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Los poderosos han impuesto su verdad sobre el dinero para controlarlo.
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Bitcoin devela las mentiras sobre el dinero.
“Una mentira dicha mil veces se convierte en verdad, y los poderosos saben cómo repetirla”
Joseph Göbbels
Bitcoin es una herramienta poderosa basada en un concepto sencillo: una red en la que cualquiera puede participar para mantener y emitir una moneda digital y registrar todas las transacciones realizadas con ella en una contabilidad pública.
No obstante, entender este concepto, o siquiera creerlo posible, ha demostrado ser realmente complicado para el mundo. No importa el perfil: desde obreros hasta empresarios poderosos, la idea de Bitcoin parece, para muchos, una fantasía, una imposibilidad.
¿A qué se debe que personas de distintos grados de educación, altamente inteligentes y exitosas, desechen o se cierren tan rápidamente a la idea sencilla, revolucionaria e inevitable de Bitcoin, así sea momentáneamente (tal como ocurrió en el pasado con Michael Saylor o Donald Trump)?
La respuesta está en el epígrafe, cita del famoso propagandista del régimen Nazi. Mentiras. Mentiras que conducen a errores en el entendimiento, a confundir las concepciones provisionales del conocimiento con verdades estáticas e inamovibles. ¿A qué mentira nos referimos? Varias.
La primera mentira es que el Estado es la única entidad con capacidad moral, técnica y legítima para emitir dinero.
La segunda mentira es que el dinero solo puede tener valor si lo emite el Estado.
La tercera mentira es que hay leyes de economía política por encima de la ley de oferta y demanda.
A través de la historia, gobernantes, banqueros y economistas han promovido estas narrativas en el mundo para mantener control sobre el dinero. Porque tener control sobre el dinero, no es solo controlar la riqueza, sino el tiempo y la energía de la población. Si el dinero es una cápsula del tiempo y la energía empleada en conseguirlo, poder devaluar el dinero implica la capacidad de drenar y robar ese tiempo y esa energía. Pero este conocimiento no se difunde en las escuelas de economía y demás instituciones productoras de verdad.
Por el contrario, tallar en el imaginario cultural de la población las ideas políticas que promueven que el Estado tenga el monopolio sobre la emisión de dinero, las hace prácticamente incuestionables. Como le dice Morfeo a Neo en The Matrix, la mayoría de las personas “están tan acostumbradas, tan desesperadamente dependientes del sistema, que lucharán para protegerlo”.
Las personas se resisten y luchan contra Bitcoin en primera instancia porque pone en cuestión su concepción sobre la verdad, y sienten amenazado su sistema de creencias.
Por esta razón es que el lenguaje económico, así como el legal, se hizo tan esotérico. Así desconozca el concepto, la ley de oferta y demanda es casi una ley natural, axiomática y evidente para cualquiera que realice un intercambio económico. Pero, luego, en aras de dificultar su acceso, volvieron a la economía un conocimiento iniciático: complicaron, en cada ocasión que tenían, la ecuación que arroja el estado real de una economía; añadieron miles de variables que alejaban al dinero y al mercado de su esencia: el libre intercambio.
Aparte, lograron hacer creer que era posible tener valor invariable a través del tiempo, que era algo “externo”, los precios, los que aumentaban por factores también “externos” al manejo de dinero, y no que el propio dinero perdía valor. Lograron que la gente pensara que los precios se ponían por decreto y no que se formaban por un juego de mercado, que era posible “controlar precios” sin tener consecuencias en el mercado. Lograron criminalizar la emisión monetaria, para mantener el monopolio de la creación del dinero y sostener la ilusión de que el dólar, el euro, el oro, o cualquier instrumento monetario del mundo cobraba valor porque las manos todopoderosas del Estado así lo definían.
Ya sabemos que todo era mentira. No es posible controlar precios sin afectar la oferta de bienes y servicios. Tampoco es posible tener un activo de precio fijo en el tiempo, que no fluctúe ante los vaivenes del mercado, que no esté sujeto a la ley de oferta y demanda. Sí es posible generar un activo capaz de revalorizarse en el tiempo, y una moneda neutra que pueda ser usada poco a poco para las tres funciones monetarias básicas (resguardo de valor, medio de intercambio y unidad de cuenta) sin necesidad de un ente central. En fin, todo era solo una ilusión que lograron sembrar de tanto repetir las mentiras.
Que la verdad es una función del poder es algo que cientos de pensadores de todas las ideologías han puesto de relieve a lo largo de la historia. Max Weber decía que “El poder legitima su dominio al establecer lo que se considera verdadero y racional, moldeando las creencias de las masas.» John Stuart Mill coincide al afirmar que «La verdad, en manos de los poderosos, puede ser un arma para oprimir, porque ellos deciden qué verdades se promueven y cuáles se silencian.» Incluso en el extremo ideológico opuesto, Antonio Gramsci aseguraba que «La hegemonía cultural de los poderosos determina lo que se acepta como verdad, porque controlan los medios para producir y difundir el conocimiento.»
Bitcoin representa una revolución científica en el sentido de Thomas Kuhn. Es un cambio radical en nuestro conocimiento económico. Y como todo cambio de paradigma, enfrenta resistencias naturales. Aun quienes no tienen ningún interés personal o malicia en reproducir las ficciones del poder, se mantienen en la inercia del paradigma establecido, sin cuestionar sus fundamentos, e ignoran o reinterpretan las anomalías para que se ajusten al marco existente.
Esto también explica por qué los economistas, banqueros y demás funcionarios del sistema financiero tradicional son quienes más se equivocan con Bitcoin. Los especialistas, como cualquier persona, tienen un apego emocional e intelectual al paradigma en el que han trabajado toda su vida. Cambiar de paradigma implica aceptar que gran parte de su trabajo previo está equivocado. Un cambio de paradigma amenaza sus estructuras.
Pero a diferencia del cambio de paradigma entre la mecánica clásica y la mecánica cuántica, cuando se trata de dinero e intereses políticos, la verdad se ratifica como una función del poder. ¿Por qué es tan fácil equivocarse con Bitcoin? Porque fuimos programados para creer verdad la mentira, porque se nos repitió una y otra vez que la lógica no era lógica y que las leyes de la naturaleza humana no eran tal cosa.
Ahora, que aparece Bitcoin y nos restriega la verdad en la cara, solo reaccionamos como humanos, orgullosos y reacios a aceptar que estamos equivocados, que fuimos engañados y que todo era contrario a lo que tontamente creímos. Bitcoin, como buena revolución científica, pone en crisis los cimientos de nuestro entendimiento pasado. Nos demuestra que sí es posible un sistema descentralizado para la emisión de dinero que tiene valor precisamente por su imparcialidad, neutralidad y porque sus reglas, su suministro limitado, se acopla a la ley de la natural de la oferta y la demanda.
Puede que esté cambio de mentalidad tome más años. El físico Max Planck dijo que «una nueva verdad científica no triunfa convenciendo a sus oponentes, sino porque sus oponentes eventualmente mueren y una nueva generación crece familiarizada con ella».
Pero la verdad siempre es más fuerte que la mentira y con más o menos resistencia ya el mundo está aceptando que Bitcoin es verdad y el dinero fíat es mentira, que está respaldado únicamente por armas y la imposición arbitraria del poder.
Más temprano que nunca, el mundo llegará a adoptar un dinero bueno, que nos ayude en vez de dañarnos, que nos recompense y que mida correctamente las contribuciones de cada uno de nosotros a la civilización.