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Vitalik cuestiona la DSA por promover una política de “cero espacio” para ciertos contenidos.
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Buterin advierte que las categorías subjetivas pueden generar censura y conflicto.
En un tuit reciente, el cofundador de Ethereum, Vitalik Buterin, arremetió contra la retórica subyacente a la Digital Services Act (DSA) de la Unión Europea, una regulación que impone obligaciones estrictas a las grandes plataformas digitales para limitar contenidos dañinos como el discurso de odio, ciberacoso, estafas y productos peligrosos.
La Comisión Europea, desde su cuenta oficial @DigitalEU, promovió el espíritu de la ley con un eslogan enfático:
No hay espacio para el ciberacoso. No hay espacio para productos peligrosos. No hay espacio para el discurso de odio. No hay espacio para estafas. SÍ. Con la Ley de Servicios Digitales, lo que es ilegal fuera de línea sigue siendo ilegal en línea.
Este mensaje busca comunicar que lo que es ilegal fuera de internet no puede tener cabida en el entorno digital. La intención institucional es clara: enfatizar la responsabilidad activa de las plataformas para combatir los daños en línea.

Sin embargo, Vitalik Buterin considera que este enfoque puede derivar en un impulso autoritario que, bajo el pretexto de salvaguardar a los usuarios, termine restringiendo injustificadamente la diversidad de ideas en línea. En su respuesta, el programador afirmó que la idea de que no debería haber “espacio” para ciertas expresiones refleja “un impulso totalitario y antiparlamentario”.
Según su lectura:
La idea de que no debería haber ‘espacio’ para algo que no te gusta es fundamentalmente un impulso totalitario y antiparlamentario. Es incompatible con estar en un entorno que no controlas completamente.
Vitalik Buterin, fundador de Ethereum.
Este argumento pone el foco en el pluralismo y la libertad de expresión, sosteniendo que la eliminación completa de contenidos considerados malos o peligrosos —especialmente cuando su definición es subjetiva— puede abrir la puerta a mecanismos centralizados de control y censura.
Buterin matiza que no se trata de defender el caos digital, sino de aceptar que en una sociedad libre siempre habrá opiniones o contenidos que a unos les parezcan dañinos. Lo problemático, sostiene, no es la existencia de estos rincones, sino la amplificación masiva de esos contenidos por algoritmos diseñados para maximizar el engagement, algo que ha marcado a redes como X (antes Twitter).
En este punto, la Ley de Servicios Digitales plantea precisamente atenuar ese efecto, al exigir que las grandes plataformas ofrezcan a los usuarios opciones de feed no basadas en recomendaciones algorítmicas (es decir, no personalizados), como parte de su enfoque de derechos digitales.
Buterin advierte que adoptar una filosofía de “no space” puede llevar a Europa por un camino “oscuro”, donde regulaciones, aunque bienintencionadas, se conviertan en herramientas para imponer una sola visión de la verdad en el espacio público digital. Para él, la verdadera protección no está en suprimir ideas controvertidas, sino en diseñar plataformas y políticas que minimicen la dominancia de contenidos tóxicos sin sacrificar el pluralismo.
Este debate sobre el equilibrio entre seguridad en línea y libertad de expresión coloca a la DSA en el centro de una tensión normativa global: ¿cómo proteger a los usuarios sin caer en mecanismos de control que restringen la diversidad de opiniones? La crítica de Buterin invita a repensar la aplicación de leyes como la DSA bajo principios que no conflijan con los valores fundamentales de una internet libre y abierta.



