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El objetivo de Ortiz es abrir una puerta para los nuevos, haciendo de bitcoin una herramienta.
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Enfrentan realidades distintas: la libertad regulatoria de México contra el control en Colombia.
Para el bitcoiner colombiano Andrés, bitcoin no es solo una tecnología o una inversión; es una misión que define su existencia. «Voy a morir hablando de Bitcoin», sentencia con una convicción que no admite dudas. En sus palabras no hay fatalismo, sino la certeza apasionada de quien ya encontró un propósito que lo consume y lo impulsa a seguir adelante.
Esta pasión trasciende lo personal y se convierte en un estilo de vida compartido con Lorena Ortiz, su pareja y compañera en la cruzada por la adopción de bitcoin. Para ambos, la moneda digital es el lenguaje de su relación, el motor de su activismo y el legado que buscan dejar en un mundo en transformación. Lo que comenzó como una chispa de curiosidad se ha convertido en una vocación que define cada aspecto de sus vidas, como revelaron durante una entrevista con CriptoNoticias en la octava edición de Cripto Latin Fest celebrada el 21 y 22 de agosto en Medellín, Colombia.
Su relación es un testimonio de cómo una ideología puede tejer lazos profundos y auténticos. «Cuando empecé a salir con Andrés, le dije: ‘Nunca podría estar con un nocoiner'», confiesa Lorena con una sonrisa. «Ideológicamente, compartimos valores y principios fundamentales». Aunque no siempre coinciden.
Luego ella habla de los debates sobre temas como los tokens no fungibles (NFT), por ejemplo, que pueden ser intensos. Esto aun cuando su compromiso con la libertad y la soberanía que representa la moneda creada por Satoshi Nakamoto mantiene sus cimientos inquebrantables.
Esta alianza se extiende a sus roles como referentes en sus respectivos países, donde enfrentan realidades muy distintas. Lorena describe a México como un país «muy libre», con «zonas grises» que, paradójicamente, han permitido un ecosistema permisivo. «Espero que siga así», afirmó, apostando por una regulación que no asfixie la adopción.
En contraste, Andrés es tajante sobre la situación en Colombia. «Escucho mucho menos la palabra ‘regulación’ en México que en Colombia», dijo. «No soy muy amigable con las regulaciones. Y quienes dicen que eso ‘le va a dar paso a entrar el dinero institucional’, a mí me da igual».
Bitcoin es una pasión que define vidas
Estas diferentes perspectivas convergen en un objetivo común y profundamente humano. Sobre ello, Lorena, quien se ha convertido en un referente entre las mujeres que demuestran cómo bitcoin puede ser una herramienta para alcanzar la libertad financiera, destaca su misión:
«Acercar esta herramienta de libertad y soberanía a individuos que realmente lo necesitan. No al inversionista con millones, sino a personas en lugares donde no hay posibilidad de crecimiento económico».
Lorena Ortiz, bitcoiner mexicana y conferencista sobre temas de BTC.
Andrés, por su parte, recuerda sus inicios con una energía casi caótica. «Al principio, sentí que me estaba explotando la cabeza. Y por eso, quería gritarle a todo el mundo sobre bitcoin, tal vez incluso sin entenderlo yo mismo bien». También confesó que con el tiempo, esa euforia se canalizó en una labor de comunicación más formal y profesional, llevando el mensaje a empresas e instituciones.
Añadió que un colega recientemente le confesó sentirse «un poco cansado», como si estuviera «de salida». Pero él mismo desmiente esa idea con una revelación que lo define por completo. «Una vez que entras al agujero de bitcoin, allí te quedas. No lo vas a soltar».
Para él, ese cansancio es solo una pausa en una maratón interminable. La enseñanza, los debates, la lucha ideológica y el deseo de empoderar a otros no son un trabajo del que uno se pueda retirar. Es un impulso vital, una identidad. «Es un poco egoísta», reflexionó Andrés, con franqueza, «pero siento que es parte de lo que me mantiene vivo, solo hablar de bitcoin».
Y así, esa sentencia inicial deja de sonar como un destino y se transforma en un manifiesto. No es una condena que le es impuesta, sino la elección más libre de todas, hecha con la soberanía que tanto predica. La prueba de que, para él, la vida misma es sinónimo de hablar de bitcoin.
Al final, ese legado no se medirá en activos ni en seguidores, sino en la coherencia de una vida dedicada a una sola idea. Y aquel trabajo que se convirtió en vida ahora tiene una declaración que lo resume todo: «Voy a morir hablando de bitcoin».