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Es un error mirar a los políticos como rockstars, independientemente de sus ideas.
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Los funcionarios podrán hablar maravillas de BTC, pero hay que mantener la guardia en alto.
Mientras seguía por streaming las ponencias de la reciente Bitcoin Conference en Las Vegas, hubo un detalle que captó especialmente mi atención: la efusiva ovación al vicepresidente de Estados Unidos, JD Vance. Apenas ingresó al recinto, el funcionario rompió el hielo con un comentario absurdo sobre la supuesta afinidad de los bitcoiners con las armas.
Por supuesto, no esperaba que alguien se atreviera a lanzarle una cáscara de banana o algo por el estilo, pero los constantes aplausos y vítores durante su intervención me hicieron preguntarme si, como comunidad, los bitcoiners hemos llegado a un punto en el que esperamos que sean los políticos quienes tomen de la mano a bitcoin (BTC). Aquellos que piensen así están cometiendo un grave error.
Algunos argumentarán dos cosas: que no debemos ser hostiles, que incluso desde el estatismo pueden surgir cosas positivas; y que solo es cuestión de esperar a la persona o el equipo adecuado.
Sobre lo primero, no se trata de hostilidad, sino de mantener una postura crítica: aceptar lo que beneficie a bitcoin sin perder de vista que, mañana, las circunstancias pueden cambiar. Los políticos pueden estar apoyando el ecosistema no por convicción, sino porque les reporta beneficios económicos, empresariales o electorales. Una cosa es reconocer lo que se hace bien y mantenerse en guardia, y otra muy distinta es rendir culto a funcionarios; da igual su nivel de carisma.
En cuanto a lo segundo, me parece una falacia que se perpetúa con demasiada frecuencia, especialmente dentro de un sistema de democracia universal representativa que está lleno de claroscuros. Hay países en los que, aunque es posible cambiar de partido, las políticas económicas siguen intactas debido al poder de los lobbies. Y ni hablar de los regímenes de partido único, donde es común que las ideas permanezcan estancadas durante décadas.
En lugar de pasar años esperando a que el cambio venga desde arriba, resulta mucho más productivo impulsarlo desde abajo. Me viene a la mente una frase de Juan Bautista Alberdi, uno de los padres fundadores de la Constitución argentina de 1853: «Si los países no contaran con otro fabricante de sus riquezas que sus gobiernos, todas las naciones estarían en la miseria»; es decir, si para dar forma al futuro debemos cruzar los dedos esperando que algún político lo haga por nosotros, entonces moriremos esperando.
¿En qué momento, por citar solo dos ejemplos, Trump o Milei se convirtieron en los garantes de la libertad, en los elegidos para encaminar el destino de millones que, de otro modo, supuestamente no tendrían salvación? Por supuesto, si han hecho promesas que pueden beneficiar de forma orgánica y sostenida a los ciudadanos de a pie, lo lógico es exigir que las cumplan y valorar que lo hagan.
Lo que resulta alarmante es el culto a la figura de estos individuos y a los miembros de sus equipos. En el caso de bitcoin, a veces pareciera que muchos están convencidos de que su futuro depende de que Trump permanezca en el poder, o de que alguien muy parecido tome el relevo… Nada más lejos de la realidad.
El peligro de confiar ciegamente en la política
Desde los tiempos de Julio César hasta hoy, sabemos que las figuras políticas disruptivas suelen emerger cuando otros han fracasado, pero eso no significa, sin importar lo que prometan, que debamos otorgarles una fe ciega —en especial porque muchas veces se proclaman como emisarios antisistema, y terminan sumando a sus filas a funcionarios que llevan décadas dentro del aparato estatal—.
Ver un interminable desfile de políticos en la Bitcoin Conference —que fueron reportados desde CriptoNoticias—, y a supuestos bitcoiners ovacionándolos con aplausos y silbidos entusiastas, fue una escena tan desconcertante como reveladora.
Es importante recordar que Trump no está actuando movido por una repentina preocupación por quienes están hartos del aparato estatal y sus políticas persecutorias. Lo hace porque, por ahora, muchos de sus intereses —y los de su entorno, asesores y aliados— están parcialmente alineados con los de la comunidad. Esto puede generar avances, sí, pero nunca debe ser motivo para bajar la guardia. Al contrario, hay que sostener siempre una mirada crítica y evaluar con rigor cada medida que se ponga en marcha.
En tiempos de confusión y promesas de todo tipo, pensar con cabeza propia se vuelve más urgente que nunca. La política nunca merece devoción, solo vigilancia. Hay que celebrar lo que funcione, exigir resultados, y tener siempre presente que cualquier respaldo al poder debe tener límites claros y ser evaluado con frialdad.
El fanatismo —incluso cuando se disfraza de esperanza— es el terreno fértil donde germinan las peores traiciones. Si realmente aspiramos a un futuro saludable para BTC, necesitamos menos héroes y más bitcoiners críticos; menos discursos grandilocuentes y más acciones concretas que refuercen la soberanía individual, sin pedir permiso ni ceder el juicio propio en el camino.
Descargo de responsabilidad: Los puntos de vista y opiniones expresadas en este artículo pertenecen a su autor y no necesariamente reflejan aquellas de CriptoNoticias. La opinión del autor es a título informativo y en ninguna circunstancia constituye una recomendación de inversión ni asesoría financiera.