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Auditoría revela miles de millones de dólares desviados por controles financieros ausentes.
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En medio de este escándalo, Bitcoin emerge como un contraste revelador.
Un equipo de auditores del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), liderado por Elon Musk, descubrió que el Tesoro de EE.UU. ha operado por décadas con controles financieros críticamente ausentes. Campos básicos como categorías de pagos, justificaciones y verificaciones de identidad (como números de Seguro Social) estaban vacíos o ausentes en millones de transacciones. Según documentos internos, esto permitió que más de 50 mil millones de dólares anuales —equivalentes a 1.000 millones semanales— se desviaran a cuentas fraudulentas sin identificación.
«Era un mecanismo perfecto para el lavado y el robo a escala industrial», declaró Elon Musk, quien accedió a datos sobre el manejo de los funcionarios del Tesoro. «Prefirieron ignorar el fraude antes que enfrentar quejas de quienes explotaban el sistema», añadió.
La auditoría reveló que casi el 24% del presupuesto del Tesoro se pierde en desperdicio, fraude o abuso —una cifra que supera con creces a departamentos como Defensa (1.85%) o Agricultura (9%)—. Musk explicó que la prioridad histórica del Tesoro fue «minimizar conflictos», no proteger fondos públicos. «Era más barato tolerar mil millones semanales en fraudes que lidiar con presiones políticas o legales de los estafadores», afirmó.
El sistema, según los hallazgos, carecía de auditorías automáticas y permitía pagos a cuentas sin identificación, violando protocolos básicos de seguridad financiera. «No fue incompetencia, sino diseño», insistió un miembro de DOGE bajo anonimato.
La respuesta del sistema fue rápida y contundente. La semana pasada, un juez federal en Nueva York emitió una orden ex parte (sin notificación previa a una de las partes) que bloqueó al Secretario del Tesoro y su equipo de acceder a los sistemas internos de su propia institución. La medida, solicitada por 19 fiscales generales demócratas, argumentó «proteger la integridad del Departamento», pero los críticos la califican de «censura financiera».
«Es como prohibirle al director financiero de una empresa ver sus propias cuentas», denunció un asesor legislativo republicano. Mientras, se reporta que DOGE ya ha recuperado millones de dólares identificando transacciones fantasmas.
El caso escala a una lucha simbólica, ya que, por un lado, hay una red de poder que incluye jueces y funcionarios; mientras que, por otro lado, hay grupos como DOGE que exponen fallas. «Cada campo vacío que encontramos es un hueco en la armadura del sistema», dijo un analista de DOGE.
Aunque el Tesoro alega que trabaja en «modernizar controles», la orden judicial ha paralizado investigaciones internas. Mientras, en redes sociales, circula un mensaje de DOGE: «No pueden tapar el sol con un dedo. El 24% de un presupuesto de miles de millones no desaparece por error».
Un fraude sistémico: cheques en blanco y lista de exclusión inútiles
Al frente de (DOGE), Elon Musk está destapando lo que califica como un «fraude sistémico». Se trata de 100.000 millones en pagos anuales a beneficiarios sin identificación, lo que él ve como un «fraude obvio e inequívoco».
Entre los casos más escandalosos, Musk mencionó a una funcionaria pública con un salario modesto que acumuló un patrimonio de 30 millones de dólares sin explicación clara. «¿Son genios de la inversión o hay algo más? La realidad es que se enriquecen a costa de los contribuyentes», declaró durante una conferencia de prensa.
Musk criticó la falta de controles básicos en el sistema de pagos del Tesoro: campos de categorización y justificación vacíos, listas de exclusión de pagos a entidades fraudulentas que tardan hasta un año en actualizarse, y transacciones a organizaciones terroristas o estafadores conocidos que siguen recibiendo fondos. «Es como enviar cheques en blanco desde una oficina sin preguntar por qué», añadió.
Adicionalmente, Musk habló del proceso de jubilación federal y de cómo este muestra un sistema anticuado que no se adapta a los nuevos tiempos ni optimiza sus procedimientos. Los trámites se gestionan manualmente en papel y se almacenan en una mina de piedra caliza operativa desde 1955. «El elevador de la mina determina cuántas personas pueden jubilarse al mes. Si se descompone, nadie lo hace», reveló Musk, prometiendo digitalizar el sistema
Y ahora que la ofensiva anticorrupción de DOGE enfrenta resistencia, Musk denunció que esto protege a «los corruptos»: «Un juez activista quiere frenar nuestro trabajo. ¿Por qué impedir que devolvamos el dinero a los contribuyentes?». Aseguró que apelará, pero advirtió que, al mismo tiempo, las demoras judiciales dan tiempo a encubrir fraudes.
Frente a críticas por su «toma hostil» del gobierno, Musk insistió en que actúa con un «mandato claro» de los votantes de Trump y prometió «transparencia total»: todas las acciones del DOGE se publican en su sitio web. «No es draconiano: es sentido común. Si gastas dinero público, explica por qué», declaró.
Bitcoin: la transparencia que expone las sombras del sistema
El escándalo destapado por DOGE no solo expone un fraude sistémico, sino también una profunda contradicción en el discurso de las autoridades estadounidenses. Durante años, el Tesoro y otras agencias gubernamentales han señalado a Bitcoin como un sistema que facilita el lavado de dinero y el fraude, exigiendo mayor transparencia en sus transacciones y la identificación de los usuarios en redes descentralizadas.
Estas demandas, que han llevado a regulaciones como el requisito de KYC (Conoce a tu cliente) en exchanges de bitcoin y otras plataformas de criptomonedas, son ampliamente criticadas por violar el derecho a la privacidad de los usuarios de activos digitales. Sin embargo, cuando DOGE pide transparencia en el manejo de los fondos públicos del Tesoro, el sistema responde con una orden judicial que bloquea el acceso a sus propios datos, argumentando preocupaciones por la «privacidad» de la información financiera.
Esta paradoja pone en evidencia las fallas del sistema financiero tradicional y refuerza el valor de Bitcoin, cuya red pública e inmutable ofrece un nivel de transparencia que el Tesoro no ha logrado en décadas.
Mientras el gobierno busca regular las criptomonedas bajo el pretexto de prevenir el fraude, el caso de DOGE demuestra que el mayor riesgo de lavado de dinero y corrupción no está en las redes descentralizadas, sino en las instituciones centralizadas que manejan miles de millones de dólares sin controles efectivos.
En contraste con el sistema financiero tradicional, queda claro que Bitcoin no necesita órdenes judiciales para ser transparente. Además, Bitcoin, se presenta como un sistema efectivo, digital y descentralizado, adaptado a los nuevos tiempos, algo que el sistema financiero tradicional no logra, pese a múltiples intentos.
Mientras el Tesoro depende de procesos manuales, como el almacenamiento de registros en minas de piedra caliza desde 1955, Bitcoin opera en una red global que permite transacciones instantáneas, verificables y sin intermediarios. Esta modernidad contrasta con un sistema financiero que luce arcaico, incapaz de implementar auditorías automáticas o digitalizar procesos básicos, lo que lo deja vulnerable a fraudes masivos y lo aleja de las necesidades de una economía del siglo XXI.