vimos y qué está experimentando el mercado; si se trata de espejismos o algo más.
La vertiginosa caída actual del mercado contrasta profundamente con el acelerado ritmo de crecimiento que experimentaron las criptomonedas durante los últimos dos años. Solo en 2017 la capitalización global del mercado pasó de $17,7 mil millones de dólares a comienzos de año a $610 mil millones doce meses después. Esta valorización parecía depender de las expectativas que se formaron alrededor de la idea de que invertir en Bitcoin era una forma de resguardar o multiplicar los ahorros. Sin embargo, durante los últimos tres meses los precios de las principales criptomonedas han revertido su crecimiento. Bitcoin se cotiza hoy en poco más de 6.500 dólares, pero su valor ha oscilado en un rango que no supera desde el 20 de enero los 13.000 dólares.
La gran demanda por negociar en Bitcoin y Ethereum ganó terreno a lo largo de los primeros dos trimestres del año pasado. Entidades financieras de peso y empresas de la envergadura de Microsoft e IBM se reunieron alrededor de proyectos privados basados en blockchain. Ripple, una criptomoneda diseñada para satisfacer las necesidades de ese mercado, se posicionó rápidamente en lugares privilegiados de las listas que indican la mayor capitalización. De modo que la indiferencia inicial de las empresas del mercado tradicional, que determinó las primeras etapas del crecimiento de Bitcoin y el resto de las criptomonedas, estaba convirtiéndose en una ambición por no quedar fuera de un prometido reino de riquezas.
La publicidad y las recaudaciones a través de Ofertas Iniciales de Moneda crecieron exponencialmente. Pero en muchos casos los proyectos se fundaron sobre bases engañosas, debido a que ha sido fácil para personas sin escrúpulos, incapaces de demostrar que podían aportar avances para el ecosistema, aprovechar el interés de ciertos inversionistas que no se detienen a evaluar la credibilidad o el funcionamiento de una empresa emergente. 142 ICO fracasaron el año pasado en la etapa de financiación, según Tokendata. Otras 113 no consiguieron cumplir con sus propias expectativas de reunir suficiente dinero para el desarrollo de un proyecto.
A pesar de que a partir del 4 de septiembre del 2017 las autoridades chinas levantaron un cerco de prohibiciones y regulaciones sobre las Ofertas Iniciales de Moneda, en el país que hasta entonces concentraba más de un tercio del flujo de los intercambios de criptomonedas, el mercado continuó captando más y más dinero proveniente de otros sectores, incluyendo el interés de los mercados bursátiles tradicionales que hasta entonces se habían mantenido escépticos sobre la capacidad de Bitcoin como activo de inversión. Además, Japón mantuvo durante todo el año una apertura al criptocomercio, inyectando una confianza en el mercado nunca antes vista.
Estas condiciones aportaron un flujo inusual de dinero que infló el precio de las criptomonedas. Con todo, muchos pensaban todavía que la seguridad de sus ahorros dependía del valor del dólar, mucho más estable en sus variaciones que las criptomonedas, y que por lo tanto era posible obtener una ganancia y luego vender sus criptomonedas. Estas expectativas propiciaron la aparición de futuros de Bitcoin, una herramienta financiera que permite que los inversionistas inviertan en mercados secundarios sin exponerse a realizar operaciones con criptomonedas fuera de las entidades tradicionales.
Así, la apreciación de mercado del bitcoin alcanzó los 20.000 dólares, mientras la comunidad debatía si se trataba de su valor real. Bitcoin parecía estar sobrevalorado porque existía una prima sobre el precio que los inversionistas estaban pagando a los bancos por la transferencia de riesgos a través de los futuros de Bitcoin. Muchos asumieron que era necesario descontar del valor real de la moneda el efecto posterior que tendrían los futuros de Bitcoin en el mercado.
El auge de los futuros de Bitcoin que empujó el valor de las criptomonedas no fue un evento aislado; sobre todo ahora que parece más que probable la aparición de negociaciones de ETF, herramientas financieras que permitirán a muchos inversionistas de Wall Street y otras bolsas de valores entrar en contacto con negociaciones en bitcoin. ¿Cuántos inversionistas en este momento quisieran invertir pero se abstienen por las limitaciones impuestas por los reguladores?
Imaginemos la posibilidad de que nuevos mercados, bancos de inversión, brókers y plataformas de trading se sumen al intercambio de criptomonedas o que más países adopten el uso de blockchain para sus sistemas de registros y criptomonedas para hacer posibles nuevos métodos de pago. ¿No sería este estado de cosas un índice de que Bitcoin debe ser tomado en cuenta como un nuevo activo de reserva?, o que quizá ¿el dólar y el euro han comenzado a perder la hegemonía como monedas de reserva? Sólo hay que tomar en cuenta cómo ha funcionado la emisión del dólar durante los últimos años y comprender que es un sistema basado en un progresivo endeudamiento que posee una estabilidad aparente y muy frágil, como puede observarse en el caos del Reloj de la deuda pública de Estados Unidos, que indica en tiempo real los valores de la deuda de distintos sectores de la economía norteamericana.
La fortaleza de Bitcoin reside en el hecho de estar basado en matemáticas y tener un suministro limitado; no posee jurisdicción porque no es emitido por un ente centralizado y por lo tanto puede ser intercambiado en cualquier lugar del mundo siempre que se posea una conexión a Internet. Los bancos centrales o los gobiernos no deciden cuándo se emiten bitcoins sino que es un protocolo respaldado por cálculos matemáticos lo que determina la regularidad de la emisión y el límite de criptomonedas circulantes. Es una red distribuida a lo largo y ancho del planeta, protegida por una red de cómputo constituida por miles de computadoras.
No hay precedentes que permitan comparar Bitcoin con otro activo; aún esta tecnología es un experimento en desarrollo. A diferencia de burbujas económicas como la de los bulbos de tulipán, el punto com o la burbuja inmobiliaria del 2008, activos que dadas las condiciones de sus respectivos mercado perdieron su capacidad para crear valor, Bitcoin aún se encuentra en una posición donde hay un interés creciente de adopción y desarrollo tecnológico. Para muchos es difícil aceptar que Bitcoin y el consenso a través de blockchain representan un cambio de paradigma.
Las regulaciones no impedirán que más personas usen Bitcoin
A pesar de que la confianza de los inversionistas había aportado una base al criptomercado, precisamente porque era evidente que convertir los ahorros a criptomonedas había sido más rentable que ahorrar en dólares, euros, oro, acciones de petróleo, acciones de Amazon o inversiones en el índice S&P 500; la fiscalización de Ofertas Iniciales de Moneda (ICO) en China, Corea del Sur, Japón y Estados Unidos hizo tambalear el mercado. Pero también nos permitió ver cómo las expectativas de una buena parte de los inversionistas están basadas en corazonadas y temor ante lo desconocido.
Para nadie fue una sorpresa que el volumen de las transacciones en Corea del Sur y Japón se incrementara con el bloqueo impuesto en China. Sin embargo, era imposible prever que el hackeo a Coincheck y las medidas en contra del blanqueo de capital y estafas a través de ICO en Corea del Sur podían representar una amenaza para la estabilidad del precio de Bitcoin y del mercado de criptomonedas. Tan solo el primer día después del hackeo a la casa de cambio japonesa Coincheck, evento que hizo retroceder el mercado de criptoactivos considerablemente, ubicando la capitalización global del mercado por debajo de los 300 mil millones de dólares por primera vez en meses, los usuarios retiraron el equivalente a 373 millones de dólares de sus cuentas.
La serie de nuevos canales introducidos por la demanda de los últimos meses de 2017 y la migración de compañías a jurisdicciones menos restrictivas en términos de regulación dibuja el nuevo panorama del criptomercado. Pero ninguna de las medidas que las casas de cambio y los usuarios han adoptado facilitará el crecimiento de la red si no se toman mejores decisiones respecto a la seguridad de las blockchain y el laberinto de la escalabilidad.
Las soluciones técnicas de Bitcoin para enfrentar la creciente demanda tardaron mucho en ser aprobadas por el consenso. Las transacciones con SegWit apenas representan 30% del total. Las soluciones para micropagos como Lightning Network todavía se encuentra en periodo de pruebas aunque ya es posible realizar transacciones en la red pública de Bitcoin. Ethereum, por su parte, debe vencer los obstáculos que han hecho que su red se congestione frecuentemente.
En tanto las personas perciban que los canales para negociar criptomonedas no ofrecen seguridad, velocidad o flexibilidad, es poco probable que los inversionistas encuentren en el ecosistema la estabilidad que observan en otros activos como el oro o el dólar. Un comerciante normal entra a negociar en Bitcoin para aprovechar que el precio sube y se retirará cuando el mercado comienza a caer. Pero ese mismo comerciante dudará si en determinado momento la demanda se incrementa y se hace imposible ingresar a una casa de cambio o utilizar canales alternativos para negociar o pagar con criptomonedas. La congestión de las redes podría atraer los mismos problemas del pasado: altas comisiones, esperas prolongadas. El precio se verá afectado negativamente por una situación semejante.
El error es percibir a Bitcoin como un activo tradicional
Sin duda, nuevos canales para negociar aparecerán durante los próximos meses. Quizá el más importante sea la posibilidad de negociar bitcoin a través de ETF. Pero hasta que las personas no comprendan la tecnología, el criptomercado continuará sacudiéndose por rumores o anuncios de regulaciones que por sí mismos no comprometen el valor real de Bitcoin y el resto de las criptomonedas.
Ni el oro, ni el dólar, ni las acciones de Amazon o Google poseen las propiedades que posee Bitcoin: criptografía y matemáticas en su estructura; una red de consenso global. Sin embargo ha sido difícil para la comunidad comprender que Bitcoin responde a un nuevo concepto de riqueza que implica que nuestra forma de medir su desempeño no debe estar enfocada en la forma que medimos otros activos. Su aparente volatilidad es vista a través del prisma con que vemos otros activos, pero esa forma de análisis no responde a la naturaleza propia de esta tecnología naciente.
Si medimos, a través del prisma de Bitcoin, activos como el oro, el petróleo, acciones de Amazón, índices bursátiles como SPY, la lectura sobre su aparente estabilidad a lo largo del tiempo y su capacidad para adquirir o perder valor cambia totalmente.
El criptomercado ha perdido valor pero la percepción de cómo ha ocurrido no ha sido exacta. Más bien, podría afirmarse que un conjunto de factores que condujeron a la sobrevaloración de las criptomonedas entre diciembre del 2017 y enero del 2018 permitieron comprender ciertos límites del ecosistema: todavía los problemas de escalabilidad no están resueltos. En la medida que más usuarios utilicen Bitcoin será necesario hacer más eficiente la red para evitar problemas de congestionamiento o altas tarifas para procesar transacciones. Las regulaciones deben ser discutidas en comunidad, a pesar de que en casi todos los casos las medidas se lleven a cabo unilateralmente por los gobiernos. Regular la actividad del criptomercado no es un paso atrás si las personas comprenden cómo deben usar la tecnología. Hay que prepararse para un cambio de paradigma, que involucrará cada día más un cambio en nuestra percepción de la riqueza y de cómo debemos intercambiar, resguardar y aplicar el consenso en el desarrollo del ecosistema.
El futuro de Bitcoin es impredecible. Si bien es cierto que se trata de una tecnología en constante mejoramiento por parte de los desarrolladores y de los colaboradores de la comunidad, los primeros también han advertido sus riesgos. Por tanto, quien quiera entrar en el criptomercado tiene que estar dispuesto tanto a ganar como a perder.