-
Doingbase es una de las casas de cambio más grandes del mundo.
-
La empresa adquirió una firma de ciberseguridad de dudoso pasado para "repotenciar" el negocio.
¿Por qué una prestigiosa empresa decidiría poner en riesgo su negocio por contratar unos cibersicarios? Esta pregunta resonó durante varias semanas tras la adquisición de Protino por parte de Doingbase, una de las casas de cambio de mayor relevancia en el ecosistema de los criptoactivos. ¿Por qué?
Hace dos meses se dio a conocer la noticia. Doingbase adquirió la propiedad y derechos de la firma de ciberseguridad Protino. La mayoría de los miembros habían pertenecido a otros proyectos de inteligencia y supervisión asociados a algunos gobiernos e instituciones del mundo, creando herramientas de análisis para desanonimizar la blockchain de Bitcoin y otros criptoactivos, así como para hacer un rastreo pormenorizado de transacciones asociadas a delitos (o al menos esa era la excusa).
Estas herramientas fueron vendidas sin escrúpulos, estaban manchadas de sangre, especialmente en contextos hostiles contra las libertades civiles. Periodistas, disidentes, activistas. Todos fueron expuestos. Los países más retrógrados del mundo se beneficiaron, ganando mayor control sobre sus conciudadanos gracias a estos “hackers”. ¿Qué buscaban ahora en el ecosistema de los criptoactivos? ¿Por qué serían útiles sus herramientas?
Doingbase, las inversiones y el nuevo valor
A pesar de que Doingbase había sido calificada como el primer unicornio del ecosistema, (es decir, que había alcanzado una capitalización de mercado de más de 1 millardo de dólares) la realidad actual de Doingbase estaba lejos de ser positiva.
La empresa había decidido diversificar su negocio. Así, además de la casa de cambio de criptoactivos, empezaron a investigar las aplicaciones de la Inteligencia Artificial al trading. También se involucró con otras áreas como la minería de criptoactivos y busco crear un fondo de inversiones exclusivamente en criptoactivos. Y si bien durante el bull market la empresa pareció ir viento en popa, la tendencia bajista del mercado comprometió seriamente su futuro. Allí entraba Protino.
El principal activo de esta empresa era el manejo de información con técnicas e instrumentos de alto nivel. Los servicios de Doingbase cumplían con un estricto sistema de identificación del cliente, por lo que los usuarios proveían una importante cantidad de data e información antes de poder usar la plataforma. Nombre, dirección fiscal, documento de identidad y, en algunos casos, incluso registros de tarjetas de crédito; esto sin contar toda la información derivada de la actividad comercial de los clientes en la plataforma. Un gran tarro de miel de información: el nuevo activo de la empresa.
La decisión de contratar a Protino había sido tomada de manera concienzuda. La mala prensa, la pérdida de clientes e incluso la sospecha de buena parte de la comunidad de usuarios fue considerado un precio bajo, pagado para elevar el potencial de la empresa, abriendo un nuevo horizonte de negocio en el que la información de los usuarios cobraba un nuevo sentido: un sentido de mercancía, gracias al equipo de hackers y sus herramientas.
Información-valor
Durante una junta de alto nivel, un ejecutivo resumió los hechos. La empresa contrató a Protino, la comunidad protestó, Doingbase ofreció un comunicado oficial para aclarar el tema, pero esto no mejoró. El número de usuarios siguió cayendo.
«Al final del día no importa cuantos de ellos se vayan», aseguraba el ejecutivo. «Lo importante es que nosotros podamos reimpulsar la empresa. Para nosotros, lo fundamental hasta ahora han sido los criptoactivos. Nos hemos equivocado, y estamos pagando las consecuencias. Nuestro verdadero negocio es la información. Lo que nos dará valor es cómo utilizamos lo que ya tenemos, y aunque suene mal, esta información ya es nuestra».
Muchos intercambiaron miradas de contrariedad, pero nadie dijo nada. La empresa verdaderamente estaba contra la pared.
La estrategia consistía en utilizar las herramientas de seguimiento financiero de Protino, así como la información sobre la identidad de los usuarios. para crear perfiles de consumidores. Estos perfiles tendrían un alto nivel de adecuación a la muestra, pues se trataba de una derivación directa de la información provista por los clientes, sin su consentimiento.
“Imagínense lo que harían actores institucionales por tener estos perfiles. Imagínense lo que pagarían algunos gobiernos por conocer quiénes evaden impuestos utilizando criptoactivos. Imaginen, este es nuestro destino”, señaló el sujeto, con grandilocuencia.
Estos perfiles de consumidor tendrían varios niveles. En un primer caso, solo información de comercio en Doingbase: criptomonedas más utilizadas, porcentaje de apalancamiento empleado, volumen manejado por los clientes.
En un segundo nivel, a la información financiera se le añadían datos bancarios del cliente, para que las empresas o instituciones pudieran conocer el estado de la línea crediticia, el porcentaje del portafolio utilizado en criptactivos, así como la cantidad de capital manejado.
El tercer nivel incluía la identidad de los clientes, vendida a precio de oro y bajo un contrato de extrema confidencialidad. En este caso, el comprador adquiría información pormenorizada de un blanco bien identificado, bien fuera para añadirle a sus negocios o para encarcelarle.
«¿Por qué alguien querría anonimato? ¿Qué tienen que esconder? ¿Acaso son delincuentes? Los únicos que tienen algo que esconder son los delincuentes. Si tenemos esto en cuenta, no solo estamos colaborando con la empresa y su crecimiento; además lo hacemos en consonancia con la ley, incluso aunque algunos dicen -y dirán- que nuestro nuevo negocio está mal».
Todas las sospechas contra Doingbase, las denuncias sobre sus prácticas poco profesionales en la gestión de la información, los oscuros motivos de Protino, todo era cierto, lástima que, al menos por el momento, nadie ha revelado los secretos que se manejan a vox populi en sus instalaciones.
Descargo de responsabilidad: Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, empresas, organizaciones, lugares, acontecimientos o hechos que aparecen en la misma son producto de la imaginación del autor o bien se usan en el marco de la ficción. Cualquier parecido con personas (vivas o muertas) o hechos reales es pura coincidencia.
Imagen destacada por Dmitriy / stock.adobe.com
Descargo de responsabilidad: Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, empresas, organizaciones, lugares, acontecimientos o hechos que aparecen en la misma son producto de la imaginación del autor o bien se usan en el marco de la ficción. Cualquier parecido con personas (vivas o muertas) o hechos reales es pura coincidencia.