Blockchain, la tecnología que habita las tripas de Bitcoin, está dispuesta a revolucionar las industrias culturales y creativas. Más de noventa compañías de este campo y de diferentes lugares del mundo trabajan ya en su reinvención con la ayuda de tokens, las monedas de la criptoeconomía que abren un futuro totalmente revolucionario. Los tokens son el nuevo dinero que utilizan las compañías blockchain para financiarse, crear mercados y comunidades en torno a sus proyectos empresariales. Estos criptoactivos, además de por las propias compañías, también pueden ser utilizados por artistas, periodistas, fotógrafos y directores de cine para crear sus propias economías y sus propios mercados.
El cantante y productor musical Gramatik es el primer artista tokenizado de la historia. Este artista esloveno lanzó el pasado mes de noviembre un token denominado GRMTK, que representa una participación de los derechos de propiedad intelectual de todas sus creaciones. Gramatik inaugura así una nueva manera de financiación y de relación entre los artistas y sus seguidores. Los propietarios de tokens GRMTK pueden venderlos o esperar a que las creaciones de Gramatik se revaloricen y coticen más alto. Su tokenización se produjo en Zurich de la mano de SingularDTV, un estudio de entretenimiento blockchain, cuyo CEO, Zach Lebeau, trabaja desde hace tiempo y con gran empeño en la descentralización de la industria del entretenimiento. El cantante esloveno recaudó nueve millones de dólares para su nueva economía con el lanzamiento de su token. La tokenización inaugura un nuevo concepto de cotización y una realidad nunca vista con anterioridad en la relación entre los creadores y sus fans.
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Igual que sucedió con internet, blockchain impondrá nuevas reglas en la manera en que consumimos y nos relacionamos con el periodismo, la música, el cine, el video, el marketing, la televisión, la publicidad o las redes sociales. Unas reglas que, como sucedió con internet, están siendo elaboradas por personas y sectores ajenos a los actores que conforman las industrias culturales y creativas.
Las compañías que aparecen en la imagen a continuación desarrollan servicios y productos que afectan a toda la cadena de valor de las industrias creativas. Justifican su apuesta por blockchain con argumentos que tienen que ver con la necesidad de devolver a los creadores los derechos de copia que perdieron con internet: eliminar intermediarios en beneficio de los creadores, acabar con los clicks falsos en la publicidad o con plantar cara a las redes sociales que manipulan nuestra atención para ganar dinero con las huellas que dejamos en la red. También aluden a la urgencia de terminar con el denominado periodismo clickbait, surgido de la necesidad de competir con el duopolio que Facebook y Google ejercen en el mercado publicitario; devolver la credibilidad al periodismo, empoderar a los creadores y terminar con la lacra de las noticias falsas.
Blockchain nos anuncia la segunda generación de internet. El internet que conocemos hoy es el de la información y el que promete blockchain es el del valor. El internet actual democratizó el acceso a la información, aunque con un intercambio muy desigual, ya que las grandes plataformas tecnológicas utilizan la información que los ciudadanos crean, demandan y comparten en la red para hacer crecer sus negocios. Las empresas que trabajan en la reinvención de las industrias culturales y creativas esperan que la capacidad que muestra blockchain para descentralizar la confianza y eliminar intermediarios, sirva también para reparar algunas de estas desigualdades.
En un contexto blockchain, la atención de los usuarios se remunera cada vez que crean, recomiendan o comparten contenidos. Facebook, Google o Youtube utilizan la atención de los usuarios para ganar dinero con la publicidad. Frente a este modelo de economía de la atención diseñado por estos conglomerados tecnológicos, blockchain da paso a una economía de la atención distribuida, donde las ganancias pueden repartirse de una manera más equilibrada. Una economía donde los usuarios pueden ganar dinero por prestar su atención sobre los contenidos que les ofrece la red y donde fotógrafos, periodistas, músicos, ilustradores o cualquier otro creador, pueden fijar en contratos inteligentes las condiciones en que quieren que se consuman sus productos y ser remunerados por ello cada vez que alguien los reproduzca.
Compañías como Blockstack, que obtuvo 50 millones de dólares en un ICO lanzado recientemente, trabajan ya en el desarrollo de la nueva internet descentralizada, donde los usuarios deciden los datos que quieren compartir y cuando quieren retirar el acceso a ellos. Otro ejemplo de la nueva internet blockchain es el buscador Bitclave que, a diferencia de Google, remunera a los usuarios cada vez que comparten sus datos. Imaginemos que alguien busca algo en la red, pues será esa persona quien decida con quien quiere compartir su privacidad. A cambio, Bitclave le gratifica con CATs, que es el nombre de su token.
Tras la inteligencia artificial, el internet de las cosas, el big data o la fabricación 3D la irrupción de blockchain en nuestra cotidianidad subraya que el relato de la historia del siglo XXI se escribirá sobre renglones de software. Resulta paradójico que el software, el lenguaje que los humanos inventaron para controlar a las máquinas, sea quien ahora controle nuestra existencia. En un tiempo donde las vidas pueden ser tokenizadas en aras de una nueva economía y donde las personas comparten su espacio de trabajo con robots y se turnan entre ellos para pedir las vacaciones, parece claro que el software, tal y como afirmó Marc Andreessen, se está comiendo el mundo.
El siempre visionario Andreessen, pronunció esta frase en un artículo publicado en The Wall Street Journal en 2011, dos años después de que Satoshi Nakamoto lanzase el software de Bitcoin. El fundador de Netscape reflexionaba entonces acerca de la capacidad de las tecnologías disruptivas para cambiar la economía y la manera de hacer negocios. El software, un lenguaje que se reinventa a diario con las aportaciones de millones de personas y robots en todo el mundo, es el idioma del siglo XXI.
Los nombres de las empresas que aparecen recogidas en el gráfico mostrado más arriba son una muestra del enorme interés que existe por reinventar el futuro descentralizado de los medios de comunicación, de la música, del cine, de la publicidad, de la televisión y de las redes sociales. Quizá algunos de los nombres, que conforman este criptopaisaje, sean fruto del dinero fácil que proporcionan los ICOs y el año que viene dejen de existir. Pero seguro que aparecerán otros nuevos, porque lo mismo que sucedió en los años noventa con internet, cuando nadie acertó a predecir la aparición de Amazon, Uber o Airbnb, encima de blockchain se crearán aplicaciones que, como sucedió con internet, también cambiarán nuestras vidas. Son muchos los que sintetizan el carácter revolucionario de blockchain en el ámbito de las finanzas comparándolo con los efectos que produjo la red en el sector de la información. Blockchain es la segunda generación de internet. Quién sabe si en la tercera volveremos a utilizar el mismo símil para explicarla. Tal vez, en este mapa, se encuentre el Google, Facebook, Netflix o YouTube, descentralizado del futuro. O la plataforma que devuelva a los medios tradicionales el sitio que le arrebataron las redes sociales.
En la siguiente entrega del 26 de diciembre detallaremos las novedades que blockchain trae a la industria creativa, desde periodismo hasta música, y veremos como muchas de las empresas están aportando a la evolución de la sociedad con blockchain.