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Los movimientos –punk se caracterizan por cuestionar lo establecido y por la autosuficiencia.
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Mientras unos ven un futuro brillante, otros trabajan por prevenir distopías tecnológicas.
Esta nota hace un recorrido sobre distintos géneros de futurismo catalogados como “-punk” y la influencia que tuvieron en el desarrollo del movimiento cypherpunk o criptoanarquista que dio origen a las criptomonedas. Finalmente, se presentan los movimientos solarpunk y lunarpunk contemporáneos y se explica su relación con el espacio cripto.
Punk
La etimología de esta palabra no es del todo clara, pero parece haber estado asociada a algo o alguien despreciable o indeseable al menos desde 1869. Casi cien años más tarde, el término empezó a ser reivindicado por bandas de rock amateur como una contestación al establishment en lo que hoy entendemos comúnmente por “punk”: Garage rock y Punk rock, que luego se extenderían más allá de la música a una subcultura, contracultura y estilo de vida. Este movimiento se caracteriza por un cuestionamiento del establishment y una filosofía de DIY (do it yourself, hacerlo uno mismo), es decir, por poner la autosuficiencia y el esfuerzo personal como un valor frente al consumo.
Ciberpunk, cypherpunks
El autor Bruce Bethke acuñó el término al escribir un cuento con ese título en 1983, dándole nombre a un subgénero literario de ciencia ficción que luego William Gibson definiría en su novela de 1984 Neuromante. Si bien este es un género literario que luego se expandió a otros medios como el cine, los videojuegos y la música, parte de su influencia vino del movimiento hacker y a su vez influyó en él.
El ciberpunk planteaba escenarios futuristas pesimistas, y el movimiento hacker reflexionaba cómo podían combatirse a tiempo. A su vez, los desarrollos tecnológicos, muchas veces llevados a cabo por hackers antes que por iniciativas comerciales, inspiraban a los autores ciberpunks con nuevas ideas. Un caso paradigmático para el mundo cripto es la novela Snow Crash (1992), que introdujo los conceptos de “metaverso”, “avatar”, y la idea de un futuro en el que la moneda estatal está hiperinflada y la gente hace transacciones encriptadas con monedas digitales.
Contemporáneos a este movimiento artístico, y expresamente inspirados en él, en 1992 también apareció el grupo cypherpunks, nombrado así por la hacker y activista Jude Milhon. El manifiesto cypherpunk fue escrito por Eric Hughes al año siguiente y está muy estrechamente relacionado con los escritos de Tim May: el manifiesto criptoanarquista de 1988 y el Cyphernomicon de 1994 (a su vez de nombre muy similar a Criptonomicón, novela de Neal Stephenson publicada en 1999).
Estos manifiestos y documentos sintetizan las ideas que circulaban en esta lista de correo electrónico de cómo sería la sociedad ideal en la que el control estatal se volvería imposible gracias a la criptografía. Es en el seno de la lista de correo que Satoshi Nakamoto presentaría por primera vez el whitepaper de Bitcoin.
Retrofuturismos y steampunk
En paralelo al ciberpunk, que miraba al futuro con pesimismo, se desarrolló otra rama de ciencia ficción que miraba al pasado y se preguntaba “¿Qué pasaría si la tecnología hubiese tomado otro rumbo?”. El autor K. W. Jeter le puso el nombre steampunk a este género incipiente en 1987.
Basado en el futurismo del siglo XIX, de autores como Julio Verne o H. G. Wells, la premisa principal es este ejercicio contrafáctico de imaginar un presente o futuro alternativo basado en la tecnología de vapor. Este género evolucionó más allá de la literatura y se convirtió en una subcultura de nicho y estilo de vida en 2010. Si bien se presenta como más conservador, al idealizar un período del pasado, muchos elementos del punk se conservan, principalmente el DIY y la crítica a la cultura del consumo y descarte, contraponiéndolo a la filosofía de durabilidad de los productos del siglo XIX.
Otros géneros tomaron forma a partir de aplicar este principio a diferentes períodos, tales como el dieselpunk (basado en la tecnología diésel del período de entreguerras) y el atompunk (inspirado en la tecnología nuclear y le estética de las décadas de 1950 y 1960, principalmente en EE.UU.).
Solarpunk
Como puede notarse en el apartado anterior, cada retrofuturismo -punk está asociado principalmente a una fuente de energía: vapor, diésel, nuclear. Bajo esta misma premisa de ficción especulativa, pero centrado en las contemporáneas energías renovables, en 2008 (mismo año que Bitcoin) aparece el concepto de solarpunk.
De un carácter más optimista, pero igualmente contestatario, el solarpunk propone un futuro ecológico en el que la gente común se adueñe de la tecnología más avanzada y logre una utopía de autosuficiencia e independencia (ver Un Manifiesto Solarpunk).
En el mundo cripto, esta perspectiva ha sido tomada principalmente por la comunidad de Ethereum, los proyectos DeFi, pero especialmente ReFi (finanzas regenerativas). Se celebran los impactos positivos que la tecnología blockchain tiene para las economías pequeñas y la ecología, y se promueve un estilo de vida basado en este optimismo y en una cultura emprendedora con cierta carga espiritual.
Lunarpunk
Como contracara del solarpunk, el lunarpunk es una estética similar, futurista, ecológica, pero ligada a la noche y el misticismo. Con una visión menos optimista, se parece más a la estética gótica que a ciencia ficción.
Hasta acá parecería ser algo totalmente alejado del espacio cripto, de no ser por dos factores: el elemento -punk y el interés por lo oculto en un sentido amplio. Esta es precisamente la relación que encontró el equipo de DarkFi para combinar esta estética con una defensa de los valores cypherpunks fundacionales y el desarrollo de herramientas criptográficas más avanzadas.
Se cuestiona el optimismo solarpunk y los proyectos asociados por ser demasiado abiertos, transparentes y susceptibles de censura y control. La cultura crypto más mainstream, tan colorida y llena de NFTs, metaversos, influencers y shitcoins, es entendida como un engaño del establishment, particularmente de la cultura geek de Silicon Valley, que como una genuina continuación de los ideales punk y hackers.
En ese sentido, se proponen las finanzas oscuras (DarkFi) como la alternativa. Utilizando principalmente pruebas de conocimiento cero se pueden crear contratos inteligentes y aplicaciones completamente anónimas, que podrían crear un espacio social y económico autónomo. Los lunarpunks de DarkFi vuelven a las raíces del criptoanarquismo, a su vez inspirado en las ideas del agorismo, de décadas atrás, pero con nuevas herramientas para realizar sus metas. Ver Que se haga la oscuridad: Manifiesto DarkFi.
Reflexiones finales
Este artículo está enfocado en distintas corrientes estéticas que han tenido influencia en la cultura cripto pero generalmente no son exploradas en profundidad. Estéticas y ramas de ciencia ficción, que a simple vista parecen muy poco relacionadas, comparten un sufijo común en sus nombres: -punk. En cierto punto, cuando la tendencia ya estaba marcada, es probable que muchos de estos géneros simplemente copiaran ese sufijo sin darle mayor consideración. Pero me parece válido argumentar que de todos modos llamar a algo “punk” continúa evocando una noción de rebeldía y contracultura.
Vale la pena rescatar tal cuestión en un temprano 2024, en el que estamos viendo un cambio de discurso de parte del establishment respecto a Bitcoin. Las figuras de las finanzas que durante 15 años estuvieron en una constante diatriba con Bitcoin y las demás criptomonedas, aprobaron fondos de inversión y ahora las elogian.
Lo que viene a continuación es obvio: van a intentar que las criptomonedas sean un campo exclusivo para los “expertos” de siempre, bloqueando el acceso al grueso de la población, a no ser que accedan a través de ellos. Para evitar terminar en una distopía ciberpunk de estas y otras características, es importante no olvidarse de estas raíces. Para cerrar el círculo, podemos destacar que el concepto de contraeconomía del agorismo, también, deriva del de contracultura.
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