Hechos clave:
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Bitcoin nació como una idea libertaria. Al momento en que la criptomoneda original fue concebida, tuvo como horizonte devolverles a las personas la posibilidad de ser su propio banco. Emitir su propio dinero e intercambiarlo sin la mediación de ningún tercero han sido algunas de las ideas que se han concretado fácticamente entre aquellos que realizan minería o gobiernan sus finanzas con bitcoins. El pensamiento de la Escuela Austríaca de Economía resuena en las líneas de código de bitcoin.
Hay un eco de Friedrich Von Hayek en cada criptomoneda. Su crítica al monopolio del Estado en la emisión de billetes sin duda halló concreción en las criptomonedas, que le devuelven a los privados la potestad de emitir su propia moneda. ¿Cómo? Mediante la minería. Esto resultó una victoria sin precedentes en el terreno libertario.
Con todo, hay una idea muy anterior a Hayek y que es un nexo común entre todas las subcorrientes del liberalismo. Este vínculo, más que una idea, se ha vuelto un valor de dicha filosofía política: el libre mercado. La certeza en que el precio de los bienes debe ser resultado de las dinámicas de libre oferta y libre demanda entre los individuos, y no producto de la decisión arbitraria de un Estado interventor, subyace como fundamento de bitcoin. Esto es a tal punto cierto, que todas las transacciones que se hacen en la red pueden ser visualizadas por cualquier persona accediendo a su blockchain. Y, como dice la teoría, a mayor demanda e igual oferta: mayores precios.
Sin embargo, siendo la experiencia de un mercado gobernado exclusivamente por sus participantes sin la intervención de una entidad jurídica que regule las transacciones relativamente nueva, es natural encontrar dificultades para conseguir los puntos de equilibrio teóricamente esperados. En el marco del debate sobre los niveles de intervención del Estado en la vida económica de los individuos, los colectivistas suelen reprocharles a los individualistas que la autorregulación de la “mano invisible” que preconizaba Adam Smith, puede conducir a anomalías en el mercado como lo son los oligopolios. Bitcoin, partiendo desde valores individualistas, ha demostrado que estos reproches quizás no sean tan desacertados.
Cada vez que los precios de Bitcoin suben de golpe, o caen vertiginosamente, las miradas que buscan causas voltean sus ojos hacia China. Esto se debe a que, dadas las continuas devaluaciones del yuan realizadas por el gobierno chino, la población del país asiático ha encontrado en bitcoin un excelente depósito de valor para resguardar sus capitales, además de un medio que les facilita el comercio internacional sin truncarse por regulaciones Estatales.
Según un reporte realizado por Chainalysis para el New York Times, el 42% de las transacciones bitcoin del 2016 fueron realizadas en casas de cambio chinas. Sin embargo, quizás no sea necesario acudir a ningún reporte. En el portal FiatLeak puede observarse en tiempo real la procedencia geográfica del flujo de compras de bitcoins en el mundo. China, por supuesto, se ha mantenido desde hace tiempo a la cabeza.
Si bien esto podría parecer una discusión teórica, sobre como la bandera de la descentralización que se mantiene ondeando en los discursos de todos los afectos a la tecnología no ha resultado ser tal, el peso de China en el mercado de Bitcoin tiene fuertes consecuencias prácticas. Recientemente observamos el desplome del precio de la criptomoneda luego de que alcanzara su punto más alto en la historia. Esto tras ciertas indagaciones de autoridades gubernamentales chinas en los procesos internos de varias casas de cambio del país. El pánico mediático que se levantó al respecto, se tradujo en la caída del precio de la criptomoneda y la pérdida de dinero de muchas personas en el mercado. No obstante, el promisorio futuro de esta criptomoneda mantiene su precio en una tendencia alcista a pesar de sus eventuales regresiones, y actualmente se encuentra estabilizándose en los 900 USD/BTC en la búsqueda de volver a batir su último precio máximo alcanzado de 1.197 USD/BTC.
No obstante, la enorme adopción de bitcoin en China no solo se expresa en su compra de monedas. En la actualidad, China controla más del 60% del poder de procesamiento total de toda la red bitcoin. Esto quiere decir que la supuesta emisión descentralizada de monedas, en lo fáctico se encuentra en una suerte de oligopolio en China. Más del 60% de la confirmación de las transacciones de bitcoin -la moneda sin fronteras- se realizan en China.
De nuevo, pareciera que cayéramos en un debate teórico. ¿Qué importa que los chinos procesen todas las transacciones si la red funciona? Podría preguntarse. En el libro titulado Bitcoin and Cryptocurrency Technologies escrito por Arvind Narayanan y otros expertos para dictar el curso sobre Bitcoin de la Universidad de Princeton, explican que un atacante del 51% -un minero o grupo de mineros que posea más de la mitad del poder de procesamiento de la red- es capaz de suprimir transacciones de la blockchain de manera discrecional.
Cuando un minero malicioso tiene tal capacidad de procesamiento, puede decidir que bloques entran en la blockchain y cuáles no, o puede confirmar transacciones en orden de prioridad según sus intereses. Esto podría facilitarle, por ejemplo, realizar gastos dobles con la misma cantidad de monedas: el minero compra algún bien o servicio con bitcoins; recibe su artículo pero decide no incluir dentro de la blockchain el bloque correspondiente a su transacción (siendo quien tiene más poder de procesamiento, lo más probable es que descubra el hash correspondiente más rápido que otros mineros y pueda escoger que bloque se incluye en la cadena principal). El bloque de su compra se retrasa para otra ronda compitiendo con nuevos bloques. Este proceso puede reproducirse al punto de que el bloque que incluye la transacción no sea confirmado nunca y quede como un bloque huérfano, haciendo parecer que la transacción nunca se hizo y pudiendo disponer de sus monedas para realizar otras transacciones. En pocas palabras: una estafa a la red.
Tales estafas debilitan radicalmente la confianza de los usuarios en la tecnología. Nadie aceptaría una moneda con la que pueden hacerse transacciones falsas. Esto resulta de suma gravedad pues es precisamente sobre la base de la confianza donde se sostiene el valor de la criptomoneda. Si no hay confianza en la moneda, el precio de bitcoin sencillamente se desploma.
Por otra parte, está el tema de la escalabilidad de la red. Uno de los debates más encarnizados que ha tenido la comunidad bitcoin en su historia es el de la escalabilidad: cómo aumentar la capacidad de transacciones que permite realizar la red en un periodo de tiempo sin dañar su seguridad. Actualmente, la red Bitcoin tiene la capacidad de procesar un bloque cada diez minutos, aproximadamente. De llegarse a concretar una adopción masiva de bitcoin, como la de procesadores de pago del nivel de Visa, manteniendo la escala actual, la red se saturaría y colapsaría. Por eso, buscando la mejor manera de escalar la red se han producido múltiples debates entre desarrolladores que hasta los momentos no han llegado a consenso en torno a alguna solución.
Sin embargo, al ser los mineros quienes en última instancia se encargan de confirmar las transacciones, si no se desea que la red se bifurque y el precio de bitcoin se desplome, es necesario conseguir una solución que sea aceptada por cerca del 90% de los mineros del mundo, de los cuales un 60% se concentra en China. Si los mineros de China deciden no aceptar las actualizaciones del cliente de minería, la actualización simplemente no se hace y la red queda estancada.
Los mineros chinos, quizás no de iure pero sí de facto, poseen poder de veto sobre la red. Los mineros chinos, al ser quienes tienen la palabra ejecutiva sobre las decisiones de la red, gobiernan bitcoin.
En sí, no hay nada que reprochar a China por su nivel de adopción: ha actuado racionalmente acudiendo a bitcoin para resguardar el valor de sus capitales, y ha encontrado en la minería un negocio sumamente lucrativo, a tal punto que hasta las compañías eléctricas Estatales se encuentran participando en dicha actividad. Mientras, el resto del mundo duerme en los laureles.
Aquel que apuesta por la libertad individual debe hacerse responsable por las consecuencias de su apuesta y no buscar la intervención de la figura paternal del Estado. Los adultos deben resolver sus asuntos como adultos. Si no, corren el riesgo de permanecer siempre infantes. Revertir esta anomalía del mercado, que huele a centralización espontánea, es una tarea ardua. Pareciera que las propuestas originales de bitcoin, en la práctica, resultaron otras. Sin embargo, si se quiere ser fiel a los valores fundacionales de bitcoin, es menester impulsar la competencia. En el ámbito de la minería, las tendencias oligopólicas ya han sido relativamente revertidas en el pasado.
Alcanzar un punto de equilibrio en el mercado, más que un hecho que vaya a encontrar perdurabilidad en el tiempo, es una diana a la que constantemente hay que apuntar. La competencia en el libre mercado es siempre dinámica: si bien es posible lograr períodos de estabilidad, siempre serán pasajeros y sujetos a cambiar.
Promover la adopción de bitcoin de manera descentralizada resulta una necesidad para evitar que un solo país lleve el timón de una moneda supuestamente global. Si de verdad se quieren vivenciar los beneficios del libre mercado, se hace necesario un compromiso de todos los participantes de la red en promover la adopción de criptomonedas y colaborar en los procesos de mantenimiento de su blockchain. Aún hay mucho trabajo por delante para lograr masificar el uso de bitcoin y consolidar una criptomoneda global verdaderamente descentralizada.
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