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Los caraqueños están expuestos al Petro constantemente mediante publicidad y anuncios oficiales.
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El ciudadano común no comprende ni usa la criptomoneda, llegando a ser escéptico sobre su alcance.
La palabra «Petro» brilla en los ventanales de un colosal edificio marrón en el centro de Caracas. A cada lado lo acompañan las caras de Nicolás Maduro Moros y Hugo Chávez Frías, quienes miran y son mirados por los transeúntes. Yo estoy a lo lejos, observando la gigantesca publicidad en una calle aledaña, sintiendo que el signo del Petro quiere dominar todo el valle. Y, sin embargo, el resto de los caraqueños pasan de largo sin darle una ojeada. No parecen tener el menor interés por aquella nueva moneda creada por el Estado, están demasiado ocupados resolviendo el pan diario.
Esta escena pasa seguramente todos los días en alguna parte de Venezuela. Alguien —algún peatón curioso— se topa con los intentos gubernamentales de promocionar su criptomoneda, comprende que este puede ser el mañana de la economía (o algún proyecto fallido de turno) y sigue con su vida. Otras veces, el encuentro debe ser aún más sorpresivo, ya que se trata del recordatorio de un mito. Muchos venezolanos recuerdan que el Petro existe gracias a los anuncios oficiales, puesto que el resto del año dicha criptomoneda pasa totalmente desapercibida. Nadie la usa, nadie la entiende, ni siquiera se sabe cómo funcionará en nuestro ya muy complejo sistema de divisas.
Pero, como toda leyenda, el Petro se encuentra vivo en nuestro imaginario local. Por las mañanas cuando entro a consultar el saldo de mi cuenta, mi banco calcula su equivalente en petros. Asimismo, si vas a transferir un bono gubernamental acreditado en el Carnet de la Patria te aparece una opción para ahorrar en petros con tu monedero digital. Tiendas mayoristas venezolanas, como Traki, hacen marketing para confirmar a su clientela que aceptan criptomonedas; entre ellas el famoso Petro. Todos conocemos a ₽ desde hace más de un año, pero nadie conoce a alguien que lo haya usado para pagar un servicio o producto. Se mantiene como un enigma, puesto que la falta de información es uno de los rasgos que más preocupa a los venezolanos de a pie, a la hora de hablar de esta criptomoneda.
El Petro es un chiste callejero
En Caracas el Petro se ha convertido en la burla predilecta de los vendedores ambulantes, o buhoneros. El otro día paseando por una parte de la ciudad, conocida como Sabana Grande, me detuve a preguntar el precio de un pantalón a uno de estos buhoneros. El hombre, queriendo convencerme con su simpatía, bromeó: «Son 20 dólares, pero aceptamos euros, oro y hasta petros».
No hizo falta que le preguntara si se trataba de un chiste, puesto que no es la primera vez que escucho a alguien en la calle bromear con el Petro. En el metro de Caracas también es común escuchar uno que otro vendedor de golosinas animar a los pasajeros con un chiste sobre el Petro, puesto que parece que no hay nada más gracioso que hacer creer a la gente que aceptas este criptoactivo. Los usuarios del metro se ríen, se miran las caras con complicidad, bufan y hasta comentan en voz baja: «¡El gobierno inventa cada cosa!».
La moneda, como todo aquello que agobia al venezolano, se ha vuelto objeto de burlas. Y de chiste en chiste la gente comienza a hablar sobre el tema. Luego de un anuncio oficial del Petro no resulta extraño la proliferación de las bromas y conversaciones alrededor de la criptomoneda. Los caraqueños ponen en tela de juicio su funcionamiento («De qué va a servir eso»), hacen apreciaciones políticas («Nada de lo que hace el gobierno sirve»), realizan comentarios valorativos («Eso no es una moneda, nadie la usa ni la acepta») y algunos dejan entrever un total desconocimiento («¿Y cómo se compra ese tal Petro?»).
La falta de confianza dinamita al Petro
Para no quedarme únicamente con la versión de mis historias callejeras, decidí consultar con algunos amigos y conocidos sus impresiones acerca del Petro. Frases como «Alta farsa», «una moneda sin confianza», «yo no la usaría» y «no lo entiendo» salieron a relucir en las conversaciones. La mayoría encontraba al Petro difícil de comprender y con muy poca información oficial al respecto. Asimismo, varios de los encuestados coincidieron que la falta de confianza en el gobierno era uno de los puntos más débiles de la criptomoneda.
Las opiniones fueron variadas, pero en el fondo se podía entrever dos sentimientos: el escepticismo y la confusión. Las constantes burlas al Petro y la renuencia de la población a aceptarlo no se debe únicamente a una resistencia al cambio, sino a un sólido cuestionamiento a la falta de transparencia del gobierno venezolano. El ciudadano de a pie no cree en el discurso gubernamental y, por ende, tampoco en sus proyectos. Debido a ello, los chistes son una forma de desarmar el aparato publicitario de un Estado que desea imponer el uso masivo del Petro.
No puedes ir a canjear un petro por el petróleo que supuestamente lo respalda.
Cualquier moneda está basada en la confianza y la confianza no se decreta ni se impone.
Confiar en gente que quebró la industria petrolera y el bolívar queda para quienes se beneficiaron de la quiebra.— Luis Carlos 🏴☠️ One Piece (@LuisCarlos) November 8, 2019
En medio de la renuencia, el gobierno sigue avanzando con sus planes de adopción. Ofreciendo planes de ahorro para pensionados en Petro y empujando a las empresas a utilizar esta criptomoneda. De esta manera, pareciera que la única forma en que el Petro pueda tener una acogida entre los venezolanos es por medio de su uso obligatorio. Una táctica que podría arrinconar a la población a la aceptación silenciosa de una herramienta que no entiende, la cual asimilará por costumbre y no por decisión propia. Mientras tanto las calles de Caracas siguen con sus colosales afiches del Petro y sus ciudadanos contando un chiste sobre la criptomoneda de Maduro.
Descargo de responsabilidad: los puntos de vista y opiniones expresadas en este artículo pertenecen a su autor y no necesariamente reflejan aquellas de CriptoNoticias.