Son las 5:00 de la madrugada. El despertador interrumpe el descanso de Don Vicente y le advierte que es hora de levantarse para iniciar un nuevo día en la oficina. Su fábrica de fertilizantes es su principal patrimonio, un logro mayúsculo que ha construido durante 40 años, a pesar de haber abandonado la escuela cuando era niño para ayudar en la casa y no morir de hambre.
Religiosamente su chofer, Arturo, lo busca cada mañana a las 6:30 de la mañana. Se embarca en el Ford Conquistador del 87, no sin antes desayunar, tomar su café y leer 4 periódicos. Es el primero en llegar, como suele suceder, y el último en irse. En el trayecto a la empresa escucha por la radio una palabra que le recuerda una conversación que tuvo con su nieta Elena, quien lo tentó sin éxito a invertir en criptomonedas.
“Blockchain, ¿qué es eso de cadena de bloques? Las únicas cadenas que conozco son las que usamos para manejar los despachos que hacemos”, recuerda que le dijo sin reparos a su descendiente meses atrás, sin saber que volvería a saber del tema ahora en los medios de comunicación.
Enemistado con los teléfonos inteligentes, las tabletas y las computadoras, Don Vicente se entiende con el teléfono de su oficina y solo recibe mensajes a través de su secretaria Ernestina. Instalado en su despacho vuelve a escuchar, esta vez en la televisión, que un empresario amigo suyo está adoptando tecnología blockchain para mejorar sus procesos administrativos, en una compañía dedicada al ramo de la seguridad.
Aunque no entiende de qué está hablando, el hombre decide buscar asesoría, puesto que no quiere quedarse relegado del “tema del momento”, del que todos hablan en la radio, la televisión y hasta en su familia.
– Ernestina dile al de computadoras que contrate un servicio de esos de blockchain para que la gente de mercadeo invente una campaña.
– Si señor Vicente – dice la secretaria, eficiente y lúcida, a pesar de sus 60 años – ¿Me puede repetir el nombre del servicio?
– ¡Blockchain, Ernestina!, ¡blockhain!
Asesores de blockchain al rescate
Sin saber de qué le hablaban, Ernestina llama a Andrew, el de computadoras, para decirle que “hay que contratar un servicio de blockchain porque el señor Vicente está furioso”. El técnico busca en Google para saber de qué se trata el asunto y llama a Neo, un primo suyo que se dedica a la minería de criptomonedas y al trading.
Luego de convencerlo para que visite la empresa y lo ayude a calmar a su jefe, el “asesor” llega al rescate, una semana después, para escuchar qué es lo que desean hacer con esto que ha sido definido también como tecnología de contabilidad distribuida en una fábrica de fertilizantes.
A la reunión asisten Neo, Andrew, Don Vicente y Ernestina, quien está lista para tomar nota de todo lo que digan y no perderse por “falta de blockchain”. Como buen empresario de la “vieja escuela”, Don Vicente va directo al grano y plantea el tema en su primera intervención.
– Quiero blockchain para mi empresa como sea, suelta el hombre de 72 años, sin ningún vestigio de duda y sin saber de qué se trata el asunto.
– Pero, ¿hay algún área de la compañía en la que se pueda implementar una blockchain?, replica Neo.
– Déjeme explicarle joven. Blockchain es la palabra de moda y yo quiero blockchain para esta compañía. Ustedes como técnicos deben buscar la forma de adaptarla a lo que nosotros hacemos y que mercadeo se encargue del resto.
– ¿Tienen una idea de cuántos nodos necesitan o quieran utilizar para el proyecto?
– Sí, uno solo: el nuestro.
La lapidaria respuesta de Don Vicente descuadra el semblante de Neo. En ese momento entra en razón y percibe que el empresario no tiene ni idea de lo que quiere, ni mucho menos comprende de qué se trata o cuáles son las funciones de una blockchain.
Conocimiento descentralizado
En un cuidadoso esfuerzo por hacerle entender a Don Vicente qué es una blockchain, Neo le explica sin muchos detalles que se trata de una tecnología cuya arquitectura pretende ser descentralizada, y que permite realizar cualquier tipo de transacción entre dos o más personas, sin la necesidad de intermediarios. Además, también involucra otros elementos como las carteras digitales, los mineros, los nodos y los algoritmos.
Sin comprender del todo lo que le han explicado, Don Vicente defiende su departamento de computación y la base de datos que utiliza. Para ello argumenta que implementar blockchain no debe tomar mucho tiempo ya que los programas se instalan solos en las computadoras. “Eso se hace en una tarde”, dice sin temor a equivocarse.
La urgencia por estar en la “movida blockchain” le hace recordar a Don Vicente la época en la que todos comenzaron a hablar de Internet y él nunca le prestó atención. No fue sino hasta hace 5 años cuando decidió contratar a alguien para que le “montara” una página web y mostrar sus fertilizantes.
Ahora con la tecnología de los criptoactivos en ascenso y con los medios de comunicación prestándole más atención a las criptomonedas, el empresario no quiere que le ocurra de nuevo lo sucedido hace 24 años cuando escuchó que había nacido “la red de redes”.
Don Vicente solo quiere lo mejor para su negocio, aunque no necesariamente eso incluya una red de datos distribuidos en una determinada blockchain. Su intento por aplicarla en la empresa lo ha colocado en pausa. Mientras tanto, la relación con su nieta Elena es ahora mucho más cercana, preguntándole cada semana por Bitcoin gracias al nuevo teléfono inteligente que le compró con criptomonedas.
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Descargo de responsabilidad: Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, empresas, organizaciones, lugares, acontecimientos o hechos que aparecen en la misma son producto de la imaginación del autor o bien se usan en el marco de la ficción. Cualquier parecido con personas (vivas o muertas) o hechos reales es pura coincidencia.
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Amena historia, estimado.
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