Hechos clave:
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La búsqueda se traslada al océano de metano de Titán.
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La competencia se torna oscura.
— La habitación fue demolida hace siglos. Mucho después de la muerte de Hughes, de hecho.
Soras asintió a la noticia del nervioso técnico, reflexivo.
— ÂżQuĂ© hay allĂ ahora? —inquiriĂł sin voltear hacia Ă©l, mirando a travĂ©s del grueso vidrio de la suite hacia las criaturas extrañas y coloridas que se movĂan en el ocĂ©ano traslĂşcido, como si flotaran en el aire.
La respuesta no fue inmediata, asà que giró el rostro hacia el muchacho, clavándole una mirada firme. Lo notó tragar antes de decir:
—… Nada, señor. Lo que ve a travĂ©s de la ventana. Metano lĂquido.
VolviĂł la vista de nuevo hacia el ocĂ©ano Australis de Titán. Aunque esa luna de Saturno rebosaba de lĂquido, curiosamente, sĂłlo las rocas eran de agua congelada. Lo que conformaba ocĂ©anos, lagos y rĂos era metano lĂquido, cientos de grados centĂgrados bajo cero.
— ¿Están seguros?
— SĂ, señor. La habitaciĂłn 237, como en El Resplandor de Kubrick. Cuando Hughes aĂşn era un niño en Marte, un secuestrador llegĂł a este hotel en compañĂa de un niño y una mujer. Se registraron como una familia, aunque Ă©l realmente venĂa huyendo, con ellos como rehenes. Cuando los verdaderos familiares le anunciaron que se tardarĂan más con el rescate…
— Ya me contaron la maldita historia de la habitaciĂłn, Tao —cortó—. El secuestrador pierde la paciencia, silencia el lugar y los asesina a hachazos mientras todos duermen. Creo que planeaba hacerlo desde el principio, escogiĂł muy bien el nĂşmero de la suite —chascĂł la lengua—. La puerta. Hughes mencionĂł que las instrucciones estaban ahĂ, ÂżquedĂł alguna puerta?
— A eso iba, señor. Como una especie de recuerdo publicitario, dejaron la puerta de entrada. El Slight Waters tiene siglos de antigĂĽedad e inclusive sobreviviĂł a la Guerra Roja… la verdad es que dicen que la habitaciĂłn tambiĂ©n fue usada por soldados negros durante la guerra para interrogar prisioneros, cuando se apoderaron del hotel. Las leyendas de fantasmas, gritos y apariciones les trajeron muchos clientes curiosos, pero la habitaciĂłn era problemática. Algo de verdad debĂan tener las leyendas, porque acabaron por demolerla y dejar sĂłlo la puerta…
— Claro que tienen algo de verdad: los soldados negros estuvieron ahĂ. Quien sabe quĂ© cosas dejaron. Una bomba de oxĂgeno en medio de un mar de metano, por ejemplo —le sonriĂł ladino a travĂ©s del vidrio—. La realidad suele ser peor que la leyenda. ÂżYa encontraron algo en la puerta?
— El grupo de Wayne encontró algo, justo debajo de la lámpara superior, en el marco.
— Aleluya, sirviĂł para algo. Si no fuera porque yo mismo capturĂ© al maldito recolector, no tendrĂamos ninguna palabra. ÂżY?
Tao se removiĂł incĂłmodo otra vez.
— Lo están analizando, señor. Pero… nos preocupa que…
— ¿La palabra se haya perdido para siempre tras la demolición? —movió el cuello a un lado y a otro—. Lo consideraremos tras obtener los resultados del análisis. Búscame apenas lo terminen.
— ¡SĂ, señor!
— Y una cosa más, Tao. Dile a Galum que venga.
— Voy ahora mismo.
Pronto escuchĂł la puerta cerrarse. QuitĂł la mirada del ocĂ©ano de gas lĂquido y la paseĂł por la amplia suite: muebles de caoba, moqueta de lana, estatuillas de mármol y un pequeño control negro sobre la mesa baja para controlar las funciones más sofisticadas, desde el termostato hasta la resoluciĂłn de la realidad virtual y la velocidad del tubo de teletransportaciĂłn.
Su divisiĂłn estaba siendo muy bien financiada para esa bĂşsqueda y no estaban obteniendo muy buenos resultados. Aun asĂ, pocos reclamos habĂan llegado a la fecha. En cambio, los recursos no paraban de llegar. No era imbĂ©cil. El Enjambre Rojo no se tomarĂa tantas molestias por cien millones de dĂłlares en una moneda dudosa; no pondrĂan tantos recursos para conseguir “sĂłlo” cien millones de dĂłlares seguros, siquiera.
HabĂa algo que no estaban diciĂ©ndoles. Por supuesto, Ă©l mismo pensĂł en la tecnologĂa que revelarĂa el famoso bitcoin, en cuánto costarĂa en el mercado negro. Pero no pensĂł exactamente en quĂ© podrĂan hacer con ella. ÂżSĂłlo hacer funcionar una moneda? No parecĂa muy atrayente. Ya le habĂan mencionado que hacĂa otras cosas, mas no cuáles. AhĂ estaba la clave de todo.
Si se las arreglaba para descubrirla y para quedarse con ella, el Enjambre podrĂa cambiar de administraciĂłn muy pronto.
Claro que, por los momentos, habĂa algo más que le preocupaba. No que la palabra se hubiera perdido con la demoliciĂłn, en realidad: estaba seguro de que Hughes no era tan estĂşpido como para no haber adivinado que esa habitaciĂłn serĂa sellada o demolida tarde o temprano. Era el destino natural de todos los “sitios embrujados”.
Lo que le preocupaba era que las palabras faltantes no estuvieran en manos del recolector y el tendero, precisamente. DebĂan estar más cerca. Entre ellos, incluso. Intentar con tanta insistencia y continuar fallando en contra de rivales con menos recursos no era muy verosĂmil.
Unos golpes en la puerta interrumpieron sus pensamientos.
— Pasa —permitió y se volteó, recostándose contra el vidrio.
El niño hizo acto de presencia, con su sonrisa sempiterna adornándole los labios. La chispa en sus ojos azules le recordaba, sin embargo, a un manipulador profesional. Y eso es lo que Mortimer Galum era, por lo que habĂa podido ver hasta ahora: los habĂa guiado hacia los sitios y personas correctas con una pericia inusual.
Casi suyo Ăşnicamente era el mĂ©rito por encontrar cada lugar pensado por Hughes. Él habĂa conseguido el tĂ©mpore para averiguar sobre la casa en Marte, Ă©l habĂa sugerido que podrĂa tratarse de una propiedad antigua en los alrededores de la mansiĂłn gelatinosa en JĂşpiter, Ă©l sabĂa de antemano a quĂ© cuadro especĂfico aludĂa Hughes en Neptuno; fue Ă©l quien encontrĂł el rascacielos en Venus y habĂa sido Ă©l quien sugiriĂł allá, tras leer el mensaje de la siguiente pista, ir directamente al Slight Waters.
Además, tambiĂ©n habĂa sido el encargado de manipular a varios de los guĂas y contactos de los distintos lugares para recabar informaciĂłn y abrir puertas. Siempre encontraba algo Ăştil. Una habilidad inusual para alguien de quince años. Quizás demasiado inusual.
— ¿En qué puedo ayudarle, señor Soras?
— Galum. Voy a asignarte una pequeña misiĂłn, pero nadie debe estar enterado, Âżentiendes? Me rendirás cuentas Ăşnicamente a mĂ.
El castaño frunció el ceño, pero asintió.
— Nadie sabrá nada.
— ¿Recuerdas a Itomi Saikara, supongo?
— Por supuesto. Es la espĂa de nuestro grupo, Âżno es asĂ?
— Asà es. Quiero que la sigas y la observes. Le ordenaré que haga equipo contigo para recabar información, pero tu verdadero trabajo será informarme sobre ella.
— ÂżPuedo preguntar por quĂ©? ÂżQuĂ© es lo que buscarĂa, señor Soras?
— Cualquier cosa fuera lo normal. Información que se niegue a compartir, comportamientos erráticos, contactos sospechosos…
— ¿Cree que puede estar traicionándonos?
Se limitĂł a encogerse de hombros.
— Espero que tĂş puedas decĂrmelo. Es una misiĂłn delicada, algo fuera de tus competencias. ÂżPodrás con ella?
El chico volviĂł a sonreĂr.
— Por supuesto. Pierda cuidado. Le informaré pronto sobre cualquier eventualidad.
— Estupendo. Puedes irte, Galum. Llámala aquà para informarle sobre el equipo.
Poco despuĂ©s, era a Itomi a quien tenĂa frente a Ă©l, de brazos cruzados y cejas enarcadas.
— ¿Qué mosca te picó ahora?
ObservĂł su piel pálida y sus ojos desenfadados por largos segundos, pensando que tenĂa una larga historia con ella. Ambos habĂan entrado al Enjambre Rojo casi al mismo tiempo, hacĂa quince años. Ambos llegaron por libertad y se quedaron por el dinero, como casi todo el mundo. Se preguntĂł si, de repente, ella habĂa recordado eso.
No sabĂa si querĂa una respuesta afirmativa o negativa. Nadie tenĂa amigos entre los cazadores rojos, pero Itomi era algo muy parecido.
— Galum —contestó—. Sospecho de Ă©l. Quiero que lo vigiles. Le dije que harĂa equipo contigo para recabar informaciĂłn.
Ella sonriĂł burlona.
— ÂżEl crĂo? ÂżY quĂ© sospechas, que juega videojuegos en horas de trabajo?
— Sabes que mis sospechas no suelen ser infundadas, Itomi.
La pelinegra se encogiĂł de hombros.
— Yo misma revisĂ© su perfil de cabo a rabo, sabemos todo sobre Ă©l. Si hubiera estado comportándose fuera de la lĂnea, mi red me lo hubiera advertido desde Marte. ÂżCrees que tiene contactos más Ăştiles que los mĂos? ÂżUn huĂ©rfano carterista?
— No lo sé. Tiene una habilidad inusual para encontrar los sitios correctos rápidamente.
— Por eso lo asignaron a esta búsqueda.
— VigĂlalo, Itomi.
Ella rodĂł los ojos, pero asintiĂł en seguida.
— Vale. Pero no seré su niñera.
SonriĂł.
— Tampoco del recolector y el tendero, aparentemente —el comentario frunció el ceño de la mujer—. Se me hace inusual que aún no hayas podido atraparlos. ¿Algo que compartir con la clase?
— ÂżSe te hace inusual que aĂşn no haya podido atrapar al gran hacker recolector, Dhax? Podrá parecer un anciano tendero ahora, pero ambos sabemos que no lo es. Suero Aeternitas corre por sus venas. Apuesto a que podrĂa patear tu trasero mientras hackea tus contraseñas.
— Yo atrapé a Mojave sin tanta dificultad.
Una risa le contestĂł al instante.
— ¡Mojave es casi un crĂo! Bueno en su profesiĂłn, quizás. Pero casi un crĂo. Nada comparado a Daxos. Mientras estĂ© bajo su protecciĂłn, será aĂşn más difĂcil de alcanzar. ÂżY adivina quiĂ©n lo dejĂł escapar?
Esta vez fue su turno de fruncir el ceño.
— Planeaba hacerlo de todas formas —confesó.
Ella enarcĂł las cejas, burlona.
— ¿En serio? —soltó melosa.
— Asà es. Siempre es bueno tener a personal extra trabajando para ti sin cobrar.
— No estés muy seguro de que no vaya a cobrar, Soras.
— Cuando menos la segunda palabra fue gratis. No dudo que otras puedan serlo tambiĂ©n. ResultĂł ser más Ăştil que Wayne, por cierto —cabeceĂł hacia la puerta—. Ve con Galum. AvĂsame de cualquier cosa sospechosa.
— Ok…
Sin más, Itomi abandonó la suite. Él esperó que el fallo estuviera en otro sitio y no en ella.
Unas tres horas despuĂ©s, estaba buscando más informaciĂłn en la pantalla holográfica que proyectaba su brazalete. Para su sorpresa, Tao irrumpiĂł en la habitaciĂłn sin permiso y casi jadeante. AlzĂł la vista hacia Ă©l, preparándose para escuchar que, de nuevo, alguien más les habĂa ganado la maldita palabra; aunque no hubieran pasado ni 24 horas aĂşn en Titán.
— Acaban de descifrar la función de la puerta, señor. Hay un mensaje de Hughes.
CorriĂł junto a Ă©l fuera de la suite. SĂłlo tuvieron que trotar un par de pasillos hasta llegar al umbral que alguna vez habĂa llevado a la habitaciĂłn 237 del hotel. La puerta retro de madera azul aĂşn se mantenĂa en su lugar, y tambiĂ©n una lamparilla sobre ella. A cierta distancia de sus flancos, se alzaban las habitaciones 236 y 238, ahora ocupadas por su gente, al igual que todo ese pasillo.
Al menos diez personas estaban reunidas frente a la puerta sin destino. Wayne, con una sonrisa satisfecha, fue quien se adelantĂł al verlos llegar.
— Rosu. Rompimos una función SHA532 grabada sobre el marco y encontramos una clave. El bombillo —señaló hacia la lámpara sobre la puerta— es un escáner. Sólo tenemos que pasar la clave por debajo para revelar el mensaje.
Enarcó ambas cejas, incrédulo.
— ÂżY eso es todo, en cuestiĂłn de horas? ÂżAsĂ de sencillo, sin los trucos o desvĂos usuales? ÂżNo se te ha ocurrido que puede ser una trampa, Wayne?
El criptĂłgrafo torciĂł una mueca.
—… Hay una especie de escudo grabado sobre la dirección hash que rompimos. Aún no sabemos lo que es —manipuló su brazalete y proyectó la imagen en el aire.
Se trataba de una corona de laureles con una base de cinco pequeñas estrellas. Justo en medio de la corona reposaban las letras “CG”.
— Esperamos que el mensaje nos dé una respuesta —concluyó Wayne.
Asintió, sin más remedio, y con un solo gesto de su mano los invitó a hacer lo necesario. La reacción del escáner al leer la clave fue inmediata: un par de gemelas en vestidos azules aparecieron de repente frente a ellos, en medio del pasillo; sus rostros pálidos y serios.
Varios miembros del personal saltaron en sus sitios, reconociéndolas.
— ¿Fue fácil, no es cierto? —empezó una con su vocecilla infantil y tétrica.
— Muy fácil —continuĂł la otra con la misma voz—. Una direcciĂłn pĂşblica en SHA532. El escudo del Gran Colisionador de Bitcoin. No hay que ser un genio para descifrar que habĂa que romper el hash.
Era absolutamente desconcertante oĂr a las gemelas de El Resplandor hablando sobre tecnologĂa. Hughes en serio tenĂa problemas.
— Claro que no es lo único que hay que romper —una sonrisa macabra comenzó a formarse en los labios de las niñas.
— Este no es un desafĂo de inteligencia —confesĂł la otra, con ojillos tintineantes.
— Puede que hasta aquà llegue la competencia. O puede que no.
Tao y Ă©l compartieron una mirada inquieta.
— Se trata de lo que están dispuestos a hacer para ganar… —ambas voltearon a ver a la vez hacia la puerta 237.
— La habitaciĂłn tenĂa un inmenso ventanal hacia el ocĂ©ano, como todas aquĂ.
— Morgan creĂa que el ocĂ©ano era como el inmenso cuadro de una diosa. Una dama aterradora dispuesta a tragarlo todo.
— Está hambrienta. Siempre está hambrienta.
— No les dará nada si no la alimentan. Pero no le agrada todo. Sólo las almas.
De nuevo sincronizadas, las gemelas voltearon para sonreĂrles de nuevo. Y sus voces se unieron para decir:
— Alguien no saldrá de aquà hoy.
Tras la ominosa sentencia, se desvanecieron. Un silencio aplastante cayĂł sobre sus espectadores.
Nadie reaccionĂł durante un tiempo que pareciĂł eterno. Todos habĂan comprendido lo que habĂa que hacer, pero, pese a todo, ninguno podĂa procesarlo. ÂżHughes, el loco inofensivo, de pronto querĂa que asesinaran a alguien? El ocĂ©ano en Titán era de metano lĂquido. Cualquiera que se hundiera en Ă©l se congelarĂa (y morirĂa) casi al instante. ÂżO acaso era una simbologĂa? ÂżUna especie de prueba?
Él fue el primero en recuperar su arranque. MirĂł hacia la puerta azul, recuperĂł de su bolsillo una esfera negra de metal y la apretĂł, pensando en la forma que querĂa que tomara. El metal flexible se fue estirando y afilando hasta formar un hacha.
“Claro que no es lo único que hay que romper”. Que asà fuera.
El primer hachazo contra la madera sacĂł del trance a todos a su alrededor.
— ¡NO! ¡SĂłlo hay ocĂ©ano detrás, ya hicimos las pruebas! —exclamĂł Wayne, tratando de detenerlo— ¡No hay nada detrás, sĂłlo metano lĂquido separado por una pared de titanio elástico!
— Si es asĂ, entonces no importará que corte la madera —razonĂł y, en seguida, dio un nuevo hachazo.
Nadie se atreviĂł a interrumpirlo una vez más. A los pocos minutos, hachazo tras hachazo, habĂa abierto un buen hueco en la puerta, pero detrás no los esperaba una pared de titanio elástico y, por suerte, tampoco metano lĂquido. En realidad, daba una negrura de olor familiar que se fue estirando a medida que la madera iba siendo retirada.
Cuando quitĂł los Ăşltimos jirones de la puerta no descubrieron una habitaciĂłn, sino una especie de tĂşnel o pozo vertical, cuyo fondo no podĂa atisbarse desde allĂ. OlĂa a humedad, expedĂa un aura gĂ©lida y ecos de movimientos lejanos llegaban hasta allĂ.
— Debe llegar hasta el océano —supuso Tao, mirando con desagrado entre la oscuridad.
Él asintió.
— Sin duda.
A continuaciĂłn, le dijo a Wayne:
— ¿Nada detrás, eh? Es la última vez que lidio con tu inutilidad —y lo empujó.
SĂłlo el grito interminable del hombre rebotĂł por el tĂşnel y reptĂł en sus pieles durante los siguientes minutos. Nadie excepto Ă©l mismo fue capaz de moverse ni cuando desde la lámpara se proyectĂł un nuevo holograma sobre la pared. La palabra que lo encabezaba parecĂa escrita con pintalabios rojo.
“Asesinato”. Las siguientes tenĂan una fuente azul más comĂşn.
“Esa es la sexta palabra. Es interesante todo lo que somos capaces de hacer a cambio de fortuna y poder. Hay una razĂłn por la que jamás hice esta pequeña caza del tesoro en vida, despuĂ©s de todo. SĂ, el tĂşnel da al ocĂ©ano de metano. Pueden decir adiĂłs al desafortunado. A partir de aquĂ, puede que haya más desafortunados… Âżseguros que quieren continuar?”
TomĂł una fotografĂa al holograma antes de que se desvaneciera. La luz se desviĂł hacia arriba, buscando el cielo para dar la siguiente pista. Sin decir palabra, Ă©l dio media vuelta y marchĂł pasillo abajo. La caza se volvĂa oscura, entonces. Esperaba que eso eliminara a algunos competidores de la lista, eventualmente…
CapĂtulo anterior – Parte V
Descargo de responsabilidad:Â Esta es una obra de ficciĂłn. Los nombres, personajes, empresas, organizaciones, lugares, acontecimientos o hechos que aparecen en la misma son producto de la imaginaciĂłn del autor o bien se usan en el marco de la ficciĂłn. Cualquier parecido con personas (vivas o muertas) o hechos reales es pura coincidencia.
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Descargo de responsabilidad: Esta es una obra de ficciĂłn. Los nombres, personajes, empresas, organizaciones, lugares, acontecimientos o hechos que aparecen en la misma son producto de la imaginaciĂłn del autor o bien se usan en el marco de la ficciĂłn. Cualquier parecido con personas (vivas o muertas) o hechos reales es pura coincidencia.
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