Solaris no lo podía creer. Frente a su puerta estaban los dos jóvenes que habían comprado su sillón en la venta de garaje… en la mano de uno de ellos estaba un pedazo de terciopelo azul envolviendo el regalo que su hijo Gerardo le había hecho hacía tanto tiempo.
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Paris y Azul habían comenzado una vida juntos. Azul se dedicaba al desarrollo de DApps para compañías privadas y Paris trabajaba atendiendo vuelos comerciales en una aerolínea, pero decidió cambiar de empleo para iniciar una vida más tranquila junto a su pareja.
El capital de la pequeña familia era modesto, ya que Azul había descubierto la tecnología de contabilidad distribuida apenas en el año 2017 y se había especializado en ella asistiendo a los cursos dictados por Jimmy Song, pero no le había puesto mucha atención a la manera de enriquecerse invirtiendo en criptomonedas.
Decidieron que su casa estaría en las afueras de la ciudad y tendría un pequeño jardín delantero, donde plantarían geranios, la flor favorita de la madre de Paris, la cual había fallecido por causas naturales cinco años atrás. El lugar, que solo tenía una habitación, había sido amueblado acorde al excéntrico gusto de Azul, y exhibía alfombras y cojines de todos los colores, junto a objetos muy antiguos y figuras de diversas deidades en las esquinas, ya que Azul opinaba que debía dársele un riconcito en la casa a todos los dioses que se pudiera si se quería estar en paz. Paris se había criado en un hogar católico donde le enseñaron a tolerar a todos, por lo que no presentaba queja alguna, siempre y cuando su creencia no fuera cuestionada.
Así era la relación de Paris y Azul, una luna de miel bastante empalagosa que prometía durar mucho tiempo. Sin embargo, Azul no sentía una satisfacción completa respecto al espacio donde compartían sus días: faltaba algo. Paris, que notaba el disgusto en el rostro de su amor, decidió adquirir incluso una de las pinturas de la famosa Coin_Artist, aquella artista que había escondido la llave privada de una cartera que contenía 5 BTC en una pintura.
Pero esta pintura -de la cual se debe resaltar que no contenía ningún acertijo-, no lograba reanimar a Azul. Un día, mientras Azul tocaba la mandolina observando el cuadro, se percató de qué era lo que le hacía falta: un sillón cómodo en el cual poder mirar series, leer cómics y tocar música exótica.
Contra todo pronóstico, Azul se vistió rápidamente y salió en la búsqueda de su sillón, pero no podía tratarse de un mueble cualquiera, Azul había decidido que fuera un sillón de terciopelo… azul.
Recorrió casi todas las tiendas que vendían mobiliario en la ciudad, pero sus intentos fracasaron del todo. Siguió buscando en las ventas de artículos de segunda mano de sus vecinos, pero nada rendía frutos. Cuando estuvo a pocos instantes de tirar la toalla, una amiga de la pareja le llamó con la feliz noticia de que había encontrado su sillón de terciopelo azul.
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Gerardo, como todo un héroe de leyenda, había descubierto Bitcoin en el año 2009. Sin embargo, había desestimado el alcance de esta tecnología, y en una de las caídas más vertiginosas de la moneda en el año 2014 cuando solo valía unos 200 dólares, gastó la mayor parte del criptoactivo en materiales para sus investigaciones y completar los pagos de la universidad. La otra parte la destinó a un regalo del día de las madres para Solaris, su madre, quien en ese momento tenía 64 años.
El chico guardó 900 BTC en un disco duro y le dijo a su madre que sería un regalo que, de todo salir bien, podría ser el mejor obsequio que podría darle en su vida, y si no, ella podría deshacerse de él. Solaris había sido lo mejor en la vida de Gerardo, ya que ambos habían dejado su país cuando el chico aún era muy pequeño y la mujer se había dedicado al servicio de limpieza, trabajo con el cual había garantizado la mejor educación para que su hijo se convirtiera en un gran ingeniero y había construido un hogar sólido para ambos.
Solaris conocía a su hijo y sabía que él era incapaz de deshacerse de nada, por lo que ella siempre tenía que tomar la iniciativa para que su casa no estuviera repleta de cables, proyectos sin acabar y basura hasta el techo. Sin embargo, gracias a un octavo sentido que poseen las mamás, el cual les permite mirar 14 mil universos posibles sin ser conscientes de ello, decidió poner el disco duro en un lugar seguro.
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Azul no podía creerlo. Frente a sus ojos estaba el sillón más hermoso de la tierra, con una textura que hacía pensar en el cielo y en el mar. Paris dio el dinero a esa anciana que estaba, curiosamente, vendiendo muchas cosas de nerds frente a su casa e inmediatamente ayudó a Azul a cargar el sofá en la camioneta.
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Unos cuatro años después, la resignación había invadido a Gerardo, quien ya no vivía con su madre y había dado por perdido el disco duro con 900 BTC. Solaris lo había “puesto en un lugar seguro” pero había olvidado su paradero (cualquier parecido con la realidad, estimado lector, no es mera coincidencia). Una parte del dinero habría sido utilizada en un remplazo de cadera para Solaris, condición que había desmejorado mucho la calidad de vida de la anciana.
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Paris intentaba contener la emoción mientras Azul giraba a su alrededor gritando “¡Somos ricos! ¡Somos ricos!”. El sillón había estado sonando durante todo el viaje a casa, como si algo se hubiera desprendido en su interior.
Cuando, con toda la tristeza y curiosidad del mundo, Azul clavó un cuchillo en la tela que recubría el sofá, no podía haber imaginado que adentro encontraría un disco duro con una etiqueta adherida que decía “900 BTC”.
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Descargo de responsabilidad: Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, empresas, organizaciones, lugares, acontecimientos o hechos que aparecen en la misma son producto de la imaginación del autor o bien se usan en el marco de la ficción. Cualquier parecido con personas (vivas o muertas) o hechos reales es pura coincidencia.