La capacidad que tiene Bitcoin para aportar soluciones financieras no es evidente para todos. Quizá porque existe en la cultura una idea muy arraigada de que cada uno de nosotros debe adaptarse a los modelos ya instituidos, que de alguna manera sugieren hasta dónde llegan los límites de nuestras libertades económicas, que incluyen aspectos sobre la privacidad de nuestros actos o la posibilidad de auditar los sistemas que utilizamos para intercambiar valor o comunicarnos.
Es como si alguien quisiera hacernos creer que es un error pensar que hay algo fundamentalmente malo en la forma en que se establecen procedimientos para conocer, participar y decidir sobre los mecanismos políticos y administrativos de las instituciones financieras que resguardan el dinero que hemos estado usando hasta ahora.
Cuestionar el funcionamiento de los modelos económicos que los bancos reproducen en las economías domésticas e individuales se percibe como un acto de conciencia del malestar. Si pensamos en términos globales, las economías se encuentran en crisis. Pero proponer alternativas como el uso de Bitcoin puede llegar a ser sospechoso según la postura del sector más anquilosado de la economía. Sobre todo, si las personas se dejan llevar por la opinión de expertos, autoridades e incluso premios Nobel.
La mayoría de estas personas está de acuerdo en que hay numerosos problemas que hay que resolver. Pero la idea de que quizá erramos el camino hace mucho tiempo puede ser perturbadora para todos. Sin embargo, el dinero sigue en las bóvedas de extraños, nuestros gastos los realizamos con notas de crédito (billetes o monedas) que una entidad proporciona para representar una fracción de un valor inexpugnable, que algunos calculan en base a cantidades de oro, reservas de petróleo, acciones en bolsas de valores, confianza, deuda o productos que producen valor: si es que tal cosa es posible todavía, y si incluimos en la ecuación a los bancos centrales y la manera en que se emite el dinero fiduciario en la actualidad.
El Banco de Inglaterra tardó 300 años en crear 1 billón de libras esterlinas. Tardó 8 años más en crear otro billón de libras esterlinas, de los cuales solo el 3% era dinero efectivo, según cifras del 2014. ¿Hay un límite entonces? ¿Es posible juzgar o sancionar la manera en que las economías devoran cada vez más dinero y argumentar que ese crecimiento, y el uso de ese dinero, se basa en la confianza de las personas?
Hace pocos días un reputado economista argumentó precisamente que no comprende cuál es el problema que resuelven las criptomonedas. Opina que “no tienen respaldo, ni anclaje” a la realidad y que los costos de las transacciones generan mucha fricción, lo que significa un retroceso para cualquier sistema monetario.
Pero la idea de que las transacciones que se realizan a través del sistema financiero moderno no generan costos para las personas no es acertada. Porque quien deposita valor en un banco, a cambio de disminuir la fricción para el comercio, por ejemplo, cede el control de su dinero. ¿Qué obtiene un ahorrista si deja su dinero en un banco? Una tasa de interés ínfima que no tiene incidencia alguna, el pago de pequeñas comisiones que el banco consume en cantidades masivas, deudas que provienen de préstamos.
Los bancos tienen el privilegio de decidir sobre los límites de efectivo que una persona puede utilizar en determinado periodo de tiempo. De hecho, los bancos en Estados Unidos deben guardan en sus bóvedas el 3% de su reserva si mantienen transacciones de cuentas de más de 15.2 millones de dólares; y el 10% del total de sus reservas si maneja transacciones de cuenta superiores a 110.2 millones de dólares. El resto suele estar depositado en el banco central local, pero resulta arduo pensar que los bonos o la deuda que se utiliza para representar esa reserva pueda denominarse un “respaldo” o anclaje a la realidad.
Lo preocupante es cómo muchos de estos bancos federales, junto a grandes compañías, pretenden impulsar sus economías a partir de la creación casi indiscriminada de dinero que contribuyó a la crisis de los últimos 18 años, acumulado en créditos hipotecarios, negocios del sector financiero, propiedades comerciales, tarjetas de crédito e hipotecas personales, que más que herramientas parecen ataduras al sistema de impuestos.
Las actuales regulaciones estatales de las economías más influyentes insisten en adaptar el uso de Bitcoin a las legislaciones existentes. Sin tomar en cuenta que las leyes existentes no proporcionan límites claros al sistema para el cual fueron diseñadas; mucho menos permite adaptar la geometría de Bitcoin a los moldes regulatorios.
El comercio internacional implica desafíos más grandes para el dinero fiduciario: impone restricciones al comercio libre y una gran cantidad de fricción en términos burocráticos y de gasto por comisiones. Bitcoin no reconoce barreras geográficas o políticas, no hay fronteras para su uso: el gasto por comisiones es una pequeña fracción de satoshis, distribuido entre los grupos o individuos que mantienen operativa la red al confirmar transacciones e incluirlas en la cadena de bloques; en modo alguno ese gasto es comparable al intercambio que tendría que hacer un comerciante que debe mover fondos en transacciones internacionales.
La infraestructura financiera, sobre todo la que se encuentra del lado de organismos, instituciones y bancos, admite la posibilidad de que las personas intercambien o resguarden su dinero en un ambiente de aparente seguridad. Pero en ningún caso esa seguridad se sostiene en la reputación del banco. Contrario a lo que se ha intentado establecer en la cultura económica de las personas, nadie utiliza el dinero fiduciario que emiten los bancos centrales por la creencia de que “tiene valor subyacente porque unos hombres armados dicen que lo tiene”, como sugirió Paul Krugman, un economista galardonado con un premio Nobel.
Si las personas que critican el sistema que propone Bitcoin no comprenden qué resuelve esta tecnología, tampoco comprenden el malestar que propició el clima político y económico de las últimas décadas, que fue decisivo para que los primeros bitcoiners utilizaran una moneda diseñada sobre preceptos que postulan un sistema construido contra la censura de las transacciones, que no estuviese vinculado a los actores tradicionales de la economía global.
Las autoridades financieras poco comprenden que Bitcoin posee mecanismos autoreguladores que limitan la posibilidad de que las personas que utilizan la criptomoneda pierdan valor al intercambiar fondos o que la cadena de bloques sea hackeada. En cambio, alguien muy motivado y con recursos podría intervenir el sistema bancario durante cinco años, como Denis K., quien logró extraer dinero de más de un centenar de bancos desde el 2013 hasta que fue arrestado, incluyendo a todos los bancos rusos y obteniendo 810 millones de euros solo durante un año de operaciones.
Bitcoin jamás ha sido ni será hackeado, porque sería necesario engañar a un sistema que cuenta con miles de computadoras que resguardan el historial de todas las transacciones hechas hasta ahora.
Bitcoin va en dirección contraria al modelo financiero instituido desde hace 300 años. No es un sistema que disimule ser algo que no es: no crea dinero a partir de la deuda, más bien crea valor a partir del desarrollo de su tecnología, que es lo que genera la confianza que los bitcoiners sostienen.
El sistema bancario discrimina a través de la censura, que permite desviar la atención de lo verdaderamente importante: cómo se genera el dinero, cómo se resguarda y cómo se intercambia. La mayoría de las personas no tienen posibilidad de auditar el sistema financiero. En cambio Bitcoin propone un modelo resistente a la censura de las transacciones, auditable.
Solo la persona que posee las llaves secretas que el software proporciona, tiene la potestad de controlar cuánto transferir, a quién y dónde, no hay límites temporales, ni requisitos más allá de la comprensión de que la seguridad depende de cada uno. En el futuro, Bitcoin podría llegar a implementar contratos inteligentes que diversificarán aún más las posibilidades de uso de la criptomoneda, asegurando de esa manera que no hay nada que el dinero fiduciario haga que Bitcoin no pueda hacer de manera más transparente y más segura, porque está soportada por mecanismos que se ejecutan según leyes matemáticas.
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