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La época de libre comercio sin aranceles es cosa del pasado.
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Peter Draper y Nathan Howard Gray proyectan que los tiempos difíciles no han terminado.
El mundo contuvo el aliento el pasado 12 de mayo, cuando Estados Unidos y China pactaron una pausa en su encarnizada guerra de aranceles. Sin embargo, esta calma, limitada a 90 días, no disipa las nubes de incertidumbre que amenazan la economía global.
El acuerdo alcanzado entre las dos potencias suspende parcialmente las tarifas recíprocas que habían escalado a niveles históricos. Estados Unidos redujo sus aranceles a productos chinos del 145% al 30%, mientras que China rebajó los suyos del 125% al 10%.
Además, se estableció un mecanismo formal para continuar las negociaciones, con el objetivo de evitar nuevas escaladas. Este respiro llega tras meses de tensiones, marcadas por restricciones chinas a la exportación de tierras raras —cruciales para la tecnología y la defensa estadounidense— y aranceles impuestos por la administración Trump a decenas de países.
El contexto previo era sombrío. Las cadenas de suministro globales enfrentaban disrupciones, los riesgos inflacionarios crecían y la amenaza de una desaceleración económica global se cernía sobre los mercados.
Por ello, el acuerdo, aunque temporal, ha sido recibido como un alivio. No obstante, hay problemas estructurales que persisten.
Aranceles elevados y una nueva realidad comercial
Según cálculos de Peter Draper, director ejecutivo del Instituto de Comercio Internacional de la Universidad de Adelaida, y Nathan Howard Gray, investigador de la misma institución, los aranceles estadounidenses, aún tras la reducción, alcanzan un promedio ponderado del 17,8%, frente al 2,2% registrado el 1 de enero de 2025.
“Esto representa el muro arancelario más alto desde la década de 1930”, afirman en un informe. En paralelo, los aranceles restantes de China, aunque menores, siguen siendo significativos.
Ambos coinciden en que el comercio bilateral libre de aranceles es cosa del pasado. “Se ha establecido una nueva línea de base”, señalan, indicando que las barreras comerciales han llegado para quedarse.
Esta realidad refleja un cambio estructural en las relaciones económicas globales, donde la competencia estratégica entre Estados Unidos y China define el panorama.
Negociaciones complejas en el horizonte
El acuerdo de 90 días abre una ventana para negociar, pero los temas sobre la mesa son espinosos.
China ha ofrecido comprar cantidades no especificadas de productos estadounidenses, un eco del fallido acuerdo de “Fase 1” de la primera presidencia de Trump, que no se cumplió, dicen los investigadores.
Una revisión ordenada por Trump en enero de 2025 confirmó que China incumplió compromisos en agricultura, finanzas y propiedad intelectual. Este antecedente genera escepticismo sobre la viabilidad de un nuevo pacto.
Además, las conversaciones abordarán la política monetaria china, sus subsidios a empresas estatales y las barreras no arancelarias que Pekín utiliza con flexibilidad.
También se discutirán los controles a las exportaciones de bienes sensibles, como semiconductores estadounidenses y minerales críticos chinos. “Si no se llega a un acuerdo, ambos países seguirán imponiendo restricciones bilaterales”, advierten Draper y Gray.
El impacto en el precio de bitcoin
La noticia del acuerdo desató una oleada de optimismo en los mercados financieros. El sector de los criptoactivos captó especial atención. Bitcoin (BTC) escaló hasta un pico de 105.000 dólares tras el anuncio, y aunque ha retrocedido ligeramente en la jornada actual, su precio se mantiene por encima de los 100.000 dólares.
Este movimiento alcista responde a varios factores. La tregua arancelaria reduce, al menos temporalmente, los riesgos de inflación y disrupciones económicas, lo que alienta a los inversionistas a asumir mayores riesgos en activos como bitcoin.
Además, la incertidumbre previa ha reforzado la narrativa de bitcoin como un “activo refugio” frente a la inestabilidad económica, similar al oro.
Esta percepción se ha consolidado en los últimos meses, especialmente tras la escalada arancelaria de abril, cuando Estados Unidos y China anunciaron sus tarifas recíprocas. En ese momento, bitcoin cayó a 74.000 dólares. Sin embargo, se recuperó rápidamente, mostrando su evolución como un instrumento de cobertura ante la inestabilidad macroeconómica y el riesgo geopolítico, como lo reportó CriptoNoticias.
El mercado de bitcoin también se ha diversificado significativamente. La introducción de fondos cotizados (ETF) de bitcoin, junto con compras institucionales por parte de empresas como Strategy y reservas gubernamentales, ha ampliado la base de inversionistas.
Estos desarrollos refuerzan la idea de bitcoin como activo de refugio. Además, se trata de una moneda descentralizada, resistente a la censura de bancos y gobiernos, y que no se devalúa por la emisión monetaria o decisiones políticas de bancos centrales. Esta cualidad lo convierte en un activo atractivo para diversificar carteras de inversión, especialmente en tiempos de tensiones geopolíticas o incertidumbre económica.
Hay riesgos en el panorama
A pesar de este optimismo, los riesgos persisten. Si las negociaciones fracasan al cabo de los 90 días, una reescalada de aranceles podría desencadenar presiones inflacionarias y perturbar las cadenas de suministro globales.
En este escenario, los mercados tradicionales podrían enfrentar caídas significativas, lo que impulsaría la demanda de bitcoin como cobertura (en caso de que siga comportándose como «oro digital») o podría caer significativamente, como lo ha hecho en el pasado (en caso de que siga siendo percibido como «activo de riesgo»).
Draper y Gray son claros: el acuerdo es una tregua, no una solución. La competencia estratégica entre Estados Unidos y China está lejos de resolverse, y el probable desenlace es un “conflicto estancado” de largo plazo. “Ninguna de las partes puede vencer a la otra”, afirman, proyectando un futuro de tensiones comerciales persistentes.