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Si el gobierno se rinde, entonces las cosas cambiarán para mal... No parece que será el caso.
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Aunque algunas estadísticas no son alentadoras, también existen aspectos muy positivos.
Tras la suspensión de la obligatoriedad de bitcoin en El Salvador, los medios han publicado numerosos titulares sobre el «fin del sueño bitcoiner». Algunos usuarios han mostrado su descontento, argumentando que no se puede promover los valores de Satoshi Nakamoto, centrados en la libertad individual, y al mismo tiempo cerrar acuerdos con organismos que imponen condiciones en las economías de los países. Otros se han refugiado en cifras para hablar de un «rotundo fracaso», aunque los números no siempre reflejan toda la realidad ni ofrecen respuestas definitivas.
A mediados de diciembre, El Salvador alcanzó un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para recibir un préstamo de 1.400 millones de dólares, lo que generó alarma entre algunos seguidores de bitcoin. No podían creer que el país gobernado por Bukele, que durante años había mantenido una firmeza inquebrantable frente a las críticas por su estrategia bitcoiner, finalmente cediera. Lo que para algunos era una patria libre y soberana, acabó inclinándose ante deseos injerencistas.
Pero en la vida no todo es blanco o negro; a veces, adoptar una perspectiva polarizada es lo opuesto a la mesura y el pragmatismo. Este tipo de pensamiento reduce la complejidad de muchos temas a simples dicotomías, pasando por alto aspectos clave y creando un caldo de cultivo para decisiones apresuradas, basadas en prejuicios o simples suposiciones. En el caso de El Salvador, la tesorería de BTC sigue intacta —es más, el país sigue comprando—, existe una Oficina encargada de gestionar todos los aspectos relacionados con bitcoin, y continúan llegando inversiones vinculadas al sector. ¿De qué fracaso o incompatibilidad se habla realmente?
Claro, habrá quien argumente que el bajo uso de la Chivo Wallet para enviar y recibir BTC es una prueba sólida, o que encuestas realizadas en 2024, como la última de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA), indicaron un índice de adopción inferior al 10% entre los encuestados. Estos datos son verificables y no pueden ser ignorados, pero eso no significa que bitcoin haya sido incapaz de establecer las bases para futuros cambios positivos. Hay medidas cuyo impacto no es inmediato, pero que son pasos cruciales para un cambio económico y social a largo plazo.
No todo cambio es inmediato, y hablar de fracaso ahora implica asumir que se esperaba que, en solo unos años, los empleados públicos ya cobraran en bitcoin y que las clases medias bajas lo usaran para hacer sus compras del mes —o algo por el estilo—. Es como si en su momento se dijera que Singapur y Estonia habían fracasado por no consolidar sus avances tecnológicos en apenas cuatro o cinco años. Hoy son referentes, pero detrás hay décadas de esfuerzo y sacrificio. Aun así, los críticos de bitcoin prefieren ignorar estos argumentos y aferrarse a estadísticas que, por ahora, no son vistosas.
Para cualquier detractor, resulta fácil usar proyectos como Bitcoin City para ridiculizar y lanzar titulares sensacionalistas donde la palabra «fracaso» brille como alumbrado público. Entiendo el atractivo de hacerlo, así como la obligación de someter a escrutinio las promesas de un gobierno —lo cual tiene que hacerse sin importar el signo político de una administración—. Sin embargo, propuestas de esta magnitud requieren tiempo y suelen enfrentar retrasos. La falta de avances en la construcción no significa que el plan haya sido descartado. Un ejemplo es Neom, la futurista megaciudad de Arabia Saudita, que, pese a sus múltiples reprogramaciones, sigue en marcha con miles de millones de dólares en inversión.
También entiendo que algunos puedan ver el factor tiempo como una excusa para justificar fracasos, pero no creo que este sea el caso. Primero, porque la adopción de bitcoin en El Salvador no se puede equiparar a algo como la construcción de una plaza pública o la implementación de nuevos billetes fíat, y, segundo, porque en este tipo de transformaciones la educación es el verdadero catalizador. Siempre que se mantengan los esfuerzos educativos para cimentar el cambio en la sociedad, habrá avances de crucial importancia. En este sentido, el gobierno de Nayib Bukele no ha estado precisamente inactivo.
A principios de enero, CriptoNoticias informó sobre el lanzamiento de un programa de inteligencia artificial y robótica en escuelas públicas de El Salvador, impulsado por la Oficina Nacional del Bitcoin (ONBTC) en colaboración con ARK Educate —la división educativa de ARK Invest—. La iniciativa fue contemplada para arrancar en enero con 20 escuelas piloto, fortaleciendo el aporte de otros esfuerzos educativos como Mi Primer Bitcoin, Node Nation y el programa de desarrolladores CUBO+. Según Stacy Herbert, directora de la ONBTC, la formación en bitcoin e inteligencia artificial está sentando las bases para un ecosistema tecnológico sólido, con el potencial de convertir al país en el «Silicon Valley de Bitcoin», donde talento e inversión se unan para impulsar la próxima generación de innovaciones.
¿Puede el gobierno de El Salvador revertir su estrategia el día de mañana? Claro, el futuro no está escrito, pero el detalle está en que hasta ahora no hay indicios significativos de que esto ocurra. Las reformas a la Ley Bitcoin, que entrarán en vigor en mayo como parte de los requisitos del FMI para aprobar el préstamo, de momento cuentan con algunos puntos que no están del todo claros, especialmente en cuanto al estatus legal de bitcoin y las restricciones sobre cómo el gobierno puede gestionarlo. Aunque figuras como Samson Mow dudan que el país pueda continuar con sus compras de BTC una vez que las reformas se implementen, personalidades como Stacy Herbert, Max Keiser y el propio Nayib Bukele siguen asegurando que la criptomoneda líder seguirá siendo fundamental para la política económica de la nación.
De momento, El Salvador continúa fortaleciendo una tesorería que ya cuenta con 6.081 BTC, personalidades influyentes en el mundo de las criptomonedas, como Michael Saylor, siguen viajado al país para reunirse con Bukele y sus asesores —difícilmente Saylor haría tal cosa si percibiera que bitcoin va de salida en el territorio—, y los esfuerzos en materia educativa siguen vigentes. En conclusión, solo podremos hablar de fracaso cuando el gobierno decida abandonar su estrategia bitcoiner, cuando el sector de las criptomonedas a nivel internacional pierda interés en el país, y, lo más importante, cuando el impulso educativo toque fondo. Mientras tanto, las bases para el futuro están siendo construidas. Solo con el paso del tiempo se podrá evaluar con justicia los resultados de este ambicioso experimento.
A pesar de las críticas de algunos sectores y de haber llevado a cabo ciertas concesiones, El Salvador tiene razones sólidas para continuar con su estrategia bitcoiner. La creación de Satoshi Nakamoto, al ser incensurable e inconfiscable, ofrece a los ciudadanos una vía para proteger su riqueza frente a políticas monetarias impuestas por los gobiernos, y manteniendo bitcoin son coherentes con el discurso que dan al público. Al desvincular el dinero del Estado, la criptomoneda líder se posiciona como la alternativa más eficiente al sistema financiero centralizado. Su escasez inherente y su tendencia a revalorizarse la convierten en una reserva de valor atractiva, ideal para estructurar planes económicos en el largo plazo. Este es el principio fundamental que El Salvador ha defendido desde que empezó con todo esto: pensar a futuro, nunca en el corto plazo, pues hacerlo así es una receta segura para el fracaso.
Descargo de responsabilidad: Los puntos de vista y opiniones expresadas en este artículo pertenecen a su autor y no necesariamente reflejan aquellas de CriptoNoticias. La opinión del autor es a título informativo y en ninguna circunstancia constituye una recomendación de inversión ni asesoría financiera.