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En su discurso presenta a El Salvador como la vanguardia de una guerra contra el sistema financiero.
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Informes oficiales revelan que el país cumple con los requisitos del FMI para mantener un acuerdo.
Max Keiser, uno de los asesores del presidente salvadoreño Nayib Bukele sobre política de bitcoin (BTC), vaticina que el Fondo Monetario Internacional (FMI) y los bancos centrales, pilares del sistema financiero global, «no existirán en cinco años» porque serán destripados por el poder de la moneda digital pionera.
Para Keiser, quien es una de las voces más antiguas y estridentes del ecosistema, lo que él señala no es una simple predicción de mercado. Es la culminación de una guerra espiritual y económica.
«Creo que Dios está descontento con los humanos», declaró el lunes 21 de julio en un podcast. «Nos envió a su hijo, y lo matamos. Ahora nos está permitiendo tener bitcoin, así que esta es nuestra última oportunidad».
Con el tono mesiánico que le caracteriza desde sus primeras apariciones en 2011, Keiser presentó una visión del mundo donde el dinero fíat es una «adicción» y una «enfermedad basada en el miedo y el odio», mientras que Bitcoin es la encarnación del «amor» y el «altruismo».
Según él, la moneda creada por Satoshi Nakamoto es una «obra magistral de ingeniería» y una «hermosa capilla del dinero» enviada para purgar un sistema corrupto.
Predice que bitcoin desmonetizará todo (oro, bonos, propiedades) y que cualquier cosa que no sea BTC «irá a cero». En un futuro cercano (cinco años), la moneda digital será el único dinero válido, dividiendo al mundo entre «acuñadores» (los holders) y «no acuñadores» (quienes no acumulan bitcoin, viviendo en una «realidad de infierno»).
En el campo de batalla de esta contienda, según Keiser, está El Salvador. Describe a la nación centroamericana como «la nueva Estatua de la Libertad», un modelo de «nación nodo» donde los ciudadanos, no el Estado, controlan la riqueza.
«El FMI está muy asustado», afirma, argumentando que el éxito de El Salvador con un estándar BTC acelerará la desaparición de las instituciones de gobierno.
«Pronto, la reserva estratégica de bitcoin del país valdrá miles de millones», proyecta Keiser. Con esos fondos, asegura, El Salvador podrá liquidar su deuda y demostrar la irrelevancia del FMI. «Si no tienes clientes, tienes que cerrar la tienda. Nadie va a pedir prestado dinero fíat», sentencia.
Keiser argumentó que los bancos centrales y el FMI son irrelevantes en un mundo dominado por bitcoin. Y acusa a las entidades financieras de perpetuar un «esquema Ponzi» con dinero emitido por el Estado que solo colapsará, ya que nadie querrá sus monedas frente a BTC.
El relato del FMI sobre las compras de bitcoin por El Salvador
Según un informe de cumplimiento del FMI publicado el 15 de julio, El Salvador no habría comprado bitcoin desde la aprobación del programa de crédito, como se le exigía.
«Desde la aprobación del programa, no hemos acumulado bitcoin voluntariamente. Esta política se mantendrá intacta y continuaremos sin emitir ni garantizar ningún tipo de deuda indexada o denominada en bitcoin ni instrumentos tokenizados que impliquen una responsabilidad para el gobierno», expresa el memorándum en el documento.
Esta afirmación contradice directamente los anuncios diarios de la administración del presidente Nayib Bukele y su Oficina de Bitcoin, que sostienen una compra diaria de 1 BTC, y en ocasiones hasta más, lo que ha generado confusión en la comunidad como expone a continuación la economista Julia Evelin Martínez.
CriptoNoticias ha intentado obtener aclaraciones de la Oficina Nacional de Bitcoin de El Salvador, respecto a cómo la nación centroamericana financia sus compras de BTC, especialmente ante las afirmaciones del FMI que sugieren lo contrario. Y estaremos reportando su respuesta en cuanto la obtengamos.
El informe del FMI señala también que las monedas añadidas a la reserva estratégica de BTC provienen de la «consolidación de bitcoin a través de varias carteras propiedad del gobierno». Esto ha generado interpretaciones de que no están comprando, sino moviendo tenencias.
Este matiz es crucial, ya que todo ocurre en el contexto de un préstamo de 1.400 millones de dólares que El Salvador aseguró con el FMI, un acuerdo que, según se informa, requería que el gobierno limitara su actividad con la moneda digital que adoptó en 2021.
La dualidad sugiere que, mientras Bukele y sus asesores proyectan una imagen de desafío y revolución ante la comunidad bitcoiner, sus funcionarios financieros podrían estar asegurando al FMI, en privado, el cumplimiento de los términos del acuerdo.
En definitiva, el discurso de Keiser ofrece una ventana sin filtros al corazón ideológico de un movimiento que aspira a desmantelar el orden establecido. No obstante, la realidad sobre el terreno en El Salvador parece ser mucho más compleja, dibujando un escenario donde la retórica revolucionaria podría coexistir con una sumisión a las mismas instituciones que se juran destruir.