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Kike resalta que, con bitcoin, las personas protegen su propiedad privada de la confiscación.
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Llama a reunirse, estudiar y dar cursos para desmitificar su uso y acelerar la adopción.
En Cuba, donde las cicatrices de revoluciones pasadas aún resuenan, una nueva forma de resistencia está emergiendo. No desciende de las montañas ni empuña fusiles, sino que opera en las sombras de una red descentralizada, con bitcoin (BTC) como su herramienta de empoderamiento.
En un país asfixiado por el control estatal, una crisis económica sin precedentes y un endurecido embargo internacional, esta moneda digital no solo es un salvavidas, sino un símbolo de esperanza y autonomía.
Con salarios promedio de 4.000 pesos mensuales (equivalentes a unos 10 dólares) y una inflación galopante, la canasta básica es un lujo inalcanzable para la mayoría de los cubanos. Un cartón de huevos o 1GB de internet, que cuesta 10 dólares, puede consumir un sueldo entero, según residentes.
Las remesas, esenciales para muchas familias, se ven restringidas por sanciones internacionales y el Decreto-Ley 35, que permite al gobierno monitorear y limitar un acceso a internet ya caro e inestable.
A esto se suma el reciente memorando firmado por el presidente de EE.UU., Donald Trump, en julio de 2025, que endurece el embargo al prohibir transacciones con el conglomerado militar Gaesa y reforzar restricciones a los viajes turísticos, agravando la exclusión financiera de la isla.
En este contexto de opresión económica, bitcoin emerge como una solución. Así lo explicó Kike, un bitcoiner cubano que habla bajo anonimato por seguridad, durante una entrevista exclusiva con CriptoNoticias.
«Realmente Bitcoin es una revolución monetaria que va de abajo hacia arriba. Que le permite al individuo la posibilidad de tomar poder, ganar libertad y asegurar su propiedad privada con criptografía».
Kike, bitcoiner de Cuba.
La misión que se ha trazado Kike es educar a sus compatriotas sobre una tecnología que promete devolverles la autonomía que el Estado les niega.
Kike y Catrya: Rostros sin rastro de la resistencia digital
Kike, cofundador de la comunidad 21 Bitcoin Academy, es parte de una cruzada silenciosa, en su país y en Latinoamérica. Esto con la idea de difundir el conocimiento sobre la moneda digital pionera.
A través de grupos en WhatsApp y Telegram, y en cafés que ya aceptan BTC en La Habana, él, junto a comunidades como Cuba Bitcoin, combaten la desinformación y enseñan a usar la moneda digital.
«Lo que queremos es que las personas puedan vivir bajo el estándar de bitcoin. Que puedan, estar más independientes del Estado, tener un poco más de libertad. Que puedan tener un poco más de conocimiento y prosperar. Que entre todos, poco a poco, se vaya produciendo un cambio en Latinoamérica en general. Con bitcoin sabemos que lo podemos lograr».
Kile, cofundador de la comunidad 21 Bitcoin Academy.
El anonimato de Kike, como lo aprendió de Satoshi Nakamoto, es una necesidad estratégica en un país donde la disidencia, incluso económica, puede tener un alto costo.
Catrya, otra bitcoiner cubana que ya no vive en la isla, comparte una historia similar. Su primer contacto con bitcoin, a finales de 2017, fue a través de un esquema Ponzi. “No sabía qué era, solo veía una forma de ganar dinero fíat”, relató en el podcast Generación Bitcoin.
Sin acceso a datos móviles y dependiendo de terceros para comprar satoshis, Catrya perdió dinero varias veces. Sin embargo, la curiosidad la llevó a estudiar Bitcoin durante la pandemia de 2020.
“Descubrí que con bitcoin nadie me dice dónde usar mi dinero. En Cuba, sin acceso a Visa, PayPal o Mastercard, vi que esta tecnología rompía esas barreras”, explicó.
También confesó haber aprendido que, a su parecer, bitcoin no es una vía para hacerse rica, sino “una manera de hacerse pobre más lentamente” frente a un peso cubano en caída libre.
En todo caso, adquirir bitcoin en Cuba es un acto de ingenio. Sin acceso a exchanges internacionales, los cubanos recurren a los pocos mercados disponibles, muchos de ellos plagados de estafas.
La solución llegó con herramientas como lnp2pBot, que usa Lightning Network, así como de Mostro, para realizar intercambios más seguros. A partir de estas herramientas, nació la comunidad Cuba Bitcoin, un espacio 100% educativo que hoy gradúa a cientos de cubanos en el uso de esta tecnología. También está la comunidad Forte11 y se está creando una economía circular llamada La Isla BTC.
Por otro lado, plataformas como QvaPay y BitRemesas permiten recibir remesas, sorteando el bloqueo que dejó a Western Union fuera de la isla. Según un reporte de NBC News de 2022, entre 100.000 y 200.000 cubanos usan activos digitales. Esto, especialmente en La Habana, donde cafeterías y talleres de reparación ya aceptan BTC.
«Bitcoin también es un pasaporte a la libertad»
Catrya contó que «conoce personas que han migrado a EE.UU. llevando su riqueza en bitcoin, intercambiándolo por monedas locales en Centroamérica para sobrevivir”. Sin embargo, la adopción no está exenta de desafíos.
Muchos se alejan de bitcoin por la volatilidad del precio, la complejidad técnica para usuarios novatos y el riesgo de fraudes en mercados P2P que requieren educación continua. La conexión a internet, cara e inestable, y la precaria red eléctrica, marcada por apagones, añaden más obstáculos.
Sin embargo, otros como Kike, no se detienen en obstáculos. De hecho, a él le apasiona la minería de Bitcoin, pese a que este campo enfrenta barreras significativas en Cuba debido a los constantes cortes de energía.
“Minar a escala industrial es inviable, pero los ‘lottery miners’ de bajo consumo, alimentados por baterías o paneles solares, son una alternativa viable”, explica Kike.
Estos equipos, que compiten por recompensas en la red Bitcoin con un consumo energético mínimo, se adaptan a las limitaciones de la isla, demostrando que la innovación puede superar incluso las condiciones más adversas.
Para Kike y Catrya, bitcoin trasciende lo financiero porque para ellos es una revolución cultural.
“En Latinoamérica, y especialmente en Cuba, bitcoin es vital porque introduce ideas de libre mercado que el sistema educativo omite. Enseñar sobre esta tecnología no es solo mostrar cómo usarla, sino abrir mentes a conceptos de economía y autonomía”.
Kike, bitcoiner cubano.
Catrya, licenciada en bioquímica, abandonó un trabajo de investigación en Cuba, con un salario de 11 dólares al mes para dedicarse a Bitcoin.
Hoy, a sus 26 años, vive en El Salvador y es desarrolladora autodidacta, contribuyendo a proyectos de código abierto como LNP2P Bot y Monstro.
“Bitcoin me permitió romper las barreras que me aprisionaban”, afirma.
La labor de Kike, Catrya y las comunidades bitcoiners enfrenta riesgos. Aunque Cuba legalizó las criptomonedas en 2021, su uso está estrictamente regulado, y promover un discurso libertario puede atraer represalias.
Las sanciones de Trump, que refuerzan el embargo y limitan el acceso a divisas, hacen que bitcoin sea aún más crucial, pero también resaltan la necesidad de superar barreras como la falta de educación tecnológica y la infraestructura deficiente.
A pesar de esto, Kike permanece optimista: “Cuba necesita bitcoin más que nunca. Es nuestra herramienta para soñar más allá de los límites y construir un futuro donde el poder esté en manos de las personas”.
«No queremos tener que seguir enfrentando obligatoriamente e infinitamente a todo este sistema estatal corrupto. Queremos librarnos de todos estos problemas que vemos a diario. De todo esto que, al fin y al cabo, afecta a las personas de a pie y afectan el día a día a los trabajadores, así como a los dueños de negocios».
Kike, bitcoiner cubano.
En un país donde la esperanza a menudo parece un lujo, Kike y Catrya demuestran que la resistencia puede ser silenciosa pero poderosa. Su lucha no es solo contra un sistema opresor, sino por el derecho a soñar. Como dice Kike, con una convicción que resuena en toda la región: Cuba necesita a bitcoin más que nunca».