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Ante la inflación, la gente no se queda sin dinero, busca alternativas de intercambio.
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En 2025, la adopción de bitcoin reduce el impacto de las políticas monetarias arbitrarias.
En noviembre de 1923, en Berlín, Alemania, un proceso económico y social verdaderamente devastador ya daba fuerza a uno de los argumentos que, cien años después, llevaría a bitcoin a convertirse en un activo de referencia para muchos: la inflación.
El indicador más extremo de este colapso ocurrió cuando un dólar estadounidense llegó a costar 4,2 billones marcos papel (o papiermark). Conviene tener en cuenta que, hasta julio de 1914, los billetes emitidos por el Reichsbank —el banco central de Alemania entre 1876 y 1945— podían canjearse libremente por oro.
Sin embargo, el 31 de julio de 1914, apenas tres días antes de declarar la guerra a Francia, el gobierno suspendió la convertibilidad en oro y autorizó al Reichsbank a emitir billetes respaldados únicamente por bonos del Tesoro. En otras palabras, Alemania inició la Primera Guerra Mundial con la impresión monetaria desatada.
Nueve años después, frustrados por la necesidad de transportar carretillas y sacos llenos de billetes prácticamente sin valor —una situación que recuerda la crisis inflacionaria de Venezuela entre 2016 y 2017—, los alemanes dieron la espalda al marco. En su lugar, recurrieron de manera espontánea a medios de intercambio alternativos: dólares estadounidenses, cigarrillos y, siguiendo la tradición histórica, el oro.
Aquello no fue un fenómeno inédito en la historia, ya que los altos niveles de inflación habían sido uno de los factores que más debilitó al antiguo Imperio Romano. El denario, la moneda oficial durante gran parte de ese régimen.
En tiempos de Augusto (27 a. C.–14 d. C.) —el primer emperador— esa moneda contenía entre 97 % y 98 % de plata. Luego sufrió una degradación drástica con los años, llegando bajo Caracalla (198–217 d. C.) a tener apenas alrededor del 51,5 % de plata.
Pero sin ir demasiado lejos, siglos después también se registraron episodios de alta inflación durante revoluciones o guerras civiles. Destacan entre ellos los asignados franceses en 1795-1796 —durante la Revolución Francesa— o los confederados durante la Guerra de Secesión estadounidense.
¿Qué hacer cuando la moneda colapsa?
Siempre que el Estado destruyó un signo monetario, la gente hizo exactamente lo mismo que los alemanes de 1923: volvió al oro, al trueque o a cualquier activo cuya oferta no pudiera manipularse a voluntad. Bitcoin, creado en 2009, no es más que la versión digital y del siglo XXI de esas alternativas milenarias.
La hiperinflación de la República de Weimar en Alemania fue la primera en afectar de manera tan profunda a una sociedad occidental industrializada en la historia reciente.
Este episodio evidenció la magnitud del desastre que más tarde se repetiría —cada uno en distintas proporciones— en países como Argentina, Venezuela, Zimbabue o Líbano. Aquello fue una decisión política deliberada y dejó claro que la inflación es un fenómeno monetario resultado del descontrol en la emisión de dinero.
Cabe considerar que el Estado actúa primero en función de sus propios intereses: ya sea para financiar alianzas, sostener proyectos bélicos o mantener intacto el gasto público con miras a ganar elecciones. Bajo este criterio, no duda en sacrificar la estabilidad económica, trasladando los costos al resto de la sociedad y dejando que sean los más vulnerables quienes enfrenten las consecuencias con mayor severidad.
Aunque leer sobre inflación pueda parecer sencillo, su impacto real es profundamente doloroso y, en los casos más extremos, puede costar vidas humanas. Quienes menos tienen son los más castigados, perdiendo poder adquisitivo, acceso a bienes esenciales y seguridad económica. Todo esto, mientras los efectos del descontrol monetario se multiplican a su alrededor.
Este proceso de degradación es uno de los que, tras más de nueve décadas y después de la crisis financiera de 2008, motivaron la creación de Satoshi Nakamoto. Desde la publicación del whitepaper titulado «Bitcoin: un sistema de efectivo electrónico de igual a igual», BTC se ha consolidado como un activo capaz de preservar el valor y de devolver a muchos ciudadanos la capacidad de ahorro que les había sido arrebatada por sus gobiernos.
Tras la búsqueda del dinero confiable
La lección de Weimar sigue vigente en pleno siglo XXI. Actualmente, en países donde las monedas fíat enfrentan una fuerte presión inflacionaria, se observan dinámicas muy similares. Las poblaciones, impulsadas sobre todo por la necesidad, han encontrado en bitcoin y las criptomonedas una vía de escape.
En Venezuela, por ejemplo, en 2018 la ya desaparecida LocalBitcoins —firma que permitía a cualquier persona comprar y vender BTC— registró volúmenes récord a nivel mundial. Tras el cierre del portal en 2023, como reportó CriptoNoticias, los venezolanos migraron masivamente a Binance, convirtiendo al mercado P2P (peer-to-peer) de esta plataforma en uno de los principales motores de la economía cotidiana en el país.
Todo este proceso es el mismo que describió Ludwig von Mises: cuando la inflación destruye la confianza en el dinero emitido por el Estado, la gente no se queda sin medios de intercambio, simplemente elige otro. Y lo hace de manera espontánea, sin necesidad de que ningún burócrata le dé permiso.
La diferencia con 1923 es que ya no dependemos de dólares físicos, ni de cigarrillos. Hoy, en un mundo en el que destacan proyectos como bitcoin y ether (ETH), los bancos centrales buscan responder con Monedas Digitales de Banco Central (CBDC) y regulaciones cada vez más estrictas. Está visto que no piensan quedarse de brazos cruzados.
Bitcoin como espejo del pasado
Cuando la historia se repite con sorprendente precisión, queda claro que las lecciones de Weimar no se han aprendido. Mientras los ahorristas sigan confiando en burócratas que prometen resolver sus problemas, las crisis inflacionarias seguirán siendo recurrentes.
Esto, por desgracia, significa que los gobiernos seguirán apostando por financiar déficit crónico con emisión descontrolada sin pagar un costo. Ergo, continuarán vendiéndole a la población que la inflación es una especie de efecto secundario desafortunado de políticas monetarias construidas con buenas intenciones.
Hoy, el rol de bitcoin se asemeja al papel que el oro cumplió en 1923, en Alemania. En ese año, el gobierno perdió influencia monetaria, al menos por un período breve. En 2025, el uso masivo de bitcoin limita el daño de las políticas arbitrarias de los bancos centrales.
Es decir, en lugar de esperar soluciones que probablemente nunca llegarán, las personas bien podrían recurrir al agorismo y la contraeconomía. Una filosofía que promueve la libertad económica y la creación de mercados paralelos. Todo esto al margen del control estatal. Y las criptomonedas representan una opción sólida para ello.
La historia nos enseña que, cuando un dinero «paralelo» se vuelve más confiable que el «oficial», este último no vuelve a ser el mismo. Es así de simple.
Descargo de responsabilidad: Los puntos de vista y opiniones expresadas en este artículo pertenecen a su autor y no necesariamente reflejan aquellas de CriptoNoticias. La opinión del autor es a título informativo y en ninguna circunstancia constituye una recomendación de inversión ni asesoría financiera.
