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No hay que entender a bitcoin como un medio de pago cotidiano, según D. María.
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Para el escritor, BTC no es solo dinero, sino una innovación que resuelve el doble gasto.
Los especialistas en finanzas, ya sean académicos, ejecutivos bancarios o economistas suscritos a cualquier corriente teórica, son, según el escritor español Álvaro D. María, quienes menos logran comprender el fenómeno que representa bitcoin (BTC).
En una reciente publicación, D. María afirmó que, tras años de entrevistas, debates y conferencias, puede contar con los dedos de una sola mano los economistas que entienden qué es BTC y lo que implica. Su diagnóstico es que la formación económica tradicional se apoya en supuestos que chocan con la naturaleza de este activo.
Para explicar esta paradoja, el analítico recurre primero a un punto de partida filosófico. Retoma una idea de José Ortega y Gasset —filósofo español— sobre cómo las personas están sujetas por sus creencias, interpretan la realidad a través de ellas y tienden a rechazar lo que las contradice.
D. María, quien escribió el libro La filosofía de Bitcoin y Micrópolis, cree que eso es exactamente lo que ocurre con los economistas. Sostiene que bitcoin ha roto los esquemas con los que analizan el dinero, el valor y los sistemas monetarios.
Más que dinero, una redefinición de la propiedad
El divulgador español remarca que muchos analistas desacreditan a BTC con argumentos como «es una burbuja» o «son tulipanes digitales» —alusión a una crisis especulativa del siglo XVII—. Estas son comparaciones que pasan por alto su trayectoria histórica y, sobre todo, los problemas que realmente resuelve.
Para el autor, bitcoin no es simplemente una nueva forma de dinero, sino una innovación que aborda desafíos fundamentales como el doble gasto —la posibilidad de que un mismo activo digital se copie y se use más de una vez— y la dependencia de terceros.
Antes de BTC, era imposible tener un bien digital verdaderamente escaso sin recurrir a una entidad que verificara las transacciones. Es decir, bancos, plataformas y proveedores actúan como intermediarios que controlan cada detalle de las transacciones de dinero.
Con esto se pierde privacidad, se generan riesgos de censura y se crea dependencia de estructuras que pueden fallar, ser atacadas o ser intervenidas por el Estado.
En esta línea, el asesor establece que la creación de Satoshi Nakamoto (seudónimo con el que se conoce al inventor anónimo de bitcoin) rompió con ese paradigma. Esto, tal y como ya lo remarcó en una entrevista con CriptoNoticias, lo convierte en una forma radicalmente nueva de concebir la propiedad.
Lo más importante que bitcoin hace es redefinir los derechos de propiedad. Hasta ahora, la propiedad siempre ha dependido de sistemas respaldados por el poder coercitivo. Bitcoin elimina la necesidad de un tercero de confianza y crea un sistema global y autónomo donde las personas pueden poseer y transferir el control de un activo real, digitalmente. De esta manera, bitcoin funciona como un sistema global de derechos absolutos de propiedad privada.
Alvaro D. María, autor sobre bitcoin.
La tarea pendiente para los economistas
El escritor expresa que el error de muchos economistas es que intentan evaluar a bitcoin como medio de pago o dinero estable, cuando en realidad la función principal del activo no es la de ser un método de transacción cotidiano. Su oferta fija y volatilidad, describe, lo vuelven poco apto para los pagos regulares, pero eso no implica un fallo en su diseño.
Por ello, pide a los economistas no entender a bitcoin dentro de sus teorías, sino revisarlas considerando lo que este activo permite lograr.
Los economistas aún no han realizado el trabajo necesario. La tarea no consiste en interpretar bitcoin a través de las teorías o creencias existentes, sino en repensar dichas teorías y creencias a la luz de bitcoin. Ahí es donde comienza el trabajo.
Alvaro D. María, autor sobre bitcoin.
La teoría tradicional de economistas parte de que el dinero surge del Estado y depende de las autoridades centrales de turno. En cambio, bitcoin, aunque es dinero, funciona de otra manera: se mina de forma descentralizada con un sistema de emisión programada.
La emisión de BTC se reduce a la mitad cada cuatro años en el halving. El proceso terminará alrededor del año 2140 cuando se alcance el límite absoluto de 21 millones de unidades. Esto lo hace ser visto como un activo escaso, a diferencia del dinero fíat que está sujeto a devaluación por su impresión ilimitada.
Además, su red permite transferir valor sin intermediarios. Esta valida y registra cada transacción en un historial público e inalterable. Su seguridad surge del consenso entre miles de participantes distribuidos por el mundo, lo que completa un conjunto de factores que rompen con el modelo monetario clásico.