Hechos clave:
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Las criptomonedas tienen todo tipo de usuarios
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Algunos de ellos pueden coincidir de formas insospechadas...
HabĂa sido una persecuciĂłn espectacular, eso nadie podrĂa quitárselo nunca. Era un excelente conductor y supo aprovechar muy bien esa habilidad para meter el auto por caminos pedregosos, estrechos, entre árboles y sin luces. Para su desgracia, uno de los policĂas venĂa en una motocicleta.
Diez gramos de cocaĂna y tres de marihuana en la maldita guantera. Vale, tambiĂ©n estaba un poco borracho. Tal vez por eso el paseo en el coche patrulla se le hizo tan corto y las luces tan insufribles.
Apenas escuchĂł el interrogatorio y respondiĂł con gruñidos. Iba a acabar en alguna sucia celda, todos modos. A la mañana siguiente se arrepentirĂa y jurarĂa que nada de eso era de su pertenencia y que no tenĂa idea su presencia en el auto. No es como que fueran a creerle, pero mejor no declararse culpable en directo.
Total, todas las transacciones las habĂa hecho con Monero. Sus cuentas estaban limpias, asĂ que habĂa esperanza.
*
Sarah compró unas galletas y un sándwich con un refresco, emocionada como una niña en Navidad. No tanto por las galletas o el sándwich, más bien comunes de ese Subway, sino porque, por primera vez, iba a pagar utilizando bitcoins.
SacĂł su telĂ©fono y buscĂł su cartera digital. Al otro lado, la empleada le sonreĂa indulgente tras explicarle que tenĂa que pasar por encima de una tableta el cĂłdigo QR necesario con la transacciĂłn ya configurada. Ese dĂa estaban inaugurando los pagos con BTC en el local, asĂ que no tendrĂa que esperar a las confirmaciones para llevarse su almuerzo.
Después de completar el procedimiento y tomarse una selfie, se dirigió con su comida a la única mesa que quedaba disponible en un rincón. Llevaba la mitad del roast beef cuando una mujer alta y pelinegra se le acercó con una sonrisa de disculpa y arrastrando frente a ella una silla de ruedas en la que se sentaba un hombre maduro de profundas ojeras.
— Hola. Disculpa, ¿estás esperando a alguien? Es que no hay más mesas.
— Oh, no. Está bien, pueden sentarse… —se mordió el labio, notando que en realidad uno de ellos ya estaba “sentado”, pero la mujer sólo le sonrió y dio las gracias antes de retirarse a la caja a buscar su bandeja.
Entre bocado y bocado, descubriĂł que la mujer era Maya y el hombre, Javier. Ellos tambiĂ©n habĂan pagado con bitcoins. Y Maya dirigĂa una fundaciĂłn de caridad llamada Hope Light, en donde tambiĂ©n aceptaba BTC como donaciĂłn.
Maya le dio su tarjeta y la invitĂł a pasarse algĂşn dĂa por su fundaciĂłn, ya fuera como voluntaria o donante. Sarah la guardĂł en su bolso y dijo que lo harĂa, aunque luego se le olvidĂł.
*
ResultĂł que sĂ hubo un poco de esperanza. No querĂa mover los fondos que tenĂa en criptomonedas por pura cautela y en dĂłlares no le alcanzaba para pagar la cauciĂłn, asĂ que su abogado buscĂł otras opciones. Fue asĂ como descubriĂł Hope Light, una organizaciĂłn caritativa que tenĂa un programa, precisamente, para pagar las fianzas de cautivos a la espera de juicio. Algo asĂ como Ă©l.
Lo más divertido de esa soluciĂłn es que los fondos de ese programa en Hope Light provenĂan de Monero. HabĂan instalado un minero basado en Coinhive en su página web para recaudar los fondos y tambiĂ©n habĂan habilitado una opciĂłn para descargar uno más potente, dado que Coinhive no dejaba muchas ganancias. Ja. Monero lo habĂa metido en esto y Monero lo sacarĂa, ÂżquiĂ©n lo dirĂa?
El bueno de Thomas se encargĂł de todo. Al poco tiempo estaba libre —condicionalmente—, aunque Ă©l no pudo hacerle ninguna promesa para el juicio. AllĂ sĂłlo le ayudarĂa estar limpio.
LlegĂł a casa esa tarde, de hecho, a “limpiar”, desde sus escondites hasta su computador. Estaba en ello cuando se le ocurriĂł googlear la ONG que lo habĂa sacado de la cárcel. Hope Light. SonriĂł de medio lado mientras leĂa sobre el programa de fianzas y el anuncio de minerĂa web. DejĂł la pestaña abierta, sabiendo que usarĂa sĂłlo un poco de la capacidad de su CPU para minar. Tal vez hasta podrĂa descargarse el minero, total, tenĂa un buen equipo y tampoco era tan desagradecido.
Se le hizo infinitamente divertida la ironĂa. Como Ă©l usaba Monero para comprar drogas y otros lo utilizaban para la caridad, sin tener ni idea de a quiĂ©n estaban ayudando.
*
Sarah no recordĂł la tarjeta de Maya sino meses despuĂ©s, mientras caminaba por el parque un sábado perezoso. HabĂa sacado la cartera para comprarse una bebida y entre los pliegues volviĂł a ver el trocito de cartulina azul. Dado que no tenĂa mucho que hacer y las oficinas no estaban muy lejos de ahĂ, decidiĂł pasarse.
Pese a los meses transcurridos, Maya la recordĂł y la recibiĂł con calidez, dándole un tour por todo el lugar y explicándole los distintos programas. Cuando hablaban sobre el que servĂa para pagar las fianzas, decidiĂł intervenir:
— ÂżNo crees que tambiĂ©n estarĂan usando esos fondos para sacar de la cárcel a criminales o vagos que no se lo merecen?
Maya sonriĂł con un punto de abatimiento.
— Por desgracia, supongo que algunos se colarán entre el proceso de selecciĂłn. Pero esperamos que la mayorĂa sean personas inocentes que necesitan ayuda. Si tienes una herramienta que puede hacer mucho bien, Âżno la usarĂas, aunque sepas que tambiĂ©n puede dejar algo de daño?
Sarah cabeceĂł.
— Tal vez sà merece la pena —sonrió—. Me gusta lo que haces con las criptomonedas. Monero se ha usado mucho para comprar en la Darknet, pero tú lo usas para algo mejor, para ayudar a otros. Es como dices: es una herramienta que puede hacer bien.
— También es como dices, Sarah. Es una herramienta que puede hacer mal —Maya se encogió de hombros—. Las criptomonedas son dinero. El dinero es una herramienta. Puedes comprar drogas o comida para los necesitados. No es la herramienta quien decide, sino tú mismo.
El tour continuó. Sarah tomó por costumbre hacer de voluntaria los sábados. Renard no pasó del juicio y Maya siguió ayudando a otros. Bitcoin y Monero no hicieron nada: sólo seguir existiendo.
Una herramienta digital – Parte I
Descargo de responsabilidad:Â Esta es una obra de ficciĂłn. Los nombres, personajes, empresas, organizaciones, lugares, acontecimientos o hechos que aparecen en la misma son producto de la imaginaciĂłn del autor o bien se usan en el marco de la ficciĂłn. Cualquier parecido con personas (vivas o muertas) o hechos reales es pura coincidencia.