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Con la preparación requerida, a veces sí pueden crearse las oportunidades.
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El veto al proyecto de tesorería en BTC en Arizona representa un caso digno de análisis.
Hace unos días se confirmó que el proyecto legislativo SB 1025, impulsado desde Arizona y que habría permitido al estado establecer una reserva estratégica de bitcoin, fue vetado por la gobernadora Katie Hobbs. La iniciativa había superado todas las etapas requeridas por el proceso legislativo local, y, cuando parecía que los arizonenses serían los primeros en adoptar esta innovación, el sueño quedó en suspenso.
Patrocinado por la senadora Wendy Rogers y el representante Jeff Weninger, el proyecto comenzó su recorrido en enero tras recibir el visto bueno de la Comisión de Finanzas del Senado. La propuesta permitía invertir hasta el 10 % de los fondos públicos en BTC, y, aunque ha sido enviada de vuelta al Senado, el panorama se torna complicado para anular el veto: hay falta de consenso y los republicanos no cuentan con los votos necesarios.
El veto al proyecto SB 1025 nos recuerda una gran lección: las iniciativas innovadoras, especialmente aquellas que desafían el statu quo, a menudo se topan con barreras impuestas por caprichos políticos o intereses establecidos que priorizan otros intereses sobre el progreso y la innovación.
Esto subraya la importancia tanto de la acción individual como colectiva, ya que transformaciones como esta no ocurren de la noche a la mañana y son mucho más sólidas cuando vienen desde la gente común. Ciudadanos, emprendedores y comunidades deben impulsar el cambio a través de la educación, la adopción de BTC y criptoactivos, ejerciendo la presión adecuada sobre los legisladores. Lo que no podemos hacer es asumir que los funcionarios clave entrarán en razón por sí solos o, peor aún, desentendernos por completo del tema.
La gente debe entender que el verdadero cambio, el que deja huella a largo plazo, no depende de la aprobación de los poderosos. Surge de la determinación de individuos que siembran las semillas de una innovación genuinamente próspera. Un ejemplo claro radica en estas reservas estratégicas de BTC que están surgiendo en Estados Unidos; es decir, mientras iniciativas como la de Arizona y las propuestas HB 487 y SB 550 en Florida se desmoronan bajo el peso de la burocracia y los vetos políticos, una pequeña ciudad en Nuevo México está demostrando el poder de la acción local: Roswell.
Esta ciudad, famosa por su mística extraterrestre, ha hecho historia al convertirse en la primera jurisdicción estadounidense en establecer una reserva estratégica de bitcoin, iniciada con una donación anónima de 3.050.323 satoshis (alrededor de 0,0305 BTC, que para el momento de redactar esta nota equivalen a más de USD 2.800, tomando como referencia datos de CoinMarketCap) que fue recibida en enero de este año.
Gestionada bajo la administración de la alcaldesa interina Juliana Halvorson, la reserva tiene como objetivo reunir donaciones y patrocinios en BTC durante los próximos diez años, hasta alcanzar al menos un millón de dólares. El propósito es crear un Fondo de Emergencia destinado principalmente a subsidiar facturas de agua para personas mayores y financiar respuestas ante desastres. El uso de este dinero estará limitado a un máximo del 21% cada cinco años, y cualquier desembolso deberá contar con la aprobación unánime del Concejo Municipal.
La reserva estratégica de bitcoin de esta ciudad, iniciada con una donación anónima, es un ejemplo del poder de la acción directa. Un solo donante, amparado por una ley que permite realizar contribuciones libres a entidades municipales sin pasar por trabas burocráticas, abrió el camino. Esto demuestra que, a veces, la verdadera autosuficiencia surge de actuar con determinación, sin esperar la aprobación de quienes ostentan el poder. Mientras tanto, proyectos como el HB 1184 en Dakota del Norte, el HB 0201 en Wyoming y el HB 2664 en Pensilvania se quedaron en el camino.
Lo ocurrido en Roswell no solo demuestra el poder de la iniciativa local, sino que también siembra un precedente que podría inspirar a otras jurisdicciones y ciudadanos en Estados Unidos a seguir su ejemplo. En tiempos en los que la innovación suele enfrentarse a muros políticos, este caso nos recuerda que el verdadero progreso no necesita permiso. Cuando las ideas encuentran terreno fértil en comunidades dispuestas a actuar, pueden florecer sin importar su tamaño o ubicación.
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