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La humanidad no siempre ni en todo lugar midió el tiempo de la misma manera.
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Bitcoin estableció un estándar inviolable para medir el tiempo en el ciberespacio.
Según el físico y divulgador Javier Santaolalla, las ciencias naturales todavía no han logrado definir el tiempo estrictamente como fenómeno físico. Sin embargo, las ciencias sociales abordan la temporalidad como un marco de referencia fundamental para toda la actividad humana. Incluso tenemos una disciplina como la historia, que trata específicamente con la temporalidad. Ahora, Bitcoin tiene el potencial para cambiar cómo percibimos el tiempo.
Érase una vez el tiempo circular
En lo amplio y diverso de la experiencia humana podemos encontrar un sinfín de métodos para entender y organizar el tiempo a distintas escalas. Un trabajo interesante a este respecto es “Temporal orientation in western civilization and pre-literate society” (Orientación temporal en la civilización occidental y la sociedad prealfabetizada) del antropólogo Irving Hallowell, publicado en 1937. Si bien ese texto se centra específicamente en una cultura cazadora-recolectora de Norteamérica, los marcos de referencia que menciona son bastante universales: la posición del sol durante el día, de algunas estrellas durante la noche, considerando que la longitud de esos períodos cambia a lo largo del año, por lo tanto, son más imprecisas que una división estricta en horas, minutos y segundos. Asimismo, tampoco existen estructuras mayores al día, así que no hay semana ni nombres para cada día.
Los ciclos de la luna son un marco de referencia para unidades de tiempo mayores, los meses. Sin embargo, ni estos ciclos son necesariamente entendidos como una suma fija de días, ni coinciden perfectamente con lo que entendemos como un calendario solar, por lo que es un marco de referencia también flexible.
En una escala mayor tenemos las estaciones, marcadas por cambios en el clima, la flora y la fauna, por tanto, relativas a la ubicación geográfica de cada cultura. Hallowell menciona un ejemplo de Radcliffe-Brown de las islas Andaman en la que su gente reconocía las estaciones por los aromas de las plantas que florecían en cada período. Es decir, tanto la cantidad como la duración de las estaciones varían de cultura a cultura y de región en región. En zonas tropicales, por ejemplo, es común que haya solamente 2: estación de lluvias y seca; mientras que Hallowell encuentra 5 estaciones entre los Saulteaux.
Por último, existe la unidad del año solar, con puntos de referencia como los solsticios y equinoccios. Si bien estos momentos son reconocidos y un ciclo de mayor duración es entendido como una unidad, no tiene utilidad práctica en el día a día de los cazadores-recolectores en general.
Esto tiene efectos, por ejemplo, en como las personas entienden su propia edad. En lugar de medirla en una cantidad exacta de años a partir de una fecha específica del nacimiento, es común encontrar rangos etarios dados por las etapas de desarrollo biológico y cambios de estatus social como el casamiento. Algún hecho histórico en conjunto con una referencia a la edad de alguna persona conocida sirve de marco de referencia temporal. Sin embargo, Hallowell encontró un límite de alrededor de 150 años para esta memoria colectiva. Todo lo anterior a eso es entendido como parte de un pasado mítico “hace mucho tiempo”.
Las sociedades agrícolas, por otro lado, nos dan algunos ejemplos de calendarios más formalizados, pero no por eso lineales. Voy a tomar como ejemplo el trabajo “Tlapohualli, la cuenta de las cosas. Reflexiones en torno a la reconstrucción de los calendarios nahuas” de la historiadora mexicana Ana Díaz Álvarez. Este calendario consta de 13 numerales y veinte signos que se combinan de modo que permiten calcular ciclos de 13, 20, 260, 365 días y 52 años. Una explicación visual, hecha por Universo de Quetzal.
Sin profundizar demasiado en este sistema, lo importante a destacar es el contraste frente a la concepción cristiana de la historia y las fechas. En el calendario gregoriano, numeramos los años a partir del nacimiento de Cristo y luego los subdividimos en meses y días. El Tlapohualli (y otros calendarios agrícolas), en cambio, parten del día como unidad y los años son una proyección o derivación de la agregación de días en ciclos de mayor magnitud. De modo simplificado, una concepción cíclica de todo el tiempo (no solo del tiempo rutinario, como la semana o el año escolar) implica que la historia también sea entendida como algo repetitivo más que como una serie de hechos únicos e irrepetibles ordenados. De ahí surgen algunos malentendidos respecto al concepto de “profecías”: en muchos casos no son tanto una predicción de un hecho nuevo en una secuencia lineal sino más bien la expectativa de que un ciclo vuelva a repetirse.
Consideremos que a pesar de que la concepción moderna del tiempo es una de progreso lineal, en varios aspectos de la vida seguimos utilizando concepciones cíclicas de tiempo.
Sobre héroes y almanaques
Lejos de ser producto de la sofisticación y el sistema más avanzado o preciso para ordenar nuestro tiempo, el calendario gregoriano es una acumulación de decisiones políticas y avances científicos a lo largo de su propia historia. Tiene su origen en el calendario egipcio, el primer calendario solar conocido, usado desde alrededor del 3000 a.C. Este era más regular que el actual, con 12 meses de 30 días cada uno y 5 días adicionales.
Fue el imperio Romano el que desarrolló los meses y días de la semana tal como los conocemos ahora, martius para Marte dios de la guerra, aprilis el mes en que se abren las flores, maius de la diosa Maia de la abundancia e junius de Juno, diosa del hogar. Luego otros meses numerados: quintilis (5), sextilis (6), septembris (7), octobris (8), novembris (9), decembris (10); seguidos de los últimos dos meses: Januarius, de apertura de los trabajos agrícolas y februarius, de las purificaciones.
Julio César reestructuró ese calendario en 46 a.C. como el calendario juliano. Cambió el inicio del año a enero, por lo tanto desfasando los meses numerados, y en años subsiguientes se renombraron dos de ellos: Quintilis a Julio (en honor a César) y Sextilis como Agosto en honor a su sucesor Octavio Augusto. Ese calendario se mantuvo en vigencia durante la edad media y lo sigue estando en algunas iglesias y países, pero en la mayor parte del mundo fue reemplazado por el gregoriano. Este se estableció en 1582 para ajustar algunas fechas religiosas, que quedaban desfasadas dada la inadecuación del calendario juliano al año tropical y la incongruencia con el calendario hebreo que originaba muchas de estas fechas festivas.
No solamente la configuración de cada año fue alterada, sino también los puntos de referencia para contabilizar los años, las eras. En los antiguos Egipto y Mesopotamia utilizaban listas de reyes, en las cuales cada rey inauguraba un calendario nuevo y los años se referían como “Año X del reinado de tal”. Los romanos, más tarde, definían su historia en función de la fundación de la ciudad de Roma.
Los cristianos luego establecieron el nacimiento de Cristo como punto de referencia para su época. Esto es problemático porque el Anno Domini no empezó a contarse desde el año 1, sino desde el 525 y no es claro cómo se calculó que habían pasado 525 años desde el nacimiento de Cristo. Esto hace que el nacimiento de Cristo esté aproximado entre los años 7 y 3 antes de Cristo.
En épocas más modernas se intentó reemplazar el calendario gregoriano por otro establecido sobre fundamentos seculares o racionales, por ejemplo, el calendario republicano francés y el calendario soviético. Sin embargo, ninguno de ellos prosperó y los países que los desarrollaron volvieron a usar el calendario cristiano. Es interesante observar como el propio concepto de “revolución” cambió de significado a partir de la revolución francesa: originalmente “revolución” significa “vuelta” (como en “revoluciones por minuto”), por lo que una revolución implicaba un ciclo que comenzaba, terminaba y todo continuaba igual; a partir de la caída del viejo régimen, sin embargo, concebimos una revolución como un punto de quiebre histórico, en el que las cosas pasan a ser totalmente diferentes.
A propósito de la concepción moderna y lineal del tiempo, Hallowell la caracteriza como un esquema altamente elaborado de normas temporales. Además de todo lo anterior, consideramos que el día se subdivide usando un sistema duodecimal, con unidades que se subdividen usando un sistema sexagesimal. Esta racionalización del tiempo permite a su vez construir una matriz de conceptos que caracterizan a nuestra civilización: ahorrar tiempo, ganar tiempo, perder tiempo.
El tiempo se ha reificado en nuestra cultura, convirtiéndose también en una mercancía. Como parte de este proceso de racionalización del tiempo, durante la segunda mitad del siglo XX se desarrolló el Tiempo Unix, la forma más extendida de medir el tiempo en las computadoras. La era Unix comienza el día 01/01/1970 a las 00:00:00 hs. A partir de ahí, se cuentan los segundos como un entero de 32 bits con signo.
Es decir, el tiempo Unix nos permite identificar con la precisión de segundos un momento en la historia, entendida como una sucesión de hechos irrepetibles ordenados uno tras otro. Esa es la concepción temporal que manejamos en la era de la información.
Una serie de eventos encadenados
Satoshi Nakamoto, en su whitepaper, construye Bitcoin como una serie de conceptos que se van integrando para dar forma a este sistema. El primero de ellos es la moneda, definida como una cadena de firmas digitales (quizás cheque sería una metáfora más acertada). El problema es que, si bien esta cadena de firmas permite verificar una historia de transacciones, no impide que alguien gaste el mismo valor dos veces.
Para solucionar eso, introduce el segundo componente, que es el que nos interesa aquí: el timestamp server. Este servidor o servicio toma un bloque de datos y le imprime una marca de tiempo Unix y luego calcula un hash de estos dos elementos sumados al hash del bloque anterior. Al formar esta timechain, no solamente creó un sistema de pagos robusto, sino un sistema de referencia temporal nativo del ciberespacio.
Yo no soy el primero en notar este concepto. Ya algunas comunidades publican artículos refiriendo al número de bloque como si fuese la fecha, y el autor pseudónimo Valens escribió un artículo al respecto en la segunda entrega de “Agorism in the XXI Century” . Cito (y traduzco):
El problema del doble gasto puede verse no sólo como una falsificación del valor sino también, más profundamente, como una falsificación del tiempo: el intento de decir que la misma acción única puede ocurrir más de una vez. Las cadenas de bloques intentan producir un flujo continuo de transacciones discretas y, a través de este intento, de producir una historia compartida, se convierten en una forma de máquina del tiempo. Crean afectivamente un sentido del tiempo que es a la vez continuo, propagado lineal y discretamente mapeado a través de transacciones. (…)
Más allá de los relojes atómicos y el tiempo Unix, que tratan de regular un sentido abstracto del tiempo ya presente en la sociedad, las cadenas de bloques crean su propio sentido abstracto del tiempo, que, hasta la fecha, facilita en gran medida las transacciones económicas. Cuando se combinan con la transparencia, lo que significa que el público puede acceder a todos los registros de las transacciones, las cadenas de bloques se convierten en una fuerza rígida del tiempo transaccional: el tiempo de bloque.Valens, «Minor Calendars», Algorism in the XXI Century.
No es un sistema autónomo, es cierto. En principio depende del tiempo Unix, ya que los encabezados de bloque utilizan esta marca de tiempo. Al depender de Unix, también se ancla en el calendario cristiano, con su fecha fundacional, el segundo 0. Tampoco es un sistema del todo regular, ya que los bloques tienen una cadencia aproximada de 10 minutos, solo aproximada.
Estos dos hechos, sin embargo, no menoscaban el carácter revolucionario de la cadena de tiempo. Si bien un número de bloque no es una indicación tan precisa como una fecha y hora exactas, sí puede usarse como referencia para períodos de tiempo más prolongados, como un registro histórico. Tampoco menoscaba este carácter el hecho de que los bloques tengan un tamaño máximo, puesto que no se trata de usar la cadena como registro de toda la información sino como punto de referencia. Además, este registro es inalterable. Es decir, la historia de Bitcoin no la escriben los que ganan, sino una mayoría de nodos honestos.
Consideremos una tecnología anexa como OpenTimestamps. Haciendo una pequeña marca en un bloque de Bitcoin, se puede dejar registro de que un archivo determinado existía en ese momento y antes. Asimismo, se puede insertar el hash de un bloque en un archivo para dar cuenta de que existió después de ese bloque. Estos mismos conceptos se pueden aplicar no solo a archivos sino a cualquier tipo de información digital: mensajes, imágenes, entradas en bases de datos, etc. Incluso se puede combinar con la firma criptográfica para demostrar tanto la autoría de la información como el tiempo en el que fue creada o transmitida. Este tipo de implementaciones nos muestran que Bitcoin, al ser un sistema de registro histórico y a la vez de efectivo, combina ambas cosas y opera también como un mercado de tiempo: uno en el que podemos pagar más para escribir nuestro mensaje a la posteridad antes que otros.
Aunque la contabilidad de Bitcoin no solo funciona como fuente de propiedad, sino como fuente de verdad, tiene como límite del problema del oráculo: de no poder certificar la información externa a la red. Puede certificar que una información externa fue introducida en la contabilidad en cierto momento, pero no puede certificar que este sea su origen a menos de que el fenómeno haya sido acuñado de forma nativa, lo que implica un mayor consumo de espacio, como las runas e inscripciones en ordinales.
Por otra parte, en el tiempo de Bitcoin también existen ciclos dentro de la linealidad del encadenamiento de bloques: el ajuste de dificultad cada 2.016 bloques; el halving cada 210.000 bloques; conjunciones (momento en que ambos coinciden, cada 1.260.000 bloques, 6 halvings y 625 ajustes de dificultad), casi como un eclipse en Bitcoin.
Estos ciclos condicionan la percepción de la vida de algunos bitcoiners. Los que consideran los halvings como un eje en torno al que se dan las subidas y bajadas de precio organizan su economía en ciclos de dos años de subida y dos años de bajada. Podemos plantear cierta analogía con las temporadas de la cosecha a lo largo del año, o también con ideas proféticas de los próximos y nuevos precios máximos.
Conclusión: cibertiempo para el ciberespacio
Volviendo al primer autor que mencioné, Hallowell. Su texto comienza diciendo que:
En todas las sociedades humanas encontramos que ciertas clases de acontecimientos se han establecido como puntos de referencia formalizados con los que se acostumbra a relacionar sucesos pasados, presentes y futuros (…) Son fenómenos culturales básicos de la mayor importancia en la ordenación y coordinación de las actividades humanas. Es imposible imaginar una sociedad humana sin ellos.
Hallowell, Temporal orientation in western civilization and pre-literate society.
Actualmente consideramos a las redes de información digital como análogas al espacio físico, el ciberespacio. Podemos movernos por distintos puntos de este espacio refiriéndonos a dominios web, direcciones y ubicaciones en sistemas de archivos. Si bien lo entendemos con analogías al espacio y orden del mundo físico, conocemos que funciona con reglas propias: en principio, que los objetos digitales pueden reproducirse de forma perfecta y no sufren deterioro por el paso del tiempo. El concepto de tiempo en el ciberespacio funciona por analogía al tiempo físico o social: fechas, referencias a eventos históricos contemporáneos, referencias a otros objetos del ciberespacio, etc.
Sabemos que hay dos debilidades radicales en la datación de los objetos digitales: 1) son fáciles de alterar; 2) no pueden someterse a pruebas físicas/químicas para demostrar su antigüedad como los objetos físicos. No es sorprendente entonces que proliferen las noticias falsas y desinformación. Por ejemplo: fotografías históricas falsas creadas con IA generativa. Su correlato físico, una fotografía impresa, puede someterse a procesos para verificar su antigüedad. La foto digital tiene metadatos, fácilmente alterables, y no existe una “original” para someter a prueba.
Este tipo de desorientación temporal puede reducirse enormemente contando con un registro temporal digitalmente nativo. Este es uno de los grandes impactos civilizatorios que tiene Bitcoin, más allá de su función económica.
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