Aunque perdieras la memoria ¿serías capaz de sentir, en lo profundo de tu alma, que tuviste un hijo?
Anahí siempre tuvo todo lo que pudo desear, ya que su padre, Banan, se había dedicado al minado de criptomonedas desde muy temprano y había amasado una fortuna. Aunque los intereses de la chica no estaban puestos en la tecnología, su padre había aprobado que eligiera una carrera relacionada con el derecho, y se sentía muy orgulloso de tenerla como hija.
La madre de Anahí había fallecido cuando la joven estaba muy pequeña, por lo que cada segundo domingo de mayo, día en que se celebraba el día de las madres, Banan y ella preparaban una cena en su honor, donde invitaban a todos los miembros de la familia y compartían su abundancia con aquellos parientes que no tenían tantas criptomonedas como ellos.
La chica se encontraba haciendo los preparativos de la cena cuando conoció a un organizador de eventos muy atractivo, con el cual quedó flechada de inmediato. Aquel chico corpulento y de personalidad desinhibida llamó la atención de Banan de inmediato, y le prohibió que saliera con la chica.
Anahí hizo caso omiso a las recomendaciones de su padre y mantuvo una corta relación en secreto con el organizador. La chica no fue muy precavida y quedó embarazada. El hombre, apenas supo la noticia, desapareció de su vida. Anahí, pese a quedar muy dolida con el abandono, decidió tener a su hijo y darle todo su amor.
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Banan se encontraba en un hackhaton blockchain para desarrollo de biotecnología cuando recibió la noticia de que Anahí, con ocho meses de embarazo, había tenido un accidente de tránsito. Sintió un alivio al pensar que el niño quizás no hubiera sobrevivido, pero de inmediato sintió repulsión hacia sí mismo. Voló tan pronto como pudo, y encontró que su hija estaba en estado de coma.
El niño había nacido sano, pero Banan no quiso ir a visitarlo, y le pidió a su asistente que se encargara de cuidarlo. Al cabo de algunas semanas, Anahí despertó, pero una lesión en su cabeza le impedía recordar los últimos dos años de su vida. Su padre aprovechó la oportunidad para sacar de sus vidas al niño no deseado poniéndolo en adopción. A todos sus conocidos les contó la versión de que el niño había muerto y les pidió que mantuvieran el embarazo de Anahí como un secreto, ya que eso podría serle muy doloroso a la joven.
La recuperación de la chica fue lenta y dolorosa, y aunque sus parientes la ayudaron en el proceso, Anahí sentía que faltaba algo. Los médicos descartaron la posibilidad de que los años perdidos volvieran a su memoria, así que tuvo que seguir con su vida en el punto en que la había dejado.
Luego de tres años del incidente, Banan enfermó terriblemente y la culpa de haber separado a Anahí de su hijo por fin lo sobrepasó. Reveló a la mujer todo lo que había pasado y cómo su asistente había dado el niño en adopción. Anahí no podía creer que su padre había sido capaz de hacerle tal atrocidad. Sentía náuseas con solo pensar que su pequeño hijo se encontrara lejos de ella y que podía estar en peligro. Debía hacer hasta lo imposible por encontrarlo. Desafortunadamente, el asistente, quien era el único que podría darle pistas de dónde comenzar la búsqueda, había dejado de prestar servicio a Banan y no sabían con exactitud cuál era su paradero.
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Anahí por fin sabía de dónde provenía ese sentimiento de vacío que no la dejaba dormir por las noches y no descansó ni un solo momento desde que supo tan desgarradora noticia. Destinó una buena parte de su fortuna a financiar investigaciones, e incluso ella misma contactó con varios colegas que poseía en la corte. Rastreó el paradero del asistente de Banan, mientras este continuaba internado en el hospital luchando contra la enfermedad que azotaba su cuerpo.
Encontró al ex-asistente en una casa pequeña y llamativa alejada de la ciudad. Al verla, el hombre se conmovió tanto que irrumpió en llanto. Anahí supo de inmediato el motivo de su reacción y una ola de preguntas y frustración surgió de su pecho. Una vez se hubo calmado, fue invitada a entrar al hogar. Por las palabras del hombre, se enteró de que Banan le había encargado que hiciera muchas cosas, varias de ellas desagradables, lo que explicaba que el interior de la casa estuviera lleno de lujos.
Gracias al hombre, Anahí llegó al orfanato donde fue dejado su hijo: “¿cuál sería su aspecto? ¿qué nombre habrían elegido para él? Después de tantas cosas ¿podría por fin tener a ese pequeño entre sus brazos?” Estas interrogantes daban vueltas en su cabeza mientras manejaba hasta el lugar.
Sin embargo, recibió una respuesta negativa de la institución, por la seguridad de los niños esta información no podía ser revelada. Sin embargo, la joven tenía un as bajo la manga: el hospital donde había dado a luz hacía un registro en la cadena de bloques pública de las partidas de nacimiento de los niños que nacían allí.
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Ricardo corría veloz tras las palomas que levantaban el vuelo y volvían a caminar por los adoquines que cubrían el piso de la Plaza Bolívar. Sus pequeñas manos eran lo más hermoso que Anahí había podido tocar y su risa le daba mucha paz. Todavía le parecía increíble que un pequeño tan hermoso hubiera salido de su vientre. En el fondo de su corazón había perdonado a su padre, quien ahora viajaba con el viento.
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Descargo de responsabilidad: Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, empresas, organizaciones, lugares, acontecimientos o hechos que aparecen en la misma son producto de la imaginación del autor o bien se usan en el marco de la ficción. Cualquier parecido con personas (vivas o muertas) o hechos reales es pura coincidencia.